Teatro Principal, Santiago de Compostela
Punto de
gracia en la clausura del V Ateneo
Barroco con el MUSica ALchemica,
de Lina
Tur Bonet, en el Salón Teatro- 20´00 h-, para un programa de
irresistible atractivo por las Rosenkranzsonaten,
de Heinrich I. F. von Biber,
encrucijada de complejas sonoridades que resolverán este trío, que con la
violinista Lina Tur Bonet, integran Andrew Ackermann (violone) y el
clavecinista Daniel Oyarzábal. El trío,
se presentó en el Festival de Postdam con la ópera Alessandro
de Häendel, dirigido por Alan Curtis,
y han dejado credenciales en lugares como el Brecize Festival; la Cappella
della Pietà dei Turchini; Fundación Juan March; Festival de Chiquitos (Bolivia)
o Postdamer Festspiele. En su agenda, méritos como estas Rosenkranzsonaten; el Op. 5,
de A. Corelli; obras de Legrenzi o vanguardismos como La tumba negra, del poeta Antonio
Colinas, en homenaje a J.S. Bach; la Follia,
con el artista Ángel Haro y las
labores de grupo en residencia del CNDM.
Apuestan por la integración de técnicas audiovisuales y musicales con artistas
de ámbitos diferentes. Lina Turv Bonet,
estrenó Far Water, para violín y voz,
inspirado en la tradición del teatro Noh,
japonés, una dedicatoria recibida por J.M.
Sánchez-Verdú. En su espacio, aparecen recuperaciones de obras de
Boccherini, Brunetti, Montali y Reynaldi, en cuanto a las obras de Corelli, sobresalen las ornamentaciones
propias. Dos de sus trabajos: La Belleza
y Biber Sonatas 1681, merecieron
sendos Diapason d´Or. Con la
fortepianista Aurelia Visovan, grabó
para Pasacaille, un registro
modélico, Sonata Lunática, sobre
sonatas de Beethoven en tratamiento historicista, en las que destacan la
dulzura de los ataques, la retórica del arco y las digitaciones de la época. Misterio en las Rosenkranzsonaten, obras ubicadas
en un aparte en la historia de la
música, y que permanecieron en la sombra hasta su recuperación vienesa
propiciada por las corrientes del Jugendstill.
Biber, había sido apreciado por Charles
Burney en su Historia General de la
Música (1776/89): De todos los
intérpretes de violín del último siglo, Biber parece haber sido el mejor y sus
solos son los más difíciles y los más llenos de gracia que puedan encontrarse
en cualquier música del mismo período que yo haya visto. En esa frase
aparecería datos significativos: la palabra parece
y la mención que yo haya visto.
Burney, viajero inagotable y analista respetable, dirá también que sus mayores
virtudes aparecían en las Sonatae violino solo, ocho sonatas para
violín y continuo de 1681, sumamente elaboradas por el sentido de su
estructura absolutamente extrovertida en cuanto a su exhibición de virtuosismo.
Las que nos afectan, destacan en particular por el uso de la scordatura, obras que no fueron impresas
en vida del autor y el manuscrito sobreviviente, asigna a cada una de ellas la
asignación con un misterio del rosario. Como en otras obras, las convenciones
entre da chiesa o da camera, no son respetadas.MUSIca ALcheMIca
La scordatura, peculiar afinación especial de las cuerdas del violín, para cada una de las sonatas, resultará un caso único en la historia, una manera que se usará en pocas ocasiones y que en el Seicento, aparecerá como elemento profundamente expresivo, auspiciado por la propia dificultad de ejecución y el alarde de domino para el instrumentista, motivando las irresistibles en otros instrumentos con las inevitables dudas que arrastrará, Biber, será el músico al que por herencia, se asigne la divulgación de este recurso densamente expresivo y cargado de una simbología adherente. Compositor quizás aislado, es ahora forjador de un ideario artístico que a tantos intérpretes seduce y en gran medida en la serie de las Rosenkranzsonaten. Biber, bohemio por procedencia, trabajo a partir de 1668 en la corte del Príncipe Johann Seyfried von Eggenberg, en Graz, para pasar a Koromeriz, lugar en el que se conserva otra obra magna, la Sonata representativa, siendo entonces un artista al servicio del obispo Karl Liechtenstein-Kastelkorn. Salzburgo, ciudad en la que sentará criterios, le recibirá para asistir a las demandas del arzobispo Maximilian Gandolph von Kuenburg.
Las Rosenkranzsonaten (Las sonatas del Rosario), traducidas en esta ocasión por el MUSICa ALchdeMica, de nombre enrevesado, resultan el grupo de piezas recopiladas a las que se añadían pequeños detalles ilustrativos en forma de pequeños grabados, claras imágenes alusivas a los quince misterios gozosos, los cinco misterios dolorosos y los cinco glorioso que escucharemos a partir de la escritura del autor. Quedamos ante la sorprendente sonoridad resultante, provocada por la citada scordatura, distinta en sus consecuencias para cada una de las sonatas. El Passacaglia final, en Sol m, para violín solo El Ángel de la Guardia, resulta la culminación de la obra. El sello distintivo del conjunto de las sonatas, pretende conservar el sentido de improvisación, difiriendo en cada una de ellas la relación en su esquema formal y la elección y orden de los movimientos, incluyendo un grupo de variaciones sistemáticas y virtuosísticas planteadas sobre un basso ostinato. El genio se manifiesta en la libertad de los preludios y en los ricos y elaborados finales, entre las brillantes ornamentaciones.
Ramón García Balado
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