Escola de Altos Estudos Musicais, Santiago de Compoatela
Una despedida afortunada para el Curso de Cámara Airas Nunes y que para la ocasión, nos brinda la colaboración de alumnos y dos de los profesores, el pianista Claudio Martínez Mehner y la violinista Anna Gebert, en la Escola de Altos Estudos Musicais- día 5, a las 17´30 h.-, comenzando Yuval Shmila, pianista que interpretará el primer movimiento de la Sonata en La m. K. 310, llamada Parisina y pieza de un joven de 22 años, obra que fue difícilmente fechable ubicándola junto a la K. 300 y el K. 316 y la Sonata para violín y piano K. 304, durante aquel período parisino de gratas experiencias, a pesar de coincidir con la muerte de su madre, que marcará la evolución de las obras para el teclado. Habrá quien diga que es la primera obra trágica que recordará precisamente el mundo poético y el cuidado y perfección de las formas tratadas. Un talante expresivo que recuperaremos en óperas como Idomeneo o la Serenata K. 388. Los primeros compases, según Glenn Gould, resultan uno de los mejores inicios de todas sus sonatas, ya que inciden profundamente en el estado de percepción. Una sonata que simplemente ofrece un surtido de vivacidad y vehemencia pomposa que procurará al autor una mejor reputación de la merecida, estamos precisamente ante la actitud mantenida por el temible Glenn Gould. La tonalidad, expresa una desesperación fría y sin lágrimas, dominada por un orgulloso rechazo a cualquier consuelo.
Vivien Walser, con la Barcarola Op. 60, de F. Chopin, saturada de sutilezas y abstractas evocaciones, única considerada como la cúspide de su obra para el teclado, idea que sustentarán artistas como F.Nietzsche y André Gide, subyugados por su lirismo luminoso pleno de resonancias italianizantes condensadas en ese ámbito ensoñador gracias a su poética, en el espacio de sus 116 compases. Aspectos se descubrirán en su acercamiento posterior en compositores como Maurice Ravel, merced a sus sutilezas tímbricas a modo de herencia comprensible del franco-polaco, a tenor de lo que la historia acabe decidiendo. Para entendernos, baste con saber que esa predilección del compositor de Dafnis et Chloe, sentía por nuestro autor de géneros como las Barcarolas.
El trío formado por Ada Aebi (Violín); Philip Karmanov (piano) y Elodie Sigrist (piano), nos descubrirán a la compositora francesa Marguerite Canal, con dos tiempos- segundo y tercero, de la Sonata para violín y piano. Mme Canal (1890/1978), era hija de Marie Dorothée Fauré, profesora de piano y nieta del ilustre Gabriel Fauré, que se formó en el Conservatorio de Toulouse antes de trasladarse a París, en donde fue alumna de Paul Vidal. En 1914, se presentó al Prix de Rome, aunque no fue admitida, como sí lo habían sido Jean Déré, Marcel Dupré y Raymond de Pezzer. En 1920, ganó el Premio por su cantata Don Juan, por unanimidad, recibiendo el reconocimiento de Camille Saint-Saëns, premio que ampliaría al recibido por su cantata Le Poète et la Fée, precisamente en el prestigioso Prix de Rome, con un segundo premio. En el espacio de sus composiciones, destacan las compuestas sobre textos de Baudelaire, Paul Verlaine, Franz Toussaint, Marceline Desbordes- Valmore, llegando a acompañar al piano a la soprano Ninon Vallin. Mencionaremos su ópera inacabada Tlass Atka ou le Pays Blanc.
El Trío Arume, formado en el Conservatorio de A Coruña, está integrado por María Meléndez (clarinete); Laura Ros (chelo) y Romeu Tembrás (piano) y para ellos, el Primer movimiento del Trío Op. 11, en Si b M., de Ludwig van Beethoven, obra que deja opción para tratamiento con violín, en lugar del clarinete, obra que en este Allegro con brio, se anuncia con una pretensión garbosa para permitir en el Adagio siguiente una visión igualmente entusiasta. Página idónea para el lucimiento de la clarinetista, un capricho pues para lucimiento en toda su gama, en contraste claro con la chelista. La fecha de datación sería resulta por la aparición de un anuncio publicado en el Allgemeine Musikalische Zeitung, el 3 de octubre de 1798. La obra hará pareja con otras composiciones para piano y viento, menos frecuentes, se trata del quinteto Op. 16 y que para avezados analistas, resulta un solapado homenaje a Mozart, el trío en igual medida, no se eleva por encima de los escuetos estilismos del siglo XVIII.
Candor Piano Trío: Weronika Bagniewka (violin); Ignazi Krzminski- Iwan (chelo) y Julia María Figueres- Heinz (piano), también contribuye a descubrir a Philippe Scharwenka, en el Trío para piano nº 1, en Do m., Op. 100, en su tiempo Lento tranquillo, un compositor perteneciente a una saga de músicos, compositor y pedagogo (1847/1917), alumno en su tiempo de la Akademia Kullak, de Berlín, y que llegaría a ejercer la docencia en la misma academia, hecho que se confirmará con su hermano Franz Xaver, quien probará fortuna en su traslado a Nueva York. Philippe destacará en la composición por obras como Sakuntala, para solistas, coro y orquesta, una serie de trabajos sinfónicos dentro de la tradición germánica; un Concierto para violín y una apreciable cantidad de obras camerísticas como la que tendremos en el concierto de hoy, obras para violín y piano; viola y piano; chelo y piano, quintetos y combinaciones similares.
De los profesores del curso, Claudio Martínez Mehner y William Carter (chelo), con el Primer movimiento de la Sonata Arpeggione, D. 821, de F.Schubert, conocida composición dedicada por encargo para ese instrumento curioso un tanto relegado por la posteridad, por lo que actualmente suele interpretarse con chelo. Johann Georg Staufer (1778/1853), fabricante vienés de instrumentos de cuerda, construyó ese instrumento para esa especie de violín (por su forma) y de guitarra (por el número de cuerdas), que llevará el nombre de arpeggione, o también guitarra- violonchelo o guitarra de amor. El primer movimiento Allegro moderato, en La m., con un primer tema melancólico expuesto al piano y repetido de inmediato por el arpeggione (chelo), siendo este el que expone el segundo tema, más vivo y danzante. El desarrollo tras un tema anunciado del primero, será llevado por el arpeggione (chelo), dentro de un clima inquietante camino de la reexposición, marcado en lo fundamental por el instrumento de cuerda.
Anna Gebert (violín) y Claudio Martínez Mehner (piano), pondrán la guinda con la Sonata para violín y piano Op. 18, en Mi b M.- segundo movimiento-, de Richard Strauss, una de sus creaciones camerísticas de mayor divulgación entre los músicos entusiastas de este legado, un tanto a la sombra de sus grandes obras y poemas sinfónicos, géneros en los que marcará pauta y que en obras como esta pasaron por los estudios de grabación por artistas como Jascha Heifetz/Brooks Smith; Kyung-Wha Chung/ Krystian Zimermann; Gidon Kremer/ Oleg Maisenberg; Sarah Chang/ Wolfgang Sawallish o Ernö Sebestyén/ Wolfgang Sawallish, siempre versiones imprescindibles y de segura referencia.
Ramón García Balado
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