24/06/2024

Elisabeth Leonskaja, el Cuarteto Kandinsky y el contrabajista Dominik Wagner, en el VII Festival Clasclás

 Auditorio de Vilagarcía de Arousa

 Concierto de estimulantes perfiles el que nos ofrece el Festival Clasclás, de Vilargarcía de Arousa, en su Auditorio  -día 26, a las 21´00-, con dos obras irrenunciables del camerísmo romántico como son el Quinteto para piano y cuerdas Op. 44, de Robert Schumann y el Quinteto para piano y cuerdas, en La M. D.667 (La trucha), de Franz Schubert.  La pianista Elisabeth Leonskaja, tuvo a bien ofrecernos la grandeza de su magisterio en la sesión de apertura, una clara referencia de la escuela a la que siempre representó y que para esta ocasión estará asistida por el Cuarteto Kandinsky, galardonado en certámenes como el Heidelberg Frühling o la Bienal de Venecia. Agrupación con fundamentos en el Concursos  Gasteig München; el Mozarteum, de Salzburgo; Inventio Music; Chaise Dieu o el Circolo Di Ave. Son el cuarteto Hanna Kandinsky-violín-; Israel Gutiérrez-violín-; Ignazio Alaiza-viola y el chelista Antonio Gervilla, grupo fundado en 2020.   Con ellos, el contrabajista Domink Wagner, y que recibió una beca de la Fundación Anne Sophie Mutter,  con estudios en la Universidad de las Artes, de Viena, teniendo como maestros a Josef Niederhammer y a Werner Fleishmann. Amplió en la Universidad de Nernborg con Dorin  Mara y entre sus premios destacan el ARD Musik Competition y el Bradetich Int. (USA). En el espacio camerístico siguió la escuela de Vera Karmer. Cuenta con un importante registro discográfico Gaessenbauer. Gaessenbauer, para Berlin Classics.

Robert Schumann- Quinteto para piano y cuerdas, en Mi b M. Op. 44-, obra que conocerá su estreno en una matinée a comienzos de1843, con su estimada Clara, con miembros de la Gewandhause, de Leipzig, fecha en la que daba a conocer el primer cuarteto Op. 41.  El Allegro brillante, por los esbozos conservados, fue el último tiempo en completarse. Ofrece un primer tema apreciable por su entrada con dos temas con acordes arrebatadores hasta alcanzar en el segundo una deliciosa cantinela sobre acordes sincopados del piano. Un amplio desarrollo de talante concertante se maneja entre grandes frases simétricas para alcanzar una coda de gran aliento.  In modo d´una marcia. Un poco largamente- segundo tiempo-, acepta el estilo de una marcha fúnebre  en homenaje a la Heroica de Beethoven y al segundo tiempo del Trío en Mi b., de Schubert. El peso de los silencios resulta determinante.  El Scherzo: Molto vivace, recupera la claridad diurna gracias a una cascada de corcheas, mostrando un episodio central en forma de canon modulante. El autor recuperará un detalle de la Romanza  Op. 3, dedicada a Clara y en el segundo trío añade el recurso expresivo de una danza húngara que gustaba especialmente a Mendelssohn. El Finale: Allegro ma non troppo, acentúa las pujanzas pretendidas con un final brillante, que se manifiesta en forma de Rondó-sonata. Un tiempo que armónicamente se desenvuelve dentro de una perceptible ambigüedad.

Franz Schubert- Quinteto para piano y cuerdas, en La M. (La trucha) D.667-, obra de su retiro en Steyr, como encargo de Paumgartner y que para mayor enjundia, recupera el lied Die Forelle D 550. Obra para piano, violín, viola, chelo y contrabajo. El Allegro vivace, destaca la entrada del piano a pesar de que su importancia no es tan considerable y que en definitiva ejerce una labor de equilibrio frente a los instrumentos de cuerda. El primer tema apacible, lo propone el violín, dejando argumentos para el chelo, en valores largos y en pianissimi. Un tema segundo se nos ofrece como un lied, curiosamente danzante, expuesto por el teclado, dejando lugar para tres episodios que se completan con una reexposición colorida y cromática.  El Andante, vale por su lirismo sobre una construcción poco común y en dos partes. Destaca en la segunda el protagonismo del chelo, al que responde la viola en valores largos que dejan una peculiar impresión.  El Scherzo, breve e impetuoso, respuesta buscada para conservar las tensiones, garantiza al piano una serie de acordes sólidos y un ritmo marcado, frente a un trío distendido y contrastante.  El Andantino, el movimiento esencial del Quinteto, gracias a  la serie de variaciones, cinco en total, tomadas del título de la obra. Schubert, enfrascado en sus obsesiones, se aferra al conocido Lied. En conjunto, unas variaciones en las que el lied es tratado en Re b., una preferencia de sus íntimos y entusiastas de aquellas veladas de las que la posteridad conocerá como schubertiadas, término que acuñarán desde entonces, esas reuniones que pretendan homenajearle como uno de los grandes en los ciclos de Lieder. La cuarta variación, por ejemplo, usa por vez primera una tonalidad menor, entre enérgicos acordes trazados por el piano; la quinta variación, en Si b., revela una apreciable dulzura en la que las cuerdas nos sugieren la melodía de inspiración.   El Allegro giusto, tiempo final, no renuncia a la tentación de acercarse a los populares zingarismos típicos del momento y de gran arraigo entre todo tipo de compositores. Se habla del buen talante y de la alegría dominante, quizás por ese retiro que parecía disfrutar en Steyr, en 1819, rodeado de amigos que la ayudaban precisamente cuando encaraba sus mejores trabajos camerísticos.

Ramón García Balado

 

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