Tercer concierto del (Alrededor XXII Ciclo. Música para una época alrededor de Picasso) y que nos lleva a París, con el pianista Domenico Codispoti, en el Museo de Bellas Artes, de A Coruña- 12´00 h.-, para un programa repartido entre obras de Erik Satie, Francis Poulenc y Astor Piazzolla. Codispoti, apreciado como intérprete y docente, fue comparado con A. Cortot y C. Arrau, colaborando especialmente con formaciones como nuestras orquestas, la O.S. de Lucerna, la de la Radio de Varsovia, la de Brno o la O.F. Italiana, tras recibir galardones como el Pilar Bayona (Zaragoza), el Cidade de Ferrol, el Premio de Jaén, o el Segundo Rosa Sabater- la añorada maestra-, presentándose en espacios como el Steinway Hall (New York), Zipper Hall (Los Ángeles), City Hall (Hong-Kong), St. James Picadilli (Londres) o el Auditorio Nacional (Madrid) y el Manuel de Falla (Granada). Cuenta con registros para los prestigiados sello Odradek Records, Piano Classics, Brilliant, Naxos, Eurora, colaborando también con artistas como Sergey Krylov, David Grimal, Alban Gerhardt, Gabor Szabo, entre otros, a los que se añade su experiencia en dúo con Esteban Ocaña-Le Grand tango-, sobre la obra de A.Piazzolla, junto a otra entrega como Tangata. Se graduó en Italia y los Estados Unidos, con Bruno Mezzena y Joaquín Achúcarro y es catedrático del Conservatorio Guido Cantelli, de Novara (Italia).
Erik Satie, con 3 de las Pièces froides, pertenecientes a su período humorístico sobre títulos chocantes- Melodías para hacer huir o Danzas de través-, en dedicatoria de Ricard Viñes, una primera tentativa que para el estudioso Vincent Lajoinie- L´age d´Homme-, preludian una cierta manera la larga y fructuosa serie de piezas humorísticas de 1913. El ritmo se diversifica en provecho de una escritura sincopada característica y uniforme que se confirma en la primera y en la tercera, en pos de los procedimientos ansiados, marcados por la ausencia de las barras de compás, o formulaciones en francés. Piezas con otros dedicatarios como es el caso de Mme Ecorcheville, en la que nos encontramos con una repetición hasta en agotamiento de un mismo motivo, que se prosigue sin barras de compás, en medio de indicaciones enigmáticas. Para V.Yankelich, valdrán en su conjunto como una especie de suite.
Ricard Viñes, también había sido receptor de obras como Noches en los jardines de España (Falla), El fandango del candil, de Goyescas (Granados), abundancia de las de Debussy- Estampes, Masques, algunos de los Préludes-y Oiseaux tristes, de Ravel, se convirtió en artista clave del panismo francés, tras estudiar con Charles de Bériot, quien le abrirá las puertas para conocer a Ravel, y a los maestros de las escuelas impresionistas, lo que le garantizaría estrenar muchas de sus obras, en una fecha primordial en 1905, en la que ofrecerá una curiosa gala repartida entre piezas ravelianas y del barroco español Antonio de Cabezón, en una ambiciosa perspectiva de épocas. Satie y el período parisino de Picasso, con el cubismo como punto de inflexión,-Les Demoiselles d´Avignon; las audacias cromáticas de Matisse-La Danse- a las que responderá el Constructivismo de Malevich, el arte de la abstracción, de Paul Klee o el Kandinsky, impregnado la fundación de la Bauhaus, en concomitancia con los Calligrammes de Apollinaire, entre otras poéticas emergente, que musicalmente confluirá con obra de Stravinsky- La Sacrée du Printemps-; Debussy, con Jeux o el sorprendente Manifiesto Futurista, de Russolo. Una apoteósica entrada de siglo como podía comprobarse.
Más Satie, y mejor conocido por la serie de Gnossiénnes, un detalle para Roland-Manuel, con una ambientación sonora cercana a las Gymnopedies, auspiciadas por la ornamentación melódica de perfumes exóticos, en los que el ritmo sostiene un rol esencial. Nada de barras de compás, sino tan solo una figura sincopada, que ayuda al perfilado del acompañamiento. Cortot, el procedimiento es el mismo que el de las otras citadas, por la insistencia de obstinada de melismas idénticos establecidos sobre un acompañamiento de ritmo uniforme. Las curiosas anotaciones enigmáticas del autor, serán pauta común. Pensemos en el encuentro de nuestro Satie con el no menos procaz Sâr Josephin Péladan, gran maestro de los Rosacruz, con el mito del Grial al fondo. Un verdadero volcán a punto de reventar, aspecto que podremos ampliar siguiendo la lectura Vinzent Lajoinie: Erik Satie. L´Age d´Homme. Satie, en un salto al vacío, en cuanto a sus complejas vivencias cotidianas y que obligan a seguirle sin obsesionarse con sus manías y fijaciones emocionales.
Francis Pulenc, con Mélancolie, pieza de una etapa en la que a pasos medidos comenzaba a abandonar el piano, a. que sólo volverá parcialmente: la Bourré del pabellón de Auvernia (1937); esta Mélancolie (1940); los postreros Intermezzi, en La b M.; o el Tema variado, que no gratificaría al compositor, quedando a la altura de aquellas fechas trabajos como el Embarco para Cíterea; el vals-musette, para dos pianos, destinado al filme El viaje a América; encantadora y alegre, para seducir a los oyentes; la Sonatina para dos pianos y hacia 1959, la Noveletta sobre un tema de Manuel de Falla (procedente de El Amