Palacio de la Ópera, A Coruña, días 5 y 7 de septiembre
Una
producción artísticamente dirigida por Gianluca
Martinenghi, a la OSG, para un trabajo escénico de Calixto Bieito, con la colaboración del
Coro Gaos de Fernando Briones y la Coral
Xuvenil Cantabile, de Pablo Carballido,
destacando como solistas Sofija Petrovic
(Carmen); Oreste Cosimo (Don José); Jean-Fernand Setti (Escamillo); María José
Moreno (Micalea); Susana García Zas (Frasquita); Jacobo Rubianes (Zúniga);
Pedro Martínez Tapia (Morales); Gabriel Alonso (Le Dancaire) y Eduardo Pomares Sainz (Le Remendado). Un recordatorio In memoriam, dedicado al dramaturgo Manuel Lourenzo
La puesta
escénica de Calixtino Bieito, no
supondría sorpresa alguna por su descarado desplante en cuanto a la simpleza de
recursos, un objetivo a un ostensible minimalismo a cuestas de un espacio escénico bajo mínimos
y una caracterización de secundarios tratado como una tropa de legionarios que
no dejaron de provocar actitudes de desplante, para salir del paso sin mayores
requerimientos en los que el último acento lo pondría Alfons Flores con un diseño carente de toda ambición, una concesión
para que los integrantes de los coros Gaos
y Cantabile, sintiesen la
posibilidad de acaparar un reconocible protagonismo sin dejar en entredicho ese
espacio difícil de resolver. Carmen concentraba elementos de ópera
más típicos ya que en su libreto nos
plantea la categoría típica de las grandes óperas literarias con todas sus incoherencias.
Así pues, el examen del libreto no nos permitía descubrir elementos
imprevistos. El papel del personaje femenino principal, está escrito para una voz de contralto (o bien mezzo-soprano),
con mínimos precedentes en toda la historia de la música. La ambigüedad del
personaje de Don José, aparece pues como la encarnación misma de todas las
cualidades viriles, como una especie de ser simple y brutal, de voluntad pura y
que toma decisiones rápidas sin dudas ni dificultades, que se debate entre el
deber y la pasión, sometido en cierto
sentido por su madre. Micaela, fue la joven fresca y pura. En casi
todas las óperas que incluyen a la vez un papel de soprano y uno de mezzo, ésta
desempeña un papel secundario. Por el contrario, en este caso se establece la
relación inversa: El personaje de Micaela (añadido por Meilhac y Halévy), se subordina desde todos los
puntos de vista al de Carmen. Esta
inversión del equilibrio tradicional de la relación de determinados personajes
típicos de la ópera, acusa también, además de la individualidad de Carmen, uno de los rasgos más
contradictorios de esta ópera.
En Carmen el amor es tema aparentemente
esencial, el objeto de todas las búsquedas y la fuente de todas las desgracias:
Don José se pierde porque se enamora
locamente de Carmen y todos sus actos
se justifican por la necesidad de apaciguar su soif amoureuse y por dar rienda suelta a su pasión por la gitana. Carmen se ha transformado en un símbolo
erótico porque utilizada su cuerpo como un cebo y su meneo es semejante al de
una potranca, así como su vestimenta muy atrevida, una gitana española que
actúa por sus pulsiones, como un animal, sin reflexionar, una belleza extraña y
salvaje con su expresión voluptuosa y feroz a la vez.
Bizet
no teme de ninguna manera mezclar estilos diferentes; los funde en una síntesis perfectamente compacta.
La fría acogida de esta opéra- comique, el 3 de marzo de 1875,
en la que la pasión amorosa de Don José
se ve desbordada por la gitana Carmen, se debió con claridad al tema o
a la música, ya que ambas ofrecían motivos de rechazo, teniendo a Carmen como centro de la acción, que
induce al soldado a la deserción, mientras canta y baila en los tugurios,
culminará con el conocido final trágico.
