11/08/2025

XIII Festival Groba de Ponteareas

 Auditorio Reveriano Soutullo, Ponteareas

 


Dos primeras jornadas para el XIII Festival Groba de Ponteareas, ambos en el Auditorio Municipal Reveriano Soutullo, con un programa que recuperará obras emblemáticas del compositor, un par de ellas incluidas en esta primera cita- día 17, a las 21´00 h-, comenzando por la Sarabanda sobre un tema de Haendel, recurso a la forma musical a la que han recurrido compositores de toda época y que nuestro músico supo abordar para concederle un perfil propio, esa Sarabanda con ancestros en la época colonial y que irradiaría a toda Europa, en cada cultura con su sello de identidad reconocible, siempre bajo un patrón ternario y con un talante reposado y majestuoso. Pieza abocada a integrarse en uno de los tiempos de la suite, siguiendo precisas transformaciones, que en este caso quedará claramente objetivada. Rogelio Groba, tendrá en estos dos primeros conciertos un marcado signo etnográfico y que en el de esta jornada dominical, estará representada por la Suite grovios-alusión al pueblo grovio asentado por memoria histórica a la localidad de Tui. Obra confiada a la Orquesta de Cámara Galega, que dirige su fundador Rogelio Groba Otero y que como tal suite, ofrece un total de siete movimientos: No  arrolo; Na esmorga; No soidade; No andar, No namoro; Na danza y Na pandeirada. El maestro de Ponteareas, respondería a Manrique Fernández en Diabolus in Música: Dende o meu punto de vista, a música tradicional é a materia prima coa que se pode facer arte, xa que o dato folkórico per se, non se pode considerar unha manifestación artística. Nalghuna ocasión expreino comparando ese dato coa pedra: como tal, a pedra non é mais que pedra, pero nas mans dun canteiro habeleidoso pódese converter en arte. De maneira que o papel do compositor ben poidera ser o de elevar o dato folklórico a categoría artística, sublimar a esencia dese dato que é a expresión da natureza galega, do sentir galego.

