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25/09/2024

Francesco Cilèa: Adriana Lecouvreur, desde el Teatro Real, se ofrece en el CGAC

 Centro Galego de Arte Contemporánea, Santiago de Compostela

La semana de la ópera por acuerdo del CGAC con el Teatro Real, nos invita a seguir la trasmisión de la apertura de la temporada del coliseo madrileño, en el Auditorio del propio CGAC- día 28, a las 19´30 h-, en lo que se anuncia como un homenaje a Monserrat Caballé y Josep Carreras con motivo del 25 aniversario de su participación de una puesta en escena, en el Teatro de La Zarzuela.  Adriana Lecouvreur es ópera encuadrable dentro del estilo verista en el que Cilèa  muestra un reseñable eclecticismo que se distancia de otras influencias  mostrando una solidez sobresaliente, un modelo de integración de los elementos más genuinos de la ópera italiana, junto a otros procedentes de las vanguardias vigentes como el uso del leit motiv. Un acierto en la percepción psicológica de los personajes que alcanza a los aspectos más íntimos de la hipersensibilidad de los mismos. Un verismo el suyo, más elegante que el que nos proponen Mascagni o Leoncavallo, en el que no faltan detalles de belcantismo, observable especialmente en la escritura de sus arias, facilitadas por la inspiración  melódica.

Adriana Lecouvreur es ópera en cuatro actos sobre un libreto de Eugène Scribe y Gabriel Jean- Baptiste –Ernest- Wilfried Legouvé, destinada en su estreno al Teatro Lírico de Milán, el 6 de noviembre de 1902, destacando como personales primordiales Adriana Lecouvreur, actriz de la Comédie Française y enamorada de Mauricio di Sajonia, un rol para soprano lírica de amplia tesitura en función de las arias que le corresponden.  Maurizio di Sajonia,  héroe militar perteneciente a la alta casta del mundo de la política, un tenor-spinto de portentosos recursos. La Princesa de Bouillon, aristócrata obsesionada por asuntos de alta política y enamorada de Maurizio. El Príncipe de Bouillon, también un aristócrata prendado por el medio de las artes escénicas y seducido por los aromas femeninos. Michonnet, director de escena de la Comédie Française, un papel de barítono, completando cartel Mlle Jouvenot, Mlle Dangeville, Poisson, Quinault, con acompañamiento de coro y ballet pantomima. Un verismo en apasionado y crudo que vira su mirada al siglo de Las Luces en sus claras pretensiones, con una acentuación de perfiles contrastados, reafirmados por seductoras arias, tomadas del belcantismo de referencia. Opera de relativa aceptación hasta su recuperación de éxito en la década de los cuarenta y que implicará a divos como Mafalda Favero, Mercé Capsir, Leyla Gencer , Raina Kabaisbanka, Mirella Freni, Rennata Scotto, Daniella Dessi, Angela Ghiorgiou la inmensa Renata Tebaldi- siempre en esa pugna con los devotos de la Callas-, y lo más granado de otros grandes que contribuyeron a mantener su vigencia.  Era Adriana en su esencia, una mítica actriz de la Comédie Française del XVIII y las pretensiones de Cilèa, con ese personaje, resultaban de una  evidencia irresistible, preparando el camino a las grandes sopranos que mantendrán su vigencia hasta la actualidad.

Para ponernos en ambiente, un Primer acto en el foyer parisino de la Comédie Française que nos muestra al director de escena Michonnet ya en su caracterización como amante secreto de la divina Adriana, quien consigue rendir a los entusiastas aficionados. Será ella quien le confiese su devoción por Maurizio di Sajonia, figura señera de las élites del poder y que se presenta en el teatro para asistir a la función con la intención de seducir a la Princesa de Bouillon. Adriana le obsequia con un ramillete de violetas en actitud de resignación, mientras se presenta en el teatro el Príncipe de Bouillon, ausente del conocimiento de las andanzas de su esposa, y con la intención de invitar a la actriz Duclos, a un ágape tras la función. Entra el Príncipe seguido del Abate de Chazeuil, casi un alcahuete de libro, pero el Príncipe descubre que la Duclos, se citó con Maurizio en su propia casa, sin saber que es su propia esposa lo hizo a través de la Duclos, ingenioso recurso para cazar a la Duclos in fraganti. Dos arias para entregarnos a esta ópera modélica. La sublime de Adriana Io son l´umile ancella y la de Maurizio, La dolcissima efigie. 

