Palacio de la Ópera, A Coruña
Concierto de clausura de temporada de la OSG, dirigida por Giancarlo Guerrero en el Palacio de la Ópera de A Coruña-días 13 y 14, a las 20 h-, ofreciendo en programa la Sinfonía nº 8, en Do m., de Anton Bruckner, un director de consolidada trayectoria con carrera cimentada en Latinoamérica para trasladarse a los Estados Unidos, con formaciones como la O.S. de Minnesota, tras pasar por la Baylor University, la O. S. de Táchira (Venezuela), la O. S. de Nashville, la O. S. de Filadelfia, la O. del Festival de Los Ángeles, la O. de Cleveland Blossom, la Hollywood Bowl, la O. Cleveland (Miami) durante un período de siete años; O. S. Gulbenkian (Lisboa), la O. F. Breslavia, la Deutsche Radio Philharmonie, la Saarbrüken Kaiserlautern, la O. F. de Radio France, la London Philharmonic, además de especializarse en repertorios operísticos con títulos de referencia y obras de notable vigencia como Ainadamar, de Osvaldo Golijov, de profunda inspiración lorquiana, para el Festival Adelaida.
Anton Brucker y su compleja Sinfonía nº 8, en Do m., por las evoluciones y transformaciones de la misma, partiendo de las dos versiones desde la original editada por la Sociedad Bruckner (1973), la edición Nowak y la revisada de Bruckner/ Josef Schalk, completada en 1890, y puesta atriles, dos años después, por el insigne K. Richter, una edición cortada de la primera de 1887, realizada por los mentados y editada en 1892. Una edición que al parecer tuvo claros problemas por su falta de autenticidad ya que difiere de la de Nowak. Tres son las ediciones de la Sociedad Bruckner, la original Nowak, reproducción de la de 1887, la revisada con material restaurado de la edición Haas y la revisada Bruckner/Schalk, una reimpresión de las planchas de la precedente, pero con importantes modificaciones. La actitud negativa de Herman Levi, hacia la original de 1887, condujo al autor a revisar la obra con atención analítica, componiendo un nuevo final para el Primer movimiento y un nuevo trío para el Scherzo, revisando la perspectiva tonal del Adagio. En esencia, un monumentalismo que superará al resto de su corpus sinfónico, para un trabajo que tendrá su ratificación en las dos versiones y cuya revisión se cerró en marzo de 1890, mientras que de Robert Haas había publicado una diferente, a tenor de razones de equilibrio, con algunos de los pasajes eliminados de la primitiva. Dos ediciones pues de la versión definitiva, repartidas a voluntad de los intérpretes, esta segunda un poco más larga, con estreno vienés en 1892, bajo la dirección de Hans Richter y con el ostensible rechazo del agudo Hanslick
Un orgánico que frente al común de una formación romántica, añade címbalos, una cuerda muy numerosa dos tubas tenores en Si b y dos tubas bajas, tuba contrabajo, tres arpas, dentro de un planteamiento sonoro que sobrepasa las propuestas de Héctor Berlioz y Gustav Mahler, para una obra que ese acerca a los tres cuarto de hora. El Adagio moderato, en su forma sonata, se maneja en tres grupos temáticos, desde una entrada en Fa con las trompas y un trémolo en segunda línea de violines, para ubicarse en un primer tiempo pianissimo, en la tonalidad de las violas, chelos y contrabajos, que manifiestan los aspectos rítmicos cara a un segundo tema en manos de flautas y oboes, hacia el tercer tema en Mi b, con trompas y seisillos de maderas, que expone una expresión melódica, entre tubas y fagotes. El desarrollo, preparado por una fanfarria de trompetas, se anuncia por diversos argumentos expresivos y que nos llevan a una reexposición que completará la coda, concluida en pianissimo y leves pizzicatos de la cuerda grave, remarcando una idea de amarga desesperación.
El Scherzo (Allegro moderato), observa en la partitura original una especie de leyenda de perfiles ancestrales, que contribuyen a trasladarnos al imaginario bruckneriano, de una atadura a su impresión nostálgica de un mundo arraigado en el nombre de Der Deutsche Michael, que designa al campesino vigoroso y zoquete. Impresión nostálgica, entre fantasmagórica y sentimental y hasta casi religiosa- actitud reconocible en este creador con tendencias quasi místicas, y que se avanzan ya en el sonido de las trompas que presumen voces en la distancia plenas de cargado misterio. El trío Langsam (lento), en La b M, ligeramente más desarrollado de lo habitual supone la cumbre de este tiempo gracias a su combinación del motivo de la trompa, entre cuidados arpegios de arpa y la serie de prometedoras modulaciones.
El Adagio (Feierlich langsam, doch nicht schleppend), lentamente solemne, pero sin reposo, ofrece un extenso tiempo a caballo de dos temas con un primero que se ofrece en piano en manos de los violines y síncopas de cuerdas, para dejar paso a las maderas, tubas y trompas que se prolongan en escala descendente, camino de lo que resultará un primer tutti en La M., fortissimo que se completa en un Breit und marking (largo y bien marcado), entre canto de violines que nos arrastran a un tema intenso y vigoroso confiado en su conjunto a las cuerdas, con un nuevo tema de chelos completado por una respuesta de tubas, y una respuesta de un desarrollo en estilo de rondó alternativo entre variados argumentos que dejan espacio a sonoridades de arpa y un pianissimo de violines sobre cuerda en sordina.
El Finale (Freierlich, nicht schnell), solemne sin precipitación, será su último final compuesto, ya que el de la Novena, en Re m. (A 124), no será completado. Un final de confesada actitud creativa, ya desde el primer tema, en Mi b M., expuesto en forma ostentosa en un ámbito fortissimo gracias a las trompas y los trombones, perfectos para dominarnos desde su altura tímbrica y su poderío, en una equiparable cabalgada que realza su sus pretensiones como movimiento de conclusión, marcada por su ansiada irregularidad. Destaca claramente la fanfarria de trompetas antes de la proposición de un nuevo tema cantabile, tratado por violines que se transformará en un a modo de himno que se agenciarán clarinetes y fagotes a través de un ritmo auspiciado por la sección de cuerdas en forma piano, preparando la recuperación del Adagio y una reexposición de temas precedentes, con una coda intensa que resume los cuatro movimientos, una especie de síntesis idea del sinfonismo según el ideario bruckneriano.
Ramón García Balado