Palacio de la Ópera, A Coruña
Producción lírica del LXXII Festival de Amigos de la Ópera de A Coruña, recuperando un título tan emblemático como La Bohème, de Giacomo Puccini- días 8 y 10, a las 19´00 h-, con un cuadro de solistas en el que intervendrán los tenores Celso Albelo- Rodolfo-, Pablo Carballido- Parpignol-, los barítonos Massimo Cavallietti- Marcello-, Matteo Peirone- Benoit/ Alidolo- Jacobo Rubianes- Sargento- Manuel Mas-Schaunard- y Alfonso Castro-Durganiera-; las sopranos Mirén Urbieta Sierra-Mimi-, y Helena Abad-Musetta-y el bajo Simón Orfila, en el rol de Colline. J. M. Pérez- Sierra dirigirá a la OSG, contando el Coro Gaos, de Fernando Briones y una puesta escénica de Danilo Coppola, a los que se añade en Coro infantil Cantanbile, en una producción firmada por Luglio Musicale Trapanese.La Bohème, ópera en la que destacan por sus calidades interpretativas las voces solistas bregadas en las exigencias del estilo verista, sigue en la distancia el relato de Henri Murger Scenes de la vie de bohème, a la que dará trato conveniente para el libreto Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, quien sabrán ingeniárselas para situarnos en el medio social de Luis Felipe de Orleans, un vuelco de tendencias que afectará a las artes escénicas de manera primordial promoviendo el surgimiento del verismo. Los años de penurias puccinianas ayudaron a esa entrega ya desde el momento en el que Leoncavallo le estimule a probar con una experiencia que reverberaba en su memoria juvenil. Murger (1822/61), hijo de un emigrante alsaciano, fue el autor de aquel folletín que continuarían la estela en boga y que aparecería por entregas en el diario Le Corsaire y que cuajará en ese relato. Detalles y aspectos de apunte autobiográfico, entremezclados con otros personajes cotidianos. Un analista posterior: Alexandre Schanne- Schnard- terminaría por identificar a algunos de aquellos personajes.
La Bohème, que remontaba a 1892, partía de Ruggiero Leoncavallo- autor de óperas y libretos-, quien pondría en manos de Puccini la posibilidad de escribir el libreto de una ópera de la que desconocía su procedencia, aunque en realidad estaba enfrascado en la escritura de Manon Lescaut, y la intención de responder a la propuesta parecía comenzar a cobrar forma. En resumen y por disparidad de pretensiones, todo acabaría con el enfrentamiento entre ambos. Tendremos a la postre dos Bohème. Una de Leoncavallo para el Teatro La Fenice veneciano, un año después que la de Puccini, aunque la del primero comienza sus andanzas en el Café Momus- que en la de Puccini se ofrece en el Segundo acto, observando en conjunto situaciones más ásperas y diálogos más tensos, con una implicación acentuada en las exigencias veristas.
Será para Puccini la preferencia sobre las pequeñas cosas de vidas comunes, modestas en cuanto a la descripción de las alegrías, las penalidades en común; el ardiente chasquido de las llamas en el fuego, el goteo de los carámbanos en el cuadro invernal del Acto III o el rayo de sol que ilumina cándidamente el rostro de la moribunda Mimì. Asunto que no solo pasa sobre el escenario sino que también deja sus destellos sonoros en la partitura de Puccini, que fijará su atención en puntuales momentos pintorescos tal cual la aparición del vendedor de juguetes en medio del gentío, en la feria de Nochenueva y la escena habitual en la que nos encontramos con la lechera, en la aduana a comienzos de ese Acto III. Una serie de cuadri o retablos que describen la pretensión pucciniana , perfilando la verosimilitud de los detalles. En el transcurso de La Bohème, quedaremos solazados con esos momentos musicales que lo dicen todo de esta ópera irresistible. Esos que se van descubriendo a través de los cuatro actos, de irresistible atractivo para las galas líricas en beneficio de los grandes divos.
De ellos quedamos prendidos. El aria de Rodolfo Che gélida manina, queja y lamento ante una situación poco grata; la consecuente de Mimì, la bordadora de flores, en Mi chiamano Mimi, voz lírica y excelsa o el dúo entre ambos Oh, soave fanciulla, en un éxtasis de arromamiento. En el Acto II, la presencia del coro Aranci, datteri!, en pleno barrio Latino parisino, frente al Café Momus, para dejar paso a otro momento de gran aliento, el vals-aria Quando men vo soletta per la via , con Musetta a la que secundan Alcindoro,Marcello, Mimì, Marcello, Schaunart, Colline y el coro en su conjunto. Para mayor participación de personajes en escena, la entrada del Acto III: Ohé, là guardie.. Aprite, con el coro y Musetta a su aire, y que en lo musical propiamente dicho, el autor se concede ciertas libertades en lo relativo al uso de tonalidades vagamente exóticas, que contribuyen a una recreación ingeniosa y precursora. También el dúo Mimì è una civetta- Rodolfo y Marcell, con Mimì, en segundo plano y su aria D´ onde lieta uscii…culminado en un nuevo dúo que se convertirá en cuarteto: Dunque é propio finita- Rodolfo, Mimì, a los que se incorporan Marcello y Musetta. Llegará el Acto IV, comenzando con el dúo entre Marcello y Rodolfo In un coupé? a expensas de la entrada de Colline, con su aria de queja Vecchia zimarra, acercándonos al final con el dúo de Mimì y Rodolfo Sono andati…y el triste final con los protagonistas Rodolfo, Marcello, Schaunard, Colline y Musetta: Dorme, Riposa…Mimì se nos va en un hálito de ensoñación y pena. La Bohème es más que una especie de cristalización y dominio de determinados procedimientos conocidos anteriormente, resaltando en en especial determinados giros melódicos que son ya herencia de nuestra música.
Ramón García Balado
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