Un ambiente social tildado de anárquico que nos deja a Carmen como mujer impúdica que dejará como rastro la prohibición de
asistencia de menores. Una figura equiparable a Don Juan, Hamlet o Fausto y que en cierto modo nos acerca a
las mujeres liberadas de generaciones después. Solo unos pocos compases del
comienzo, anuncian su trágico final, con su leitmotiv
de tintes patéticos, por su ritmo exótico y atmósfera amenazante. Más allá del
estigma de mujer fatal, es diferente de la Salome
(Strauss) o Lulú (Berg), no
siendo ella quien conquiste a los hombres, sino que son ellos los que la
persiguen. Ella presiente que quizás existe una dependencia mayor que la mera
sexualidad, al constatar que Don José
no sólo quiere poseer su cuerpo, sino también su alma. Carmen no conoce pasado ni futuro, sólo vive el instante y el amor
no está presente en su horizonte como un antojo transitorio. Una vida urgida
por la necesidad de cambio, sin otra elección, mientras coquetea con Zúñiga y con Escamillo, no hay
diferencias ostensibles, reafirmándose en la inconstancia. Duelo o dúo amoroso
con Don José: No se puede hablar de
dúos ya que ninguno de ellos mantiene las convenciones de los dúos amorosos
italianos o franceses, en los cuales las
voces de ambos cantantes se aúna logrando una tranquila armonía. Ellos
se marcan tres estaciones en la acción: la seducción, el conflicto y la
resolución trágica. Bizet renuncia al
mundo tradicional de la opéra-comique,
y la seguidilla, como tonada
provocativa, es arte central recitativa que deja espacio al dúo. Don José perdió su voluntad cediendo a
los caprichos de Carmen. La versión recitada y su historia, con el estreno en su forma
original, la sucesión de diálogos hablados
y piezas musicales, no resultaría indicada para su representación fuera de Francia,
desde la primera vienesa. Ernest Giraud se animó a completarla con
renovados recitados. En esta forma, acercando la antigua ópera- comique a la grand
–opéra, será como definitivamente quede aceptada. Sólo en Francia donde
garantizará un equitativo reconocimiento, en 1883, que se representará intacta
en su versión original. La legendaria
puesta de Walter Felsenstein, en la Berlin Comischeoper (1949), supondrá un
hito que imitarán otros teatros, con las consiguientes grabaciones, en estas
versiones acostumbradas. Lo sorprendente e impresionante de su recreación
atmosférica, va más allá de una descripción de temas populares, sino por el
fruto logrado por el ingenio del compositor, un apunte reseñable, lo hallaremos
en los orígenes profesionales en el espacio de la opereta, recuperados con
cierta licencia en esta opéra- comique,
con las experiencias en Roma logradas por Don
Procopio y la Guzla de l´elimir,
títulos ubicables en el género bufo,
al que no regresará en su vuelta a Francia y cuya tentativa encontraremos en Les pêcheurs de perles.
En sus cuatro actos no dejamos de asistir a
los números precisamente representativos como el jaleo de los figurantes en la plaza como coro de
preparación a la escena en la que Micaela-
María José Moreno, cantante
apreciada y querida, tuvo en todo momento una recepción que suponía el
reconocimiento a una intérprete que conserva frescas sus cualidades y recursos
escénicos- desafiaba a Morales-
Pedro Martínez Tapia, barítono de clara dicción y de
pronunciados contrastes-en la escena Regardez, tanteando entre las coplas Voici venir un viel époux, al amparo de
un cambio de guardia y un revoltoso entretenimiento de infantes. El coro:
Avec la garde montante, preparó la
entrada de Zúñiga- Jacobo Rubianes,
a tono con las exigencias requeridas para su rol y Don José- Oreste Cosimo,
tenor incorporado por la vía de urgencia y que mostró su centro amplio sobre un
agudo spinto de registro dramático- ,
aportaron un insidioso diálogo acerca de Micaela,
mientras resonaba el reclamo para la salida a escena de las cigarreras, entre devaneos,
justo cuando entra Carmen, anunciada
por el coro La cloche a sonné y Carmen, sur tes pas, motivándola a
manifestar sus debilidades amorosas con la habanera
L´amour est un oiseaux, ante la presencia de Don José, quien recogió la flor del desafío. Micaela,
amante y provocadora de Don José, tomó
protagonismo cantando en dúo buenas
noticias compartidas Parle- moi de ma mère; Tu vas, m´a t´elle dit, Qui sait de quel demon; Quel son fils l´aime. El cabo Oreste Cosimo, reafirmó su obsesión por la gitana, rodeado por el
alboroto colectivo del coro ¡Au secours!
tras ver su disputa con una compañera y la repentina aparición de Zúñiga, el teniente que le obliga a
detenerla y que le responderá la
cantinela de Carmen Tra la la. Una
escena insinuante que recibirá como
respuesta la universal seguidilla Près des remparts de Séville y el dúo Tais-toi, con Don José. La dirección de Gianluca
Martinenghi, mantuvo una cierta inseguridad durante el desarrollo de la
función, clave para entenderos con el resultado artístico que se presumía más
resuelto después de los ensayos previos.
