Teatro Principal, Santiago de Compostela
El arte plástico de Frida Kahlo sirve como argumento para las citas que nos convoca la Banda Municipal con su titular David Fiuza Souto en una serie de conciertos didácticos y familiares en el Teatro Principal que ocupó las mañanas de los días 11 y 12, culmina el domingo día 14, a las 12’ 00 h-, para un espectáculo de cuento fantástico ente la niña Frida y su querida abuela quien había disfrutado de una intensa relación de correspondencia con la mítica pintora mejicana. Darán argumentos a este tentador entretenimiento enmarcado en la serie Postais-Concertos en familia, del que serán artífices la actriz Cristina Collazo, el actor Martiño Mato, la directora escénica Rocío González, la coreógrafa Olga Cameselle, aprovechando el ingenio creativo de la banda sonora de Manuel Otero Paino, artista bien conocido en estas especialidades de entretenimiento, por su protagonismo con agrupaciones como Pista 4; un tratamiento personal de la Historia del soldado, de I.Stravinski, junto al maestro Joam Trilho; un Don Giovanni, para Amigos de la Ópera, de Vigo; En pé de Pedra (Matarile Teatro); Illa Reunión, con el Centro Dramático Galego; Ollada Sobre o Museo, compartido con Alexandre Salgueiro, un compromiso para el Museo do Pobo Galego; Travesía do Alén, sobre la poética de Manoel Antonio (Catro a Catro); O Silencio, poema de María Rosende, para orquesta de cámara y coro a cinco voces. Destacan sus actividades con la Banda Recreativa Cultural de Bandeira, con la que se estrenó como director incluyendo en programa ¡Olé! Contrabandistas de Ramón García i Soler; La tormenta del desierto, de Ferrán Ferrer y All Glory Told, de James Swearingen.
Frida Kahlo, asimilada a la personalidad de Diego Rivera, quienes marcarán un espacio en la épica de las artes mejicanas, aquella escuela que se repartía entre pintores y muralistas, de las que Rivera había sido un dinamizador primordial junto a David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, Orozco o Carlos Mérida. En los fundamentos, una profunda creencia en la exaltación de la lucha revolucionaria y que conducirá al propio Rivera a confirmarse en la deriva de la fuentes precolombinas, en una identidad nacional. El muralismo, fue uno de los fenómenos más conmovedores de una sociedad necesitada de afirmaciones externas e internas, a la caza de orgullos y reivindicaciones, urgida del reconocimiento de los suyos en el extranjero y requerida por estímulos internos. El muralismo que propiciaba en forma simultánea arrogancia en un compromiso público y colectivo.
Frida Kalho y Diego Rivera, pedestal arquetípico que conserva su valor icónico en nuestros días. El período que ocupa el par de años 1937/8, será el que ocupe la inmensa mayoría en los que ella pintó la mayoría de las obras que había realizado en los ocho años precedentes. Se aceptaba que las aguas de su relación personal y artística se habían calmado, llegando a la situación en la que ella se permitía la burla de las conquistas de Rivera. Un humor que se había se había vuelto una auténtica arma arrojadiza contra la tristeza y los estados de pesadumbre, logrando concentrar y disipar sus frustraciones. Una actividad unida a una intensidad emocional arrebatadora, en la que disfrutaba de un luminoso estudio al lado del entusiasmo del universal muralista, quien no dudaba en alabar los trabajos de su compañera. El marcado primitivismo dentro de una incorporación a los estilos populares, imponiendo su potencial simbólico, una curiosidad que le venía ya desde los años de adolescencia, en aquella aparente simplicidad auspiciada por una apabullante curiosidad. En su beneficio, aquel profundo conocimiento de la historia del arte, que facilitará su constatación en el dominio de la técnica observada en los grandes artistas y que se ampliará en su proximidad a las principales corrientes. El propio Rivera, la animaría a participar a comienzos de 1938, en una exposición conjunta organizada por la Galería de Arte de la Universidad de la Ciudad de México, en medio de una respuesta desigual aunque sus cuadros recibiesen una entusiasta acogida. Consecuencia de la misma, sería el encuentro con el galerista neoyorquino Julien Levy, impulsor del surrealismo en los Estados Unidos y que la invitó a presentar obras suyas. Traería como rédito el conocer a André Breton, vanguardia del surrealismo, quien no renunció a confesar una profunda admiración por ella.
La ópera contemporánea, ha dejado frutos reciente en torno a la pintora. Kalevi Aho (1949), alumno de Rautaavara y Blancher, compuso Frida y Diego, sobre texto en español de Maritza Núñez, mostrando una música de una claridad sobresaliente y un dominio de la resolución escénica con gran eficacia teatral. Marcela Rodríguez (1951) alumna de Julio Estrada, Leo Brouwer y Klaus Huber, quien destacaría por su ópera La Sulamita, abordará poco después Las cartas de Frida, basada en textos escogidos de la propia pintora, en un momento en el que la música iberoamericana pedía paso. Ángel del Castillo (1981), con formación en Valencia y Génova, artista que cultivará frentes diversos, ofreció como primera obra de interés Antifrida, en torno a la pintora Frida Kahlo, espectáculo que, a su vez, fue preparatorio para Antimedea, en el que recreará el mito de Medea.
Ramón García Balado
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