El maestro de Gulans, tierra de músicos y bandas populares, en una mirada retrospectiva, facilita la posibilidad de descubrir un eje que va de estructuras sencillas a las más complejas. Una evolución en la que queda adherida la huella del momento psicológico del autor, estimulado por el tiempo histórico que le ha tocado vivir, pero también el enraizamiento profundamente gallego que aflora en la práctica totalidad de su trabajo. Y no solamente porque frecuente el trabajo etnográfico, sino también porque sus obras están empapadas de lo que Enrique Franco llamó Generación del 51, El Groba de trabajos como Cantigas do mar e Intres boleses, llevadas a registro por la Sttutgart Kammerorchester, dirigida por Maximino Zumalave; La Gran Cantata Xacobea y London Voices, con las voces de María Orán, Mabel Perelstein, Antonio Ordóñez, Alfonso Echeverría y Jorge Chaminé, dirigidos por el autor; el Concierto para chelo, nº 1, (Fauno ), dirigido por Andrew Litton, con Matts Lidstrom; el Concierto para dos violines y orquesta (Arcaico), con su hijo Rogelio y Javier Cedrón, o el Segundo para chelo y orquesta (Añoranzas), con su añorada hija Clara.   En programa también el Concierto para piano y orquesta nº 12, en La M. K. 414, de W. A. Mozart, en interpretación como solista de Pablo Diago Busto, perteneciente a una tríada con la que alcanzará su climax, proteico por la agógica y el mensaje propuesto, composición del período vienés y que destaca por la variedad de formas. Una obra que para Hönig será un modelo de divertimento vienés merced a su gracia y  poesía mostrando una inventiva melódica y temática luminosa, auspiciada por la tonalidad de la obra a lo largo de sus tres movimientos: Allegro; Andante y Rondeau- Allegretto. El Andante ofrece una melodía sentimental para ceder al tercer tiempo, ideas que anuncian páginas de Le Nozze di Figaro. El grupo de estos conciertos, se estrenaron en el invierno de 1783,, bajo el formato de suscripción en previsión de un público propicio. Para Alfred Einstein, Mozart quería ofrecer tres géneros completamente diversos en la idea de concierto, distintos en cuanto a la tonalidad pero típicos en el espacio de cada uno de ellas. Un primero más ingenuo y pastoril; el segundo más poético y amoureux y el tercero más brillante y convencional, rico en detalles y refinamientos. Witold, cargando tintas, insistiría sobre este aspecto en concreto, y para Minardi, si bien el tono general refleja la misma medida entre tensión sentimental y gracia del Concierto K. 413, la fisonomía expresiva encuentra aquí una identidad inconfundible en la calidad melódica y riqueza de invención que alimentan el discurso, sin que la riqueza se desborde nunca, estropeando los desequilibrios de la página sonora. La serie de estos conciertos, reclama la importancia de sus destinatarios en sus exigencias para la demanda de gran orquesta o también cono cuatro instrumentos solos: dos violines, una viola y un chelo, indicaciones del propio autor. Las posibilidades de ser interpretados con un simple cuarterto de cuerdas, para Paumgartner, resulta posiblemente precoz a consecuencia de los imaginables ambientes musicales de la época, aunque por esas opciones, con poco gasto de exigencia, aparecerían con relativa frecuencia en las audiciones privadas, recurso fácilmente imaginable. En carta dirigida a su padre, confesaba que era la exacta vía intermedia entre lo demasiado difícil y lo demasiado fácil, obras muy brillantes, agradables al oído y naturales sin caer en la vacuidad. Aquí y allá, deberían satisfacer también a los entendidos, pero siempre de manera que los no entendidos puedan quedar satisfechos, aun sin saber por qué. Vendo entradas a 6 ducados, al contado.

Para el día 18, lunes, a las 21 h., en el Auditorio Reveriano Soutullo, de nuevo el Rogelio Groba de tendencia popular sin obligadas claudicaciones por el ciclo etnográfico Presamarcos, en sus tiempos: Foliada; Cantiga; Muiñeira; Alalá y Pandeirada, obra que estarán interpretada por el Ensemble de la Fundación Groba, integrada por Rogelio Groba Otero (violín); Alba Reirís (chelo) y el pianista Diago Busto. Vista hacia las esencias que emergen del fondo etnogalaico, piedra angular de un grupo considerable de su legado con inspiración tradicional al que Groba sabrá definir como In modo antico, pie de entrada hacia el más personal basado en una sintaxis politonal que muestra su base en el intervalo de cuarta aumentada. El maestro con un apartado indiscutible de su catálogo, dedicó obras genuinas de propio cuño, proporcionando a su tierra un patrimonio renovado y universal. Ensoñaciones juveniles desde Gulans, pequeña villa perteneciente a Ponteareas, un medio eminente rural, ocuparon aquellos primeros años que le permitieron interiorizar los colores locales de una rica tradición que servirá como referencia primordial antes de su traslado a Madrid y posteriormente a Suiza, en donde entrará en contacto con nuevas generaciones y el acceso a estéticas renovadas, de las que surgirán las posteriores confluencias con el arte sonoro contemporáneo. Groba con la RFG, por rememorar algún concierto, nos traslada a finales de 1996, cuando se presentó como director para ofrecernos dos de sus obras: As danzas Gulanesas, Suite para cuerdas, en tres tiempos y la Christmas Symphony (En modo tradicional nº 4), una sesión que se completaba con el Concierto para piano en La  m, de Robert Schumann, con Enrique Pérez de Guzman

