12/12/2025

Javier Ares Espiño, solista de piano para Gershwin con la Banda Municipal

  Teatro Principal, Santiago de Compostela


Sesión de la Banda Municipal de Santiago con su titular Casiano Mouriño Maquieira en el Teatro Principal- día 14, a las 12´00h-, para un programa que ofrece obras de George Gershwin y Joaquín Turina, contando como solista de piano al profesor Javier Ares Espiño, para el Concierto para piano en Fa M, de George Gershwin, en arreglo para banda, completando con otras tres obras de Joaquín Turina. De Gershwin a Turina, es el reclamo de cabecera, en esta matinal en la que Ares Espiño será en reclamo por excelencia, músico que estudió con Natalia Lamas antes de ampliar con Josep Colom, Guillermo González, Luca Chiantore, Domenico Codispoli y en música de cámara con Luís Rego, y ampliar en el Centro Musical Katarina Gurska, en donde recibió asesoramientos de Alexander Kandelai y Nino Kereslidze, comenzando una extensa carrera tanto concertística como docente, con ejemplos como la publicación de la USC, dedicada a Carlos López García-Picos: Música a orillas del Atlantico. George Gershwin, tendrá el Concierto para piano en Fa M., obra en principio para orquesta y que dio a conocer poco después de la universal Rhapsodie in blue, un encargo de la O.S. de Nueva York y su director Walter Damrosh, para presentarse en el Carnegie Hall, el 3 de diciembre de 1925, compartiendo gala con otra obra de Glazunov y las Suites inglesas, de Henri Rabaud, en una cita a la que acudieron primeras figuras del arte y la cultura, aunque no lograse el éxito de la Rhapsodie in blue, pero convirtiéndose en composición de referencia en el ámbito concertante, a la altura de otros grandes maestros desde Rachmaninov, a Stravinski, Prokofiev o el propio Ravel. Un aire de cierto clasicismo que se decide por las innovaciones que le permiten su  época, en cuanto a aspectos rítmicos y armónicos, con detalles como el comienzo con un ritmo sincopado parecido al charleston- un jazz resultón y divagante-, cargado de efectos percusivos con respuesta de fagot; encadenamientos de apuntes procedentes del vals, arpegios del solista, ya desde el Andante con un guiño de blues; un tiempo sin claudicaciones animado en todos sus pasajes que presume una passacaglia, preparando la respuesta sordina de trompeta, de talante improvisado, dentro de una permanente sensación de absoluta libertad, otorgando en todo momento una concesión a la libertad de resolución, acentuada y hasta caprichosa, vía libre y meditada hacia el final Allegro, una maraña de recursos que han convertido a esta composición en un genuino recurso de imitaciones inagotable, como la posteridad supo tomar buena nota, precisamente por la recurrencia a retomar ideas utilizadas previamente en la composición, enriqueciendo con ello los recursos aportados cerrando con el uso tomado del gran motivo inicial. Gershwin impagable y que mereció el reconocimiento de Sergei Diaghilev: Un buen jazz, pero un mal Liszt. Para gustos se pintan colores y hasta esa opinión resultará una evidente subida de tono, y para redondear, no dejaremos de evocar a Maurice Ravel, más próximo de lo que sugieran las comparaciones.

Joaquín Turina, una Marcha militar (1911), obra de juventud y de las que compuso en este género, dejando modelos como La marcha fúnebre al Señor de la Pasión, poco antes de estrenar La procesión del Rocío, siempre obligados encargos y que en este caso dedicará a Manuel Valdivia Cervantes, pieza que pondrá en atriles el Regimiento de Granada, dirigido por Francisco Damas,  las obras de semejante planteamiento, ocuparán un espacio secundario entre su amplio y cuidado catálogo, en las que precisamente sobresalen las otras dos composiciones elegidas, piezas que con cierta frecuencia ofrece nuestra Banda Municipal, las Danzas fantáticas Op. 22, en transcripción de J. McLain, integradas por Exaltación, Ensueño y Orgía, piezas para orquesta compuestas a finales de 1919 y comienzos del año siguientes, para estrenarse en el Teatro Price, dirigidas por el insigne maestro Pérez Casas, con la Orquesta Filarmónica, e inspiradas en la poética de José Mas. Exaltación se abre con un motivo de perfiles rítmicos  que podrá recordar a El aprendiz de brujo de Paul Dukas, a partir de un ritmo sincopado en los bajos, con una danza en 3/8,  seguido de una copla de jota con una tema en terceras y ascendente por grados conjuntos, Exalta precisos apuntes en clímax, hacia un escueto Vivo en forma de puente, revisando así ideas anteriores. El Ensueño, con una entrada sin ambiciones, usa el compás típico de 5/8, que se resuelve en una atractiva melodía con sentimiento popular y etéreo y hasta tiznado de ingenuidad, con sección central en 6/8, quizás un arrebato de hispanismo refulgente hacia una coda en ppp. La Orgía, puro brío y energía desbordante con un temple agitanado que sugiere un estilo de farruca, con un entusiasmo arrebatado y que se confirma en el segundo motivo, para conducirnos a una recapitulación elaboraba en una coda deslumbrante. Joaquín Turina, encariñado con las piezas, escribirá casi de inmediato la versión pianística con excelentes resultados que reflejan la actitud del propio compositor.

Dos piezas de La procesión del Rocío Op. 9 (1912), en arreglo de Alfred Reed, Triana en fête y La procesión, obra para orquesta, estrenada en el Teatro Real madrileño, por la Sinfónica de Madrid dirigida por el maestro Enrique Fernández Arbós, clave en la evolución de su carrera, ya liberado de influencias y ataduras, una obra de la que hará su versión para piano, una especie de poema- fantasía, divida en dos partes: Triana en fiesta y La procesión, sobresaliendo su carácter poemático y peculiar por su valor descriptivo realzado por su edición francesa, en la que se incluía un guión argumental. Una obra que cobra aliento desde la viola de entrada que pasa de inmediato al chelo, creando un espíritu de seguidillas  brillante y jubiloso, dejando espacio a un apunte de copla por parte de oboe, probando con un toque curioso que evoca un garrotín. Nuevas sugerencias sin solución de continuidad hacia sones propuestos por la flauta (dulzaina); el tamboril (caja) que presumen la cercanía de un cortejo, en un aire de de canto insinuado por la cuerda grave. El tema procesional pugna por imponerse desembocando en un aire de seguidillas que poco a poco se desvanece.

Ramón García Balado

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