11/01/2024

Juanjo Mena dirige a la OSG, en la Sinfonía nº 9 en Re m., de Anton Bruckner

 Palacio de la Ópera, A Coruña

Juanjo Mena, director de confianza de la OSG, con la  Sinfonía nº 9, en Re m. de Anton Bruckner- días 12 y 13, a las 20´00 h.-, tras haberle tenido con nosotros la primavera pasada, abordando el Concierto para violín de Britten, con James Ehnes; Scapino (Comedy Overture), de William Walton y la Primera sinfonía de Edward Elgar. Mena, prestigiado director  que tuvo  como maestros a Sergiu Celibidache además de seguir las docencias de C.Bernaola y E. García Asensio, gozando de una notable trayectoria desde los comienzos que ayudaron a proyectar su carrera con formaciones que van desde la Berlin P.O. a la Nacional Danesa, la Tönhalle Zürich, la ONE, la BBC P. O, con la que estuvo siete años, colaborando en el Royal Albert Hall y los Proms BBC; la O.S. de Bamberg, la O.F. Bergen, los teatros Carlo Fenice (Genoa) y alla Scala; y un período de orquestas americanas que comenzaría con la de Baltimore. Entusiasta de la ópera, dejó huella en el Teatro Real- Juana en la hoguera (A. Honneger), o La demoiselle élue (Debussy), que se añaden a títulos como Elektra (R.Strauss); La vida breve (M. de Falla); Billy Budd (B.Britten); Der fliegende Höllander (R. Wagner); Le Nozze di Figaro (Mozart) o Fidelio (L.v. Beethoven). Entre sus registros contamos con la Sinfonía nº  6, de Bruckner, con la BBC P.O, para el sello Chandos. En 2017, recibió el Premio Nacional de Música.   

La Sinfonía nº 9, en Re m. A 124, de Anton Bruckner, obra inconclusa parece dejar constancia de su verdadero valor testimonial y particularmente en su tercer tiempo Adagio, obra que en su resumen tendrá el beneplácito con la presentación vienesa del 11 de febrero de 1903, bajo la atenta observación de Ferdinard Löwe, a pesar de las insalvables alteraciones persistentes a la que era proclive el autor, apurado por las obsesiones neuróticas que fueron un auténtico suplicio a lo largo de su vida. Deryck Cooke, perspicaz estudioso de su trabajo, aceptaba que la obra quedó en tal situación- con la falta de un Finale previsible), y su publicación habría de esperar 38 años, antes de la primera de 1903, por Doblinger (y después por Eulenburg, Peters y Universal), una versión y orquestación para su primera interpretación de la obra en aquel año. Una primera partitura enteramente falsa y que la posteridad no utilizará. La propia del autor, se dio a conocer por la Bruckner Societät, editada por Alfred Orel y la edición Nowak que le siguió, es una reimpresión idéntica a las planchas de Orel, salvando la corrección de algunas erratas.

Para la actualidad pues, se recurre a la Originalfässung, salvando problemas de interpretación crítica y en lo relativo a aquel posible Finale de conclusión, no vendrá muy al caso ya que a partir de bocetos dispersos, nos atendremos a los cuatrocientos  ochenta compases, poco sentido hubiese tenido cualquier especulación sobre este tiempo, bastando para mayor certificación testimonial con ese Agadio (Sehr langsam, feierlich). Aquel Finale que deseaba obsesivamente terminar en medio de agobiantes problemas de salud y que dan idea de lo que buscaba en medio de súbitos arrebatos místicos. La muerte le sorprendió y en sus exequias, celebradas en la Karlskircher, el 14 de octubre de 1896, se interpretaron en su homenaje su obra Germanenzung, llamada In Odins Hallen ist es licht y Libera, de Herbeck, además de la letanía de Schubert Para el día de las almas. Hans Richter, con un grupo de metales de la Viena P.O, ofreció el Adagio fúnebre de su Séptima sinfonía, en memoria de R.Wagner. Una sinfonía que, en conjunto, es un Adiós, merced a los abundantes recursos de obras precedentes: Kyrie y Missere, de la Misa en Re m; Benedictus, de la Misa en Fa; detalles del Final de su Quinta sinfonía en Si b M. e inspiraciones sobre pasajes plenamente admitidos.

Feirelich, Misterioso (Solemne y majestuoso), a caballo de tres temas a partir de un primero extenso, reafirmado por ocho trompetas in crescendo, para acentuar la idea fundamental en un tutti fortissimo en acordes descendentes, cediendo a un pasaje en piano de cuerdas densamente expresivo, manifiesto de la voluntad claramente bruckneriana, al que responderán las trompetas con voluntariosa actitud de respuesta. El desarrollo se reparte entre ideas en un posicionamiento de crescendo, tal cual podemos esperar, dentro de un continuo de pulso obsesivo y que en los metales alcanzará la característica dimensión de apabullantes dimensiones sonoras.

El Sherzo (Bewegt, lebhatf), en sus términos se define y propicio para el espacio que ocupa, tal cual había hecho en la sinfonía anterior, un Scherzo sobrecogedor por su actitud igualmente testimonial que con seguridad impacta al oyente con su impacto masivo y la recurrencia a motivos tenebrosos, una aproximación al abismo- nueva idea de esas persistentes obsesiones, más aún a la altura de sus vivencias emocionales en ese período final de su vida-, en realidad, una confesión apocalíptica que consigue trasmitirnos sin el menor reposo imaginable, que la serie de pizzicato de cuerdas confirman entre figuraciones de una flauta, con un trío leve y risueño.

El citado Adagio (Sher lagsam, feierlich), lento y preciso, responde a tantas obsesiones ocultas que jamás serán desveladas, pero que alcanzar ese cometido ansiado, resuelto por la propia tonalidad utilizada, Mi M. (aunque quedase un boceto fechado en 1890, en Si M.) y dentro del marco previsible de un Rondó que se aleja de la previsible forma sonata, ya desde los primeros matices de un tema que se reparte en distintos elementos, con un salto de novena de talante quejumbroso, en manos de las cuerdas a las que responden las trompas. Un tema propicio, llega con el pasaje Abschied von Leben (Adiós a la vida), en el la tubas responden en calidad de coral, preparando otro grupo temático de dos ideas y que concluirán en el esperado tutti que abarca la amplitud cromática de dimensiones místicas.

Ramón García Balado

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