En el Segundo acto,- en la imaginaria taberna
de Lilas Pastia, un encuentro entre Carmen,
Zúñiga y otros personajes, asistiríamos a la insinuación sotto voce a Carmen, mientras ella coqueteaba con Frasquita y Mercedes
para montar un número de baile con la
canción Les tringles des sistres.
Escena de paso entre chismorreos que
dejaron lugar al coro Vivat, vivat
le toréro y el brindis Toréador en
garde. Los gitanos Dancario-
Gabriel Alonso, y el Remendado- Eduardo Pomares Sainz, voces de contrastada
solvencia de las producciones de temporada- retaban a tres gitanas por un
asunto de contrabando, en oposición a la negativa de Carmen, que se consumaría en el quinteto Nous avons en tête, y en Quand
il s´agit de tromperie. Sonaría en la distancia la voz de Don José, quien alegremente cantaría Halte-là,
por la aparición de Carmen, quien le provocará con su actitud. El cabo debe regresar al
cuartel dejándonos el dúo Je veux dancer,
la romanza de la gitana La fleur que tu
m´avais jetée, y el dúo entre ambos Non,
tu ne m´amais pas, tendrían como respuesta la canción Bel officier, en las voces de compañeros de escena.
En el Tercer acto, revuelco de contrabandistas
entre solistas y coro Écoute, écoute y Notre
Métier, mientras discuten Carmen y Don
José por un asunto de celos a la sombra del juego de cartas entre Frasquita- Susana García- y Mercedes-Irene Zas, voces de acostumbrada
colaboración en programaciones del festival, estarían secundadas por Carmen
en Mèlons;
Et maintenant ; En vain pour eviter. En coro con los soldados Quant au duanier, la salida de escena
mientras Don José les cubría la
retirada. Un paraje inhóspito y acorde
con los recursos pretendidos, ponía a Micaela cantando Je dis
que rien ne m´epouvante; Je vais voir de près. Don José se encontraría con Escamillo-Jean-Fernand Setti, un bajo-
barítono con resuelto aire torero-, intercambiaban
descaradas opiniones que se consumarían
en un desencuentro final con el dúo Je
suis Escamillo; Elle avait pour
amant; Enfin ma colère. Una despedida que cierra el canto distante del
torero: Hòla! José! La bas est la
chaumière; Dût- il m´en coûter la vie.
Para el Cuarto
acto, la supuesta Plaza de
toros de Sevilla, el colectivo de complemento, esperaba la llegada de los
toreros A deux cuartos! con la
aparición de la cuadrilla, entre el bullicio y la entrada de Escamillo-
de nuevo una actitud dentro de las exigencias demandas- vendría del brazo de Carmen, entre la alegría expresada por el coro con la marcha Les voicí!; Et puis saluons au passage…C´est
l´espade, y el juramento amoroso en el dúo Si tu m´aimes, Carmen, cruzándose con el aviso de Frasquita y Mercedes, quienes confesarían que había visto a Don José paseándose por los
alrededores sin que ella presumiblemente mostrase el más mínimo temor. El
Comienzo de la corrida ponía en
escena a Don José, urgiéndola a que volviese con ella, mientras recibía como respuesta el rechazo, arrojándole el anillo
que una vez le regaló. La escena de ofuscación e ira, la resolvía Don José asestándole la puñalada mortal, mientras en el ruedo triunfaba
Escamillo, cerrando la ópera con el Dúo y coro, C´est toi?; Carmen il est temp; Mais
moi,Carmen; Ansi, le salut de mon Âme; Vous pouvez m´arrêter, en un
patético final. Toréador, en garde,
Toréador, toreador frente un Don
José que se lamentaba con el final Vou
pouvez m´arrêter…c´est moi qui l´ai tuée.
Ramón García
Balado
Imagen ©Alfonso Rego