Palacio de la Ópera, A Coruña - 01/02/2024
Sesión de la Orquesta Sinfónica de Galicia en el que Daniel Lozakovich fue solista del Concierto para violín, en Re M. Op. 61, de Beethoven, bajo la dirección de Gabien Gabel, completando programa con la Sinfonía en Si b M. Op. 20, de Ernest Chausson. El violinista, de ascendencia bielorrusa y con raíces en Kyrsyz, se formó en la Universität Karlsruhe, antes de ampliar en Ginebra con Eduard Wulfson, consiguiendo un Primer Premio del Concurso Internacional Vladimir Spivakov, de Moscú, logrando una plaza como primer violinista invitado del Teatro Mariinsky, dirigido por Valeri Gergiev. Recibió también un Gran Premio del XV Festival de Pascua de Moscú, momento en el que recibirá la confianza de sello DG, como artista de élite. Grabó un registro de lanzamiento con obras de J.S. Bach, con conciertos y partitas suyas y un segundo trabajo de notable aceptación None but the lonely Heart (2019) y una nueva entrega con el Concierto para violín de Beethoven, con la Munchen Philharmoniker. Se maneja con dos instrumentos en preferencia: un Ex Baron Rothchild Stradivarius Menuhin & Son y un Le Reyner Stradivarius (1727), cesión de Lunk Moët Hennesy Louis Vuitton.
Gabien Gabel (1975), joven director, fue galardonado con un Primer Premio del Concurso de París, de 1996 y en su formación fueron determinantes sus estudios en la Hochschule für Musik Karlsruhe, llegando a recibir el reconocimiento internacional por la obtención de uno de los premios más relevantes, el Donatella Flinck Conducting Competition (2004). Fue asistente de la London Symphony Orchester y director durante un largo período (2012/21), de la Orchesta Symphonique Quebec. Pasó por la Orchestre Français des Jeunes y fue director invitado de la Tonkustler Orchester.
Beethoven con el concierto de los conciertos, el Op. 61 en Re M., como lo definía J. Joachim, obra de 1806, en sus tres tiempos: Allegro ma non troppo; Larghetto y Rondó: Allegro, período en el que el autor, soportaba el fracaso de su ópera Fidelio, al tiempo que firmaba el ciclo de los monumentales cuartetos Razumowski Op. 59. Se guardaba un boceto de otro de los años finales de Bonn, que poco servirían al autor, quedando como intentos las dos romanzas Op. 40 y Op. 50, de tres años antes, dejando al amparo de la pertinaz insistencia en la posibilidad de abordar una obra tan exigente, que será piedra angular de este tipo de composiciones para Szigeti, mientras Kreutzer y Rode, agotaban el gusto de la época con vacíos pasajes virtuosísticos en carreras de stacatti y diabluras sobre la cuarta cuerda, nuestro artista sabrá sobreponerse al semejantes condicionantes. Será Lenz quien realce en el Larghetto la suave poesía de las Georgicas, de Virgilio.
El Allegro ma non troppo, se enaltecía gracias a la melodía que lo subyuga, elevada por un golpe de ingenio provocado tras los apuntes del timbal, en una acentuación rítmica, especie de latido impulsivo e hipersensible, que contribuyó en gran medida a una sensación de espera, tiempo en su exposición, que resuelta en la idea de Lozakovitch, dejaba la impresión de lo que fue el concierto en toda su extensión, que se manifestaba en el conjunto de los dos temas que alternaban entre ellos, fecundados por la tonalidad de la obra. Una cadenza generosa en su extensión para una interpretación llevada al límite hasta lo imposible. El Larghetto, propuso una serie de líneas tenues y dispersas, en parte tomadas del primer movimiento y en esencia más sosegadas, con un valor fundamental a cargo de las cuerdas de manera sosegada, dentro de una vaga solemnidad dominado el protagonismo del solista- tiempo que llegó a calificarse como inejecutable- y que ayudó a apreciar en lo estético como una impresión de una sublime romanza, a partir de un tema culminado por una serie de seis variaciones, para redondear un refrain enfocado hacia el Rondó Allegro, que navegaba sobre una tonada de inspiración popular de un humorismo atrevido, calificable como un alborozo asilvestrado- según agudos desplantes de especialistas de la época-, para mayor apreciación, no se dejará en el olvido la transcripción para piano, sin mayores pretensiones que las de reproducir a originaria para violín y que sería editada por M.Clementi. El concierto recibido con rechazo en su estreno, volverá a recuperarse con Tomasini, en Berlín; con Baillot, en París (1828); con Vieuxtemps, en Viena (1833), también con dudosa fortuna, antes de que Joseph Joachim (1844), le glorifique, siendo todavía un adolescente en Londres, con la dirección de Mendelssohn, un hito para la historia.
Ernest Chausson con la Sinfonía en Si b M., Op. 20, composición de 1889, y que valdría como antelación de su obra señera el Poema para violín y orquesta y de Noche de fiesta, celebrado poema sinfónico, verdadero patrón del Romanticismo francés del XIX, como apuesta personal y reflejo de un momento histórico, con un talante ostensiblemente pesimista, en la que destacan las influencias de César Franck, con atisbos de insalvables dependencias wagnerianas, de las que pretenden distanciarse los compositores franceses.
Para Gabien Gabel, una garantía de sus preferencias artísticas. La obra se completó en 1890, poco antes de que se estrenase bajo el patrocinio de la Societé Nationale de Musique, en la Salle Erard, tutelada por el autor, con gran acogida al año siguiente, preparando el éxito de relumbrón en Berlín siete años después, con Arthur Nikisch, en dedicatoria al pintor Henry Lerolle. Tres movimientos a partir del Primero Lent –Allegro vivo, con una sencilla introducción de cuerdas que dejaba paso al clarinete y trompas, recreando una atmósfera lírica y regular en sus fraseos, hacia una exposición con trompas y fagotes, con intervalos en tutti por la orquesta, abocada a una tensión rítmica e impulsiva, que cierra con pasajes de inspiración melódica.
El segundo tiempo Trés Lent, mostraba el complejo trabajo de su elaboración en la escritura y que para Jean Gallois, resulta una especie de amplio ceremonial de un poderío poco común, por la densidad de su trazado, quizás un lamento con recursos emocionantes en sus pretensiones que surgen desde un amplio tema propuesto por las cuerdas medias y graves, perceptibles en un breve motivo de tres notas ascendentes que se manejan por intervalos de terceras. Un segundo tema, a cargo del corno inglés, con las cuerdas, nos ofrece una melodía que evoca la mélodie Le temps de lilas.
El tercer tiempo Animé, se acercó sin el menor reparo al estilo de su apreciado César Franck, gracias al uso asumido a conciencia de ideas y motivos tomados voluntariamente de los dos movimientos anteriores, dominando los detalles de gran audacia recreados por las cuerdas en su necesidad de marcar la pauta, para proseguir en respuesta con los instrumentos de metal que dinamizan el poderío en conjunto de toda la orquesta; un pasaje de transición con las cuerdas, cedían el pertinente protagonismo expresado en forma de tutti por toda la orquesta, para encontrarnos con un fortissimo exultante. Fueron las trompetas quienes se impusieron a los demás instrumentos de metal, el temple de la sinfonía preparando la evocación de un tema del comienzo.
Ramón García Balado
Daniel Lozakovich
Orquesta Sinfónica de Galicia / Gabien Gabel
Obras de L. v. Beethoven y Ernest Chausson
Palacio de la Ópera, A Coruña
(publicado en. ritmo-auditorio)
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