Sede Afundación, A Coruña
Concierto en el IV Ciclo Noites na Cidade Vella, de A Coruña, con la pianista Marianna Prejvalskaya, en la sede de Afundación- 20´00 h-, con entrada libre, intérprete con raíces en nuestra tierra y que tuvo una educación esmerada en su entorno musical tanto por su padre como por su madre Tatiana antes de recibir su primera educación en Londres con Irina Zaristkaya, gracias a una beca de la Fundación Barrié, de procedencia moldava, pudimos seguir sus actividades en el X Festival Groba de Ponteareas, en una jornada en la que ofreció el Trío con piano, nº 1, Op. 8, junto a Karen Gomyo (Violín) y Kyril Zlotnikov, una convocatoria que compartiría con la pianista Judith Jáuregui, la chelista Alba Reirís, el clarinetista Luis Miguel Méndez, la viola Lise Berthaud, el violinista Pablo Vidal Vázquez, las violinistas Karen Gomyo y Stella Chen, el pianista Ricardo Blanco o la formación en residencia, la Orquesta de Cámara Galega, de Rogelio Groba. Compositor en preferencia de Marianna Prjevalskaya, podremos considerar a Alexander Scriabin, Ferenz Liszt, Johann Sebastian Bach, los barroquismos por descubrir como el caso del portugués Carlos Seixas, al igual que Lukanus y Sacco. Entre sus actividades profesionales, cuenta con una carrera reconocida por su colaboración con formaciones como la Philharmonic Orchestra (Cincinatti), la Orquesta Nacional de Lituania, la Orquestra Sinfónica de Galicia, la Orquesta Ciudad de Granada, la Orquesta Sinfónica de Corea, llegando a colaborar con directores como Roberto Trevino, Carlos Prieto, Clemens Schuldt, David Danzmayr, Max Bragado, mientras mantiene sus apariciones como solista en festivales y ciclos ya consolidados. Ofreció masters, en el Conservatori del Liceu, de Barcelona, además de participar en el jurado del Concurso Nacional Ciudad de Albacete.
Se presentó en convocatorias de élite como el Mozarteum de Salzburgo, la Accademia Sta Cecilia, de Roma; el Teatro Goldoni, de Florencia; el Minato Mirai Hall, de Yokohama; el Auditorio Manuel de Falla, de Granada; el Centro Reina Sofía o el Palau de les Arts de Valencia, tras haber realizado su debut internacional en el Carnegie Hall, neoyorquino, toda una experiencia de enriquecedoras exigencias, y que supuso su presentación oficial que llega hasta la actualidad, recibiendo por ello el reconocimiento de la crítica especializada, avalada por la firma del especialista Frank Daykin, quien sabría apreciarla por su madurez y dominio del repertorio elegido para aquel concierto, aspecto que confirmará Santi Ríu. Obtuvo galardones como la Gold Medal, en el International Context of New Orleans, en 2014; el Premio de Piano de Jaén (2011), uno de los señeros de nuestro país, siendo laureada en el Concurso de Normandía, en 2013, además de los de Panamá (2012), José Iturbi (2008), Paderwski de Polonia (2007) o Sendai (2010), una evolución producto de sus años de ampliación de estudios en el Royal College of Music (Londres), con Irina Zaritskaya y Kevin Kenner; la Yale School of Music, con Boris Berman; el Peabody Institute of Music University, con John Hopkins y Boris Slutsky. La Universidad de Indiana, con Alexander Toradze. Pronto llegaría las tentaciones de probar sus ambiciones con el mundo de los registros discográficos, como sería el trabajo realizado con la prestigiada firma Naxos, para la que reservaría un integral de uno de sus compositores más apreciados, Sergei Rachmaninov, un maestro para el que Harold C. Schönberg, guardaría una opinión de alta estima: Así como Hofmann fue el gran colorista, Rachmaninov fue el gran arquitecto del piano. Fue el Hamlet para el Mercutio de Hofmann, y éste último lo sabía. En cualquier concierto de Rachmaninov, se notaban sus penetrantes estocadas rítmicas y su innato sentido de la notoriedad. Los profesionales admiraban su maestría y su capacidad para lograr con aparente facilidad cosas que bordeaban lo imposible. A diferencia de muchos grandes pianistas, tenía las manos enormes y los crueles adornos de su propia música, con sus extensiones muy amplias. Abarcaba los acordes con una seguridad sin igual y su técnica no tenía ningún punto débil. La exactitud y la destreza con las que se paseaba por los pasajes más complicados, dejaba a sus colegas llenos de respeto y envidia. Si Hofmann fue el Tintoretto de los pianistas, Rachmaninof fue, por lo menos en aspectos reseñables, el Canaletto, de piano. Nunca hubo una línea borrosa ni un color impreciso, usaba el pedal con gran tacto, para que sus dedos y no los pies, cumplieran la tarea en búsqueda de la precisión. Hofmann y Rachmaninof, había sido artistas íntimos, aunque el primero admitía que era el mayor intérprete en vida, lo sorprendente es que Rachmaninof, se hizo pianista profesional relativamente tarde, tras seguir las atenciones de Arensky, en armonía; Taneiev, en composición o de su dilecto maestro Nikolai Zverev, a los que se añadieron Alexander Siloti, tras su vuelta a Rusia, después de estudiar con Ferenz Liszt o Joseph Lhevine, quien se convertiría igualmente en un gran talento. Sobre el registro de Marianna Prjevalskaya, opiniones contrastadas sabrían apreciar el cuidado de la transparencia polifónica de su sonido y la asombrosa e impecable ejecución, dentro del espacio de un meditado virtuosismo, a la par que el añadido de un rubato natural y sin desmesuras.
Ramón García Balado




