Centro Galego de Arte Contemporánea, Santiago de Compostela
Elvira de Hidalgo y María Callas
Aproximación
desde distintas perspectivas a la figura icónica de María Callas en una propuesta en el CGAC- viernes día 2, a las 20´00 h-, coordinada por Carmen Hermo y la charla- coloquio de
la musicóloga Rosa Fernández, en lo
que supone un Meet and greet al que
se incorporan la soprano Lucía Iglesias
y el acompañamiento pianístico de Ludmilla
Orlova. Una compañía al servicio de los asistentes que podrán disfrutar de
íntimos secretos en los más distintos soportes que ayuden a ampliar
perspectivas de la mítica soprano. Rosa Fernández, la ponente, tuvo ya
proyectos presentado en el CGAC, como
el dedicado a unas charlas centradas en la ópera actual y más recientemente,
dentro de las Xornadas de Música Contemporánea
anteriores, dedicó dos charlas a esta temática: As dramaturxias vocais fora da ópera y As dramaturxias vocais na ópera. Rosa Fernández es Doctora por la
UAB, investigadora del Institute de
Recherche Musicale de La Sorbone; Académica
de la Reial Ac. Catalana de Belles
Artes (2006); becada por importantes Universidades que la llevaron hasta
México; autora de proyectos I+D. de la
USC; trabajos de investigación para la Università
de Musicología de Milán y cuenta
con un libro dedicado a la composición actual en Galicia, complemento perfecto
con las labores dedicadas a la interacción con los medios audiovisuales.
Comisarió otros proyectos para formaciones como la ONE, el Auditorio Nacional;
el Centre de Música Contemporánea de Barcelona o la Instalación Sonora en 12 canales
ARGOT, Laberinto fluido, encargo
del propio CGAC.
En su asistencia con apuntes vocales, tres piezas operísticas de conocidas arias a cargo de la soprano Lucía Iglesias, acompaña por la maestra y reconocida repertorista Ludmilla Orlova, soprano apreciada desde su primeras apariciones en el añorado Festival Mozart, de A Coruña, dirigida entonces por Víctor Pablo Pérez, en el Werther de Massenet, que tendrá continuidad en La Cenerentola (Rossini) y Di Zauberflöte (Mozart). Hace un par de años fue invitada para un recital de Lírica-Inclusiva de Amigos de la Ópera de A Coruña, con Manuel Burgueras, obteniendo galardones como el Premio Gaos, de Compostela Lírica y el Mirna Lacambra. Asistió a masters de Mariella Devia, Deborah Polaski, Lissette Oropesa y Nadine Sierra. Ludmilla Orlova, repertorista por excelencia, es una pianista a la que asociamos por su trabajo con la personalidad de Alberto Zedda.
Tres páginas en apreciable complemento con la charla-coloquio: Benedette queste carte!...Della crudelle Isotta, de L´elisir d´amore, de G. Donizetti, rol de Adina, en el Primer acto, desparpajo en ese estilo de género buffo de esta operita que para el mediano aficionado, destaca por la irresistible romanza Una furtiva lacrima. Gioacchino Rossini, por el aria Non da follia magiore, de Il turco in Italia, para Alberto Zedda, en las Divagaciones rossinianas, un melodrama jocoso con apuntes de comedia de carácter, clave para indagar la actitud conceptual del autor, una comedia musical con connotaciones burguesas que remiten a Hoffman y Feydeau. Fiorilla, en ese rol, se distancia de la desinhibida Isabella, en medio de curiosos personajes como Selim, Don Geronio o Narciso. Para completar, el aria de Lauretta O mio babbino caro, del Gianni Schichi pucciniano, tan despiadadamente tratada en contexto ajenos a la lírica, con inspiración en La Divina Comedia, de Dante de este Trittico siempre bien recibido.
La Callas mítica y venerada. Para Arturo Reverter, es artista que subyuga por sus roles como lírico-dramática. Una soprano que dominaba los registros del canto di sbalzo- súbitos saltos interválicos-,(ejemplo clásico es su interpretación verdiana Abigail (Nabuco), del trino, de las más variadas agilidades de la messa di voze- célebre es su Enzo, come ti amo, de La Gioconda-, sus escalas cromáticas eran ejemplares-Norma, y Lucia, nos ilustran al respecto-, al igual que sus ataques a plena voz y, en particular, sus filados, sus voces apagadas y etéreas. Una cantante capaz de ofrecer una imagen vívida, de un dramatismo impresionante, como el que ofrecía de Medea (Cherubini), o como la que en paralelo, brindaba la turbia Lady Macbeth.
Terenci Moix, mitómano sin excusa, embriagado por su presencia y figura, destacará su importancia como un caso único con sus virtudes y defectos de la recuperación del modelo de la soprano absoluta, vigente en la lírica del XIX, y desterrado después en provecho del verismo. Basta con escuchar sus clases magistrales en la Juilliard School, para comprender que el genio no se debía únicamente a un milagro de la naturaleza, ni desde luego a una cuestión di gusto. Cierto que contó con unas condiciones naturales privilegiadas, pero no llegaron a la cumbre sin un profundo proceso de racionalización, patente desde aquellas clases famosas. Que su carrera fue el triunfo del genio dirigido por la inteligencia parece hoy fuera de toda duda. Su profesora Elvira de Hidalgo, revelaría que forzó los recursos propios de su voz, propia de contralto, para enfrentarse peligrosamente a las elevadas exigencias del bel canto.
Agustí Fancelli, por añadir a otro respetado analista, dirá que construyó el mito de su voz sobre las cuerdas vocales. Poseía una voz que declamaba cantando: lo nunca visto, en un escenario operístico. Una voz apoyada en el fiato (respiración), que por encima de todo decía y al hacerlo se convertía en teatro puro. Con imperfecciones, ciertamente- arriba el sonido tendía a abrirse sin demasiado control- pero con una fuerza de arrastre imparable: La Divina no conoció límites de repertorio y por ello recibió el nombre de La Absoluta. Antes de su gran etapa triunfal, había cantado nada menos que Wagner (Tristán e Isolda, Parsifal, La Walkiria), para afirmarse posteriormente en el repertorio belcantista, verdiano y verista, sin olvidar Mozart, Haydn o Gluck…Tanta versatilidad no es de este mundo: entre Isolda y Norma; entre Violetta y Medea, las cantantes mortales suelen hallar una barrera infranqueable. No fue su caso.
Ramón García Balado
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