24/11/2023

Trío EnClave en el XXV Ciclo de Outono del Museo Belas Artes de A Coruña

Museo de Belas Artes, A Coruña



Sesión de la serie del XXV Ciclo de Concertos de Outono en el Museo de Belas Artes de A Coruña y con entrada libre-domingo día 26 a las 12´30 h.-, que protagonizará el Trio EnClave que forman el guitarrista Mateo Arnáiz, el vibrafonista J.M. Castro y el contrabajista Ximo Pallás Fuertes. Todos ellos ejercen la docencia en distintos centros, al tiempo que cuidan estas iniciativas en los géneros musicales más sugerentes, como en este caso será el dedicado al mundo del tango. Mateo tras estudiar en A Coruña, amplió fundamentos en la École Normale de París Alfred Cortot, con Alberto Ponce. Realizó algunos registros que definen sus inquietudes en su carrera: Preludios; Capricho, bolero y fandangos; la Suite española de Albéniz, con instrumento de época y con el Dúo Axioma II, otro bajo el reclamo Souvenir de París.  El vibrafonista J.M. Castro, mostró desde sus comienzos interés por el jazz en sus diversas corrientes, con un acercamiento al swing, como aspecto fundamental. Colaboró con formaciones como la RFG, la OSG y bandas de repertorio tradicional siendo además miembro del grupo de percusión Attacca.  El tercero en liza, el contrabajista Ximo Pallás, estudió en la S.M. La Artística de Buñol, comenzando pronto una carrera que le llevó a integrarse en formaciones como Jorvgal; JONC; la JONDE, tras disfrutar del magisterio de Javier Sapiña, Francisco Catalá, Francesco Petracchi, Andrew Akermann o A. Woodrow. Es profesor en el Conservatorio Superior Xan Viaño de Ferrol. 

Tango a la vista, forma se hunde sus raíces en los boliches de carreros y cuarteadores, en los conventillos y casas de mala nota del barrio Sur, desde donde traspasó las cancelas hasta acceder a las clases medias. Las masas que pululaban, solitarias y desarraigadas, en los cafetines entremezcladas con rufianes y tipos marginales, darían acogida a etnias de aluvión desde hispanos a italianos, eslavos o gauchos desplazados. Ejemplo para expresar aquellos mundos, el tango Melodía de arrabal (Mario Battistel/ A Lepera: Cuna de taitas y cantores, de broncas y entreveros; de todos mis amores. En tus muros con mi acero yo grabé nombres que quiero: Rosa, la milonguita; era rubia Margot y en la primera cita la paica Rita, me dio su amor…En general, el protagonista era un perdedor atormentado por el fracaso y ya en la década de los treinta, caerán como aldabonazos los versos más amargos y desilusionados de Enrique Santos Discépolo.

Vuelta atrás en el medio del cabaret escénico y el tango a sus anchas, El 12 de enero de 1918, período temprano y por medio de un aviso en la revista Caras y caretas, la histórica firma de Max Glücksmann, ponía a la venta el disco Mi noche triste (Castriola/ Contursi)-la voz que no podía ser otra que la de Carlos Gardel. Incluyendo otros cinco del dúo criollo Gardel/ Razzano. Tiempos en los que la popularidad adquirida por Roberto Firpo, con su orquesta típica, suscitaron el interés de la compañía Muiño-Alippi, por los  éxitos en el Empire Theatre, de Buenos Aires, sala ubicada en la esquina nordeste Corrientes y Maipú, arrasada 20 años después por el ensanche de la gran arteria porteña. Alippi apostaría por Firpo en calidad de incisivo regisseur, apostando por todos los recursos histriónicos más tentadores. Un aluvión de piezas de repertorio, propias de cabaret, que enlazaba las parejas de actrices, actores y figurantes, en un descollante baile de meta y ponga y como número de relumbrón la primera diva se soltaba con el tango Mi noche triste.

Mi noche triste, había dado cartas de naturaleza a la oficialización del tango, pasando de ser un género sustancialmente bailable a ser un género en el que el canto predomine, consiguiendo las letras un grado de primacía y que tendrá como artistas de nombradía, entre otros a Agustín Magaldi, Ignacio Corsini, Ada Falcón. Azucena Maizani, Libertad Lamarque y una larga lista inagotable, los mitificados Alberto Castillo, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Hugo del Carril. A su servicio, letristas como Contursi, Alfredo Lepera, Celedonio Flores, Santos Discépolo, Cátulo Castillo- sublimes poetas- a los que pondrán pentagramas Enrique Delfino, Julio de Caro, Oswaldo Fresedo, O. Pugliese y otros maestros de agudo ingenio. Tango porque sí, atraerá la atención de H.G. Wells, quien tildó a 1913, como el año del tango; Franz Lehar, incluyó un tango en su opereta La esposa ideal y en Berlín se publicó un álbum con dibujos relativos al mismo. Igualmente, los poetas Vladimir Maiakovski le prestaría sus atenciones a la par de músicos como Stravinski, Kurt Weill o Isaac Albéniz. Osado había sido el Premio Nobel de 1927 Henry Bergson, quien diría que en un giro de tango, se habla más del alma de una  mujer, que en diez tomos de W.Shakespeare.

La emigración gallega en el tango rioplatense, fue tratada en su estudio por Manuel Suárez Suárez, especialista que recuperará a personajes dignos de mención: Eduardo Calvo, Víctor Soliño, José Vázquez, Manuel Parada y Joaquín Barreiro. Para Suárez Suárez: Sendo o tango froito da emigración, correspóndelle ós galegos un anaco do froito que se personifica en autores como, compositores e intérpretes. Xa cando nace o tango, corresponde citar a  un importante poeta nacido en Ribadeo, o emigrante José Alonso y Trelles, o moi coñellido El Viejo Pancho.  Así é como  José Gobello, un fino observador expresa falando de Alonso, que sería imperdonable omitir  este antecedente literario de letras do tango. En 1915, publica un libro de poemas titulado Paja Brava.  Deste libro  Carlos Gardel escolle catro poemas que grava e populariza: Insomnio; Como todas; Misterio e Hopa, Hopa.  El Viejo Pancho, fue un prodigio de adaptación al medio y hacia 1872/3, se fue a Río de la Plata, intentando radicarse en Chivilcoy (la ciudad de Contursi), y después se fue a El Tala, en el departamento uruguayo de Canelones. Sus versos en gallego, no se parecían en nada a las décimas gauchescas que circulaban entonces aunque aquellos versos pueden encontrase como anticipación de muchos tangos camperos.

Ramón García Balado  

 

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