Teatro Principal. Santiago de Compostela
Concierto de la Banda Municipal de Santiago, dirigida por Casiano Mouriño Maquieira, en el Teatro Principal-día 26, a las 12´00 h-, en el Ciclo con Novos Talentos, en el que será protagonista Artai Isasi Vázquez, Primer Premio del XI Concurso de solistas del CMUS, y reconocido también con el Premio del Público del V Concurso Internacional Maestro Vide, pianista que paso a paso, comienza a ser apreciado ya desde sus primeras apariciones en actividades ofrecidas en el Paraninfo da Universidade y en la Escola Berenguela. En su programa, esta obra que repite con regular frecuencia como es la Rhapsody in Blue, de George Gershwin, que hace pocas semanas nos ofreció Vasco Dantas, con la RFG, dirigida por Baldur Brönnimann, con otras composiciones de Charles Ives, Darius Milhaud y George Antheil. No menos interés tendrá el recordar otra sesión ofrecida por nuestra Banda Municipal en la temporada 16/17, en la que este mismo concierto, fue interpretado por la joven Sara Pinaque García, quien se había formado con Alexander Gold, en la Escola Berenguela, además de ampliar conocimientos con Paul Trein, Claudio Martínez-Mehner, Ivan Citera, Nicolai Demidenko, Elena Kuznetsova, Sara Marianovich, Dmtri Bashkirov o Josep Colom, en el Curso U.I. de Música en Compostela. En aquellos comienzos, había sido galardonada en certámenes como el Jacinto Guerrero (Toledo); el Cidade de Fundâo (Portugal); en de la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo o el Internacional Esteban Sánchez, de Cáceres. Curiosamente, en aquel concierto, se había ofrecido An Outdoor Overture, de Aaron Copland, que hoy repetiremos; el Divertimento for Band Op. 22, de Vincent Persichetti y la Sinfonía nº 5, de Don Gillis.
An Outdoor overture (1945), de Aaron Copland, es pieza que responde a su estilo creativo, en el que no faltan imaginativos compromisos para las artes escénicas, en especial el cine y que dejará constancia en su tratado Música y músicos de hoy, refrendado por los cursos impartidos en la Harvard University, a comienzos de los años 50, y que publicará en su testimonio Música e imaginación y en Cómo escuchar la música. En calidad de creador, se verá en cierto modo limitado, al no lograr calar en profundidad el sentido del Homo americanus, con el sello que había logrado un Charles Ives. También desde el teclado, conseguirá con acierto plasmar una actitud honda y meditativa, con ejemplos como las perspicaces variaciones para piano. La idiosincrasia del autor, compartirá pareceres con otros artistas pujantes del momento, que comenzaban a distanciarse de las influencias europeas, hablaríamos de compositores como Samuel Barber, Earle Brown o el que cobra el protagonismo del día, George Gershwin, entremezclados con los que se dedicaron al cine en preferencia, Alfred Newman, Max Steiner y tantos otros que mantienen su vigencia.
P.I. Tchaikovski- Obertura 1812 Op,.49, en arreglo de Y. Kimura-, obra que fue estrenada en Moscú, por Altani y que sobre el papel, procedía de un encargo de Nikolai Rubinstein, en principio para tres posibles trabajos: uno destinado a la Exposición Industrial y Artística; otro para la conmemoración del reinado de Alejandro II o un tercero para la consagración de la Catedral de San Salvador, de Moscú. Fue el primero el que suscitaría el interés del compositor y a consecuencia de ello, esta obra que demandará campanas, fanfarrias militares ad libitum y recursos de percusión sin límite, condensados en poco más de un cuarto de hora. Para entrada, un coral procedente de un himno imperial, con ecos de La Marsellesa; canciones populares y un permanente sentido de un planteamiento apoteósico para arrastrarnos a las alturas de sonoridades con un fortissimo impactante, que según los condicionantes de cada época, tendrá un enfoque distinto.
Richard Wagner- Obertura del Tercer acto, de Lohengrin-, ópera con inspiración en leyendas medievales nórdicas del s. XIII y que el propio autor tomó según necesidad de esta obra, en un período en el que se encontraba exiliado en Suiza, tras su participación activa en los acontecimientos revolucionarios de Dresde (1848) en los que había participado. Lohengrin se estrenará en su ausencia en agosto de 1850, dirigida por Ferenz Liszt, divulgador a conciencia de su obra. No renuncia con todo a las influencias italianizantes, particularmente en importantes escenas concertantes y el valor concedido al leit-motiv, ya en la obertura de entrada. Su acción, transcurre en la ciudad de Amberes, en la primera mitad del s. X, frente al Rey Enrique (El Pajarero); el Conde Friedrich von Telramund, instigado por su compañera, la Maga Ortrud, quien acusa a Elsa de Brabante de su hermano Gottfried, heredero del trono. En resumen, sobresalen en la partitura los singulares temas del Grial o la escena de llamada de Lohengrin.
George Gershwin- Rhapsody in blue-, opción definitiva del autor en esta forma tras las pruebas de ensayo anteriores que no dejaron de tentarle, una estructura que, en definitiva, le dejaba una mayor libertad creativa, atendiendo a las fuentes que le inspiraron. Todo en ella se veía venir y para los buenos aficionados, resulta el perfecto testimonio estético y social de una época y una forma de vida. Su hermano Ira se queda con un buen trozo en los resultados adquiridos, tras una reunión de probaturas en la casa de Lou Paley, en la que dio a conocer algunos de los fragmentos en ciernes, y de los que saldrá esta Rhapsody in blue, en principio y para el autor, lo que habría de ser la Rapsodia Americana, pero Ira sugerirá este posible cambio de título, tras haber asistido a una exposición en el Museo Metropolitano de Arte, en el que contempló cuadros con títulos como Armonía en gris y verde o Nocturno en azul y verde. Por ello, acabaríamos llegando a este título tan precisamente sugestivo. Paul Whiteman, arreglista de la obra y con profundos conocimientos en trabajos para banda, además de un dotado improvisador, fue artífice primordial del concierto que se presentaría en el Aeolian Hall de Nueva York, anunciado en su fecha como un experimento con música moderna, época en la que las distintas corrientes del jazz, aportaban ideas tentativas en confluencia con otras vertientes clásicas, de la que esta obra es un incandescente ejemplo.
Ramón García Balado
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