Enric Granados- Trío para piano. Op. 50-, quizás un capítulo menor en el catálogo de sus composiciones, un músico al que se apreciará por su período romántico- modernista, a partir de Blancafort sobre libreto de Adrià Gual y el desbordante período de Goyescas (1911/6), con seguridad su obra a caballo entre la ópera y el piano. Las obras camerísticas fueron escritas para disfrute de su propio ego personal, una idea de esas apetencias irresistibles para horas indolentes. Granados era un artista incansable y que sabía aprovechar el tiempo libre para divagar a su antojo, razón que dará argumentos a las sesiones interminables que valdrán como laboratorio de pruebas a proyectos inminentes. Obras significativas como el Quinteto Op. 49, este Trío Op. 50, que paso a paso supo abrirse un hueco en las citas de concierto; la no menos apreciada Sonata para violín y piano, que continúan el estilo marcado por obras juveniles entre las que se encuentran Escena religiosa; Intermedios (Misa de la boda de Dionisio Conde); la Pequeña romanza, para cuarteto de cuerdas; los Tres preludios para violín y piano y alguna que otra pieza casi olvidada. El Quinteto Op. 49 y el Trío Op. 50, se estrenaron en el Salón Romero de Madrid, en 1895, dos obra plenas del espíritu del Romanticismo todavía vigente y con aspectos de un localismo descriptivo. La fecha en la que fueron compuestas, se asimila perfectamente al de los estilos de música de salón- muy común en aquellos años-, aunque marcando la oportuna distancia con la música de otros congéneres. Granados, en el Trío Op. 50, muestra en la parte del piano una especial brillantez virtuosística, muy cercana al Allegro de concierto, motivo que lleva a tener en cuenta la infrecuente regularidad en las programaciones de temporada. El espíritu romántico, impregnará este apartado de composiciones, menos presente en el resto de obras de mayor ambición.

La Sonata para chelo y piano, en Sol m. Op. 19, de Sergei Rachmaninov, tendrá como intérpretes a Luka Coetze (chelo) y a la pianista  Marianne Prejvalskaja, del año 1901 y estrenado en Madrid en dedicatoria a su amigo Anatole Bradukov. Cuatro tiempos comenzando por el Lento, introducido por el piano que nos pone en el clima de la obra durante bastantes compases hasta que el chelo logra el mantenimiento de un tempo de Allegro moderato de una tonalidad deslumbrante y febril. El Allegro scherzando puede aportar ideas procedentes de Schumann y hasta de Chopin, por la Fantasiestücke Op. 73, del primero, en un ambiente de cuento fantástico. El chelo termina imponiéndose por medio de una clara frase melódica, en la tonalidad de Mi b M., que ayuda a iluminar este curioso scherzo descrito por galopadas de inquietantes y obsesivas propuestas por el teclado. Una sencilla reexposición y una coda, recuperan el sentimiento original inquieto y sombrío. El Andante, se asimila a una especie de pausa casi intemporal que con suerte nos acerca a Félix Mendelssohn, por su humor típico, un enlazado de dos melodías expresadas en un principio por el piano para hallar respuesta en la segunda en un ritmo ternario. El chelo asciende entre tresillos rápidos que dejan al piano en una situación de dependencia, en un acompañamiento sereno y meditativo, que recupera la sensibilidad de Mendelssohn. El Allegro mosso de conclusión, recupera la vivacidad del Allegro moderato, mostrando un ímpetu ambicioso siguiendo los dictados de la obra de Rachmaninov, un a modo de rondó- sonata tradicional con una actitud sobria en el piano. El moderato será enunciado por el chelo ayudando a crear entre los dos instrumentos un conflicto necesariamente ilustrativo. Será el chelo quien ayude a dar un mayor cuerpo al colorido de la sonata, siempre forzando al piano a pronunciarse en los registros  de mayor exigencia expresiva. Una sonata que dispone de una coda considerable y que se inicia casi con un aire cercano al Andante. Así hasta  completar una stretta que nos deja una impresión de una cadencia postrera y poderosa, que transfigura los temas principales.

Ramón García Balado

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