04/06/2024

Dende o paralelismo: Banda Municipal, danzas húngaras y eslavas

 Praza das Praterías, Santiago de Compostela

Concierto en As Praterías  de la Banda Municipal con su titular David Fiuza Souto en ese apartado de Postais Ciclo III- día 6, a las 20´00 h.-, con un programa asentado en el patrón Dende o paralelismo que recurre a selección de piezas de gran dominio público tomando una selección de Danzas húngaras de Johannes Brahms y de Danzas eslavas, de Antonin Dvorak, tan habituales en los repertorios de las grandes orquestas y que no desdicen lo más mínimo en estas adaptaciones para banda, hermanándolas por lo que de común tienen en su evolución histórica y por la afinidad estilística entre ambos compositores. Johannes Brahms, no dudará en recurrir a sus composiciones para el piano para trasladarlas a nuevas perspectivas en sus populares composiciones orquestales, tan apreciadas igualmente por las bandas de música. Un ejemplo lo tendríamos igualmente en otros trabajos para el piano o en las Variaciones sobre un tema de Haydn, en Si b, del año 1857 o en las respetables canciones populares arregladas para coro de 4 voces sin acompañamiento y en los arreglos personales de temas procedentes de los Zigeunerlieder, una actitud que ayudó a engrandecer la figura del compositor. Más que los valses, habían sido estas Danzas húngaras para dos  para dos pianos, publicadas en 1869, excelente muestra de ingenio y asimilación de las posibilidades de tomar en préstamo, esas piezas de dominio público, piezas para todo tipo de entretenimiento, como las canciones de taberna y las que las familias utilizan en el ámbito doméstico, de las que sabrá extraer el ingenio de las posibilidades de los llamados zingarismos de procedencias dispersas y que en buena medida habían sido recopiladas por maestros como Reményi. No sorprendía que el conjunto de estas danzas lograse un éxito inmediato, conservando sus virtudes y natural frescura artística. Un Brahms menos ambicioso pero no menos dotado de sus grandes capacidades creativas, elevando las piezas a un nivel superior en cuanto a su factura de elaboración. Otros músicos se atreverán a repetir la experiencia a partir de esas propias piezas. En 1880, se publicaron dos cuadernos de Danzas húngaras, que incluían tres piezas originales (números 11, 14 y 16), piezas de artística elaboración y de mayor profundidad en cuanto a resultados, ofreciendo mayor ingenio del autor en los resultados  que la inspiración de procedencia.

 Brahms, entre sus compañeros de generación, fue el músico del XIX, fue en resumidas cuentas el que demostró una mayor pasión y conocimiento de género, disfrutando precisamente de la excelente relación con el violinista Eduard Reményi (1828/98), colega de aventuras juveniles en las que no faltarían estas aproximaciones a la tonadas populares. Cuando se acompañaban mutuamente- al piano y al violín- solían  intercambiar pareceres para avivar el ingenio sin la menor cortapisa y de ahí vendrá la serie de las Danzas húngaras recopiladas entre los años 1852/69, siendo la forma en esencia más sencilla que las tan aceptadas como las de Ferenz Liszt, músico también venerado y admirado. Una primera serie de esas danzas, las dio a conocer nuestro artista en 1869, en una total de diez obras tanto para piano solo como para piano a cuatro manos. Las orquestaciones serán afortunada consecuencia de lo que actualmente disfrutamos con detalles como la conocida número 3, en esa transcripción orquestal, inspirada en Tolnai Lakadalmas, una canción nupcial de Rizner o la número 4, de un talante turbulento y desaforado.

Antonin Dvorak con selección de Danzas eslavas, un calco visible de una parecida aventura en lo relativo a la inspiración. Unas Danzas eslavas a flor de piel que participan del sentir profundo de ánimos ancestrales que como bien sabemos nos encontramos en la mayoría de sus obras de todo rango. La serie de danzas que llegarían en doble ciclo desde una primera entrega aproximada del año 1878, gracias a la mediación de su estimado editor Fritz Simrock, entonces en la versión para el piano a cuatro manos, preparando la siguiente para 1887, siempre bajo el mismo impulso creativo que dejará como resultado un total de 16 piezas, predominado precisamente aquellas melodías de profunda raíz popular. Un sencilla visión de soslayo a tantas de sus obras de otros géneros, nos traerán aires claramente reconocibles por esa procedencia eslava, de la que Dvorak, junto a otros compañeros de travesía, asentará un futuro de amplias perspectivas. Piezas como la que se encontramos en la serie de los poemas sinfónicos, no hacen más que acrecentar su prestigio y personalidad. Entremedias, nos vamos tropezando con aromas tradicionales compartidos entre esos países eslavos, aceptando de la misma forma obras como las oberturas sinfónicas de gran colorido instrumental y sonoro, las cinco que se reparten entre Mi hogar  Op. 62; En la naturaleza Op.91; Carnaval Op. 92; Otelo Op. 93 y Los Husitas Op. 67, junto al conjunto de las Rapsodias eslavas Op. 45.

Ramón García Balado   

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