Palacio de la Ópera, A Coruña
Concierto de la OSG con su titular Roberto González Monjas en el Palacio de la Ópera de A Coruña- días 1 y 2, a las 20 h-, para un programa que ofrece la Serenata para tenor, trompa y cuerdas, de Benjamin Britten, con la Sinfonía nº 6, en Fa M. Op. 68 (Pastoral), de L. v. Beethoven. Ian Bostridge es precisamente un tenor especializado en Britten- Canticles & folksongs, Les Illuminations o The Turn of de Screw- y en géneros de lied- Die Schöne Mullerin o Winterreise, de Schubert, que le lleva a personajes complejos como Hugo Wolf. En sus dominios, destacan compositores barrocos y músicos cercanos como Stravinski, Janacek, Thomas Adès- La tempestad-, tras estrenarse en el Wigmore Hall y en el Festival de Aldebourg. Realizó su tesis sobre La brujería y sus transformaciones en Inglaterra c. 1650/c.1750. Nicolás Gómez Naval- miembro de la OSG desde 2015, pasó por la Royal Stockholm P., y recibió una beca de ampliación Fundación Albéniz, para estudiar en la Escuela Superior Reina Sofía, teniendo como maestros a Rodolfo Epelde, Radovan Vlatkovich, R. Watkins, M. Thompson y M.Owen. Fue miembro de la JONDE durante un período previo a su entrada en nuestra orquesta.
Benjamin Britten- Serenata para tenor, trompa y cuerdas-, estrenadas por su compañero Peter Pears y el trompa Sinclair Lott, en Los Ángeles (1943), grupo de seis canciones con un prólogo y un epílogo a cargo de la trompa que creará más de un estado de perplejidad, obra sobre distintos poetas, muy acorde con el estado emocional del momento en el que prepara su ópera Peter Grimes. La trompa juega un rol relevante en cada una de las canciones como acentuación y respuesta, a la búsqueda de ese equilibrio expresivo, necesario e incontestable, idea de un post- romanticismo en esa serie de cuatros resultantes, en la serie de breves rasgos estremecedores. Un prólogo instrumental expresivo prepara la entrada de Pastoral- un acercamiento a la poética C.Cotton, en las lindes de ancestrales intenciones, sobre un cuadro mitológico en el que cobra razones el cíclope Polifemo, afirmado por la aparición de la trompa. Un acompañamiento sincopado de cuerdas en sordina, siguiendo al tenor y la trompa, recrea una situación entre ligeros pizzicattos en un ambiente bucólico hacia un nuevo contraste que recupera la presencia de Polifemo. Nocturno, canto resuelto y solar, se enfrenta a la caída de los muros del castillo en la imaginación febril de Tennyson, propio de un país de elfos y que musicalmente se expresa por su cadenza en eco, propuesta por tenor y trompa, que se resuelven en un desvanecimiento apacible. Elegy, es recibida como un susurro en un vaporoso appasionato, con la trompa sobre acordes sincopados de cuerdas que enmarcan el recitativo y la declamación de los Cantos de la experiencia, de William Blake. Dirge(Canto fúnebre) a partir de un poema anónimo del XVI, resulta una marcha nocturna, marcada por dos notas en la voz del tenor, debajo de un tapiz instrumental elaborado paso a paso sobre elementos precedentes en estilo fugado en forma de ground. Hymn-Ben Johnson-, es un aria con ritornello que describe a Diana, tema de importante virtuosismo refinado y ligero, a medias entre ambos solistas. La voz se expresa con el aria Oh! doux embaumuer du posible milieu de la nuit. Sonnet, puro misterio y sensualidad, remite a la poética de Keats, en donde hallamos ese clima aéreo suavizado hasta el extremo, arropado por solo de cuerdas, que nos traslada al Preludio.
Beethoven, con la Sexta sinfonía, Op. 68 (Pastoral), dará un giro drástico con respecto a la anterior, reproduciendo algo que ya había hecho antes: que a una obra agresiva-desafiante, le sucediera otra más suave y popular, La Quinta es violenta y no tiene un programa explícito; la Sexta es un alegre paseo por el campo e incorpora ese título y cada movimiento lleva un subtítulo relativo a un día en el campo. Pero una vez más, se trata de una cuestión de grado, de lo intenso del contraste: La Sexta es la anti-quinta y Beethoven recuperó algunos apuntes sobre la Pastoral, de un viejo cuaderno de esbozos y la terminó en la primavera de 1808, junto después de la Quinta, mientras intentaba conseguir de la burocracia de la corte otro concierto en su beneficio. En la Pastoral contemplamos una de las demostraciones más diáfanas de cómo convertía una idea impregnando la melodía, la armonía, el ritmo y el color. No dudó en cortar, moldear y a veces quebrar los diseños formales heredados para que se ajustasen a esa idea. Luminosas serán sus anotaciones y curiosidades sugeridas, aunque para nada supone una música descriptiva, ya que inicialmente carecía de subtítulo. Cinco cuadros se expanden en ella: Allegro ma non troppo (Erwachen heitere Empfindungen bei der Ankunft aus dem Lande); Andante con molto moto (Szene am Bach); Allegro (Lustiges Zusammensein der Landluete); Allegro (Gewitter Sturm) y Allegretto (Hirtengesang: Frohe und dankebare Gefühle nach dem Sturm). Desde las imágenes agradables al llegar al campo, elaboradas sobre un leitmotiv, con el pedal orquestal de primeros violines, con un aire popular bohemio, una impregnación de pasadas vivencias. La escena a la orilla de un arroyo, con una melodía de violines que se repite entre clarinetes y fagotes, en una actitud de beatitud celestial. La alegre reunión de campesinos en una metáfora de la realidad, con aire de antiguas danzas. La tormenta, en su desmesura anunciadora de las inclemencias no menos esperadas para entregarnos al festejo de alegría y gratitud, agradecimiento de los sencillos pastores en un canto purificador. Obra si cabe panteísta y loa a la naturaleza que busca una pretensión simbólica. Para Riezler, la obra más libre de tensiones por su plenitud armónica que confirma la ausencia de todo conflicto, manifiesto en cada uno de sus movimientos gracias a la intensidad de su trabajo temático. Sería su estimada y confidente Therese von Brussnvik, quien nos recordase: Al maestro le gustaba quedarse a menudo solo en compañía de la naturaleza, su fiel confidente. Cuando la mente estaba cansada y su ánimo confuso, sólo la naturaleza lograba consolarlo. Así, cuando los amigos iban a visitarlo al campo, él se alejaba con frecuencia en busca de mi hermano, para aislarse en Martonvàsàr.
Ramón García Balado
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