Los actos siguientes no son más que una contribución a tan compleja trama, desde el comienzo de la espera intranquila de la Bouillon a la llegada de Maurizio en el Acto II, un tiempo en el que la Princesa di Bouillon se despliega en su aria Acerba voluttà, situación del  estado de humor arisco con el que ella prepara la fiesta en su casa.  En el acto III, nos encontramos con los principales personajes en escena y en  momentos musicalmente claves como el ballet El juicio de París (orquesta, coro y ballet); el monólogo teatral de Fedra Guisto cielo, Che faci (Adriana); el aria Poveri fiori y el dúo final entre Maurizio y Adriana. El acto de conclusión, recupera a Adriana en un estado de decaimiento y desmoralizada con la resolución de que Maurizio, parece haberse alejado de ella. Michonnet y algunos actores de la Comédie Française, vienen para visitarla con el obsequio de una cajita y al abrirla, nuestra apreciada Adriana cree morir al reconocer aquel ramito de violetas que le había dado en la Comédie Française a Maurizio. El olor acre irrita su garganta y en un acto reflejo exige el abandono de todos los personajes que la acompañan. Michonnet trata de consolarla, mientras aparece Maurizio, quien suscita en ella un cambio de ánimo, pero los efectos del veneno consuman las inevitables consecuencias, muriéndose en brazos de su enamorado.

La función del Teatro Real cuenta en los roles fundamentales con Ermonela Jaho (Adriana Lecouvreur); Brian Jadge (Maurizio); Elina Garança (Princesa de Bouillon); Maurizio Muraro (Príncipe de Bouillon); Nicola Alaimo (Michonnet), el coro y orquesta del Teatro Real, la dirección musical de Nicola Luissotti y la escénica de David McVicar, para unos decorados fastuosos y realistas añadiendo un vestuario colorista de Justin Way, mereciendo una consideración de aprecio la labor de Nicola Luissotti, en el planteamiento de este despliegue verista en toda su amplitud musical y escénica. Ópera con exigencia para grandes voces para el lucimiento de recursos.  Tiene en Ermonela Jaho a una soprano con argumentos estilísticos de jóvenes del propio Teatro Real, a la que pudimos admirar en otras producciones de altas exigencias, ya desde los años de Antonio Moral. Por su inteligencia para la concepción del personaje, sabe resolver en esta representación los momentos de urgencia en las arias y en las obligaciones de la declamación en sus precisos detalles, quedando como aspecto a destacar su aria Io sono l´umile ancella, superando algunos detalles de incertidumbre en el registro grave.   Elina Garança, grande para La princesa de Bouillon, destacará  en los dúos con el tenor y Brian Jadge, se  encumbra como tenor merced a los recursos en los agudos, con la muestra de posibilidades en especial en el tercer acto, por la calidad de su portentosa presencia escénica y la proyección de su poderío vocal.  Mauricio Muraro, estará al quite de las exigencias canoras como Príncipe de Bouillon, dejando espacio a Nicola Alaimo (Michonnet), para dejar una evidencia de canto e interpretación, matizando los aspectos que resaltan por la percepción de las medias voces y las sugerencias del personaje que le corresponde. No menos interés ofrece el ballet del tercer acto con la asegurada garantía del protagonismo de la orquesta dirigida por Nicola Luisotti y el trabajo escénico de David McVicar.

Ramón García Balado     

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