29/10/2025

Mozart: Requiem en Re m. K.626 y la Sinfonía Fúnebre, en Mi m. de F. J. Haydn, por la OSG

 Palacio de la Ópera, A Coruña


Conciertos de la OSG, dirigidos por Roberto González- Monjas, en el Palacio de la Ópera, de A Coruña- días 31 de octubre y 1 de noviembre, a las 20´00 h-,  incluyendo en programa la Sinfonía en Mi m. Hob. I.44 Trauer Symphonie (Fúnebre), de F.J. Hadyn y el Requiem en Re m. K. 626, de W. A. Mozart (Versión de Robert Levin). Para la obra del salzburgués, el protagonismo de Maëlsy Robbins (soprano), Rodrigo Carreto (tenor), Carlos Mena (contratenor), Ferrán Albrich (bajo/barítono), junto al Coro de la OSG, tutelado por Javier Fajardo y la dirección conjunta del titular Roberto González-Monjas.  Sinfonías Sturm und Drang, para la Trauer Symphonie, en Mi m., también llamadas Esterhazy (1766/74) y que en este caso nos lleva a ese período, ubicándose en el catálogo de Breitkopf hacia 1772, detalle que en el Adagio, en Mi M. aporta la idea de que nacía con la pretensión de que fuese interpretado en su propio funeral, anécdota que quedará ciertamente como apócrifa. La obra se dio a conocer en un concierto celebrado en su honor en Berlín  (1809), resultado un vivo ejemplo de esos estilos, por su vigor dramático. Un primer movimiento Allegro con brio, se avanza con un poderoso unísono en forte, aspecto que hallaremos en otras sinfonías. El segundo movimiento, Minuetto allegretto, realza su vuelo por la apreciación del autor, Canone in Diapason, por el desarrollo de su escritura, dentro de tales estrictos parámetros.  El Adagio, las cuerdas en sordina se pronuncian con una sonoridad transfigurada, especie de premonición evocadora de la entrada de la parte tercera del oratorio La Creación, gracias a un acompañamiento continuo de tresillos, para pasar al Finale presto, que remite al  Mi m., obsesivamente monotemático sostenido por el encuadramiento de un breve forma sonata.

Mozart -Requiem, en Re M. K.626- el extraño recibimiento de un encargo que arrastrará leyendas de un comitente inesperado y que en definitiva, dará pie a todo género de especulaciones de sesgos románticos, aquel personaje vestido de oscuro que la leyenda trasladará al mundo del teatro y del cine, ante un músico delirante y en las horas postreras de su vida. Un emisario que pudo haber sido A. Leitgeb, quien se presentaría como intermediario del conde vienés Franz von Walsegg, quien pretendía ocultarse en el anonimato. Perderemos al autor antes que  Kostanza, a la vista de los hechos imprevisibles, se decidiese por confiar en J. Ebler, músico muy estimado, para abordar la conclusión de la obra, aunque tras revisar los primeros compases de Lacrimosa, acabaría rechazando el riesgo, antes de que Süssmayer- fiel compañero y consejero- aceptase retomar a partir del Introito y el Kyrie, ya terminados, los seis episodios de la Secuencia, en las partes vocales, mientras que las instrumentales estaban solamente esbozadas; el Lacrimosa, se interrumpía en el octavo compás (justo en las palabras Qua Domine Jesu Christie, hasta el Hostias, que estaban solo trazados en sus líneas generales. Por su parte, el Sanctus, el Benedictus y el Agnus Dei  (faltan por completo). Süssmayer recopiló el manuscrito para ocultar las marcas de las contaminaciones, completando con devota humildad las partes inconclusas, componiendo finalmente según las indicaciones dejadas por su apreciado maestro.

El Requiem en Re M. K. 626, mozartiano, es quizás una composición abierta a especulaciones, ya que tras su muerte, había finalizado sólo el Introito Requiem Aeternam, además de bocetos del Kyrie hasta el Hostias, y partes solistas para el coro. Fue Konstanza,  la artífice de ayudan a completar el Requiem. La primera audición del Introito y del Kyrie, con instrumentación de Franz Jacob Freistädtler, tuvo lugar en un memorial dedicado al compositor, el 10 de diciembre de 1791, en la Iglesia de San Miguel, de Viena, momento en que quiso convencer a Eybler, miembro del círculo de amistades, que como ya se dijo se negó a asumir el riesgo, esa tarea que retomará Süssmayer, recurriendo a lo dejado por otros músicos como Freistädtler- en el Kyrie-, y la Secuencia, tratada por Eybler, aunque sin reparar en el nuevo camino emprendido por el autor de esta obra, mostrado en el motete Ave verum corpus, donde pretendía encontrar un equilibrio entre contrapuntístico stile antico, el aura operística y un cierto elemento popular relacionado con el conformismo ilustrado del Emperador Josep II. Por esa razón, a la hora  de completar el Lacrimosa, prefirió ahondar en lo que tenía el aria coral con quejosos contrastes sotto voce, acompañado por el plañir de violines, pero rechazó incluir el Amen fugado, en stile antico escrito por Mozart. Este joven colaborador de Mozart,  optaría por sustituirlo por una simple cadenza plagal con tercera de picardía. Dejando al margen  que Süssmayr, se vio obligado a componer el Sanctus, el Benedictus y el Agnus Dei, haciendo uso de leves anotaciones del compositor, que no se han conservado, o que para la Communio Lux Aeterna, realizó una reelaboración del Introito y el Kyrie, sus intervenciones en la instrumentación o en la finalización de la Sequentia, han animado a varios musicólogos en tiempos recientes, a aportar una nueva versión del Requiem, más acordes con las intenciones del compositor. Ya en los años setenta, tanto Franz  Beyer, como C.Robbins Landon, ajustaron la instrumentación a un estilo más mozartiano, pero ha sido en 1991, cuando en torno al bicentenario de la  muerte del compositor. Duncan Druce, Richard F. Maunder y Robert D.Levin, aportaron su propia versión del Requiem mozartiano. Maunder sería el más radical, al rechazar en gran medida la oficiosa labor de Süssmayer, mientras que para Druce y Levin, por el Introito, que para Mozart, el Requiem era una obra eminentemente coral, donde la orquesta debía acompañar con moderación a las voces; eso sí, los tres coinciden en terminar el Lacrimosa, con el requerido Amen fugado. Robert Levin (1947), con estudios en la Harvard University; en la Brooklyn  Friends School y en el Andrew Jackson Highschole, el Conservatoire National de Musique y la École  de Fontainebleau Conoció las docencias de Nadia Boulanger y Suzanene Bloch, realizando  trabajos en el Sarasota Music Festival. Destacan precisamente sus trabajos de investigación musicológica, especialmente en los períodos del barroco y el clasicismo, respondiendo a sugerencias de John Elliot Gardiner, en investigación sobre el repertorio de cantatas de Johann Sebastial Bach, tuvo también como maestro en composición a Stefan Wolpe y ya en este apartado mozartiano, su trabajo de investigación The vanished Word of Wolfgang Amadeus Mozart.

Ramón García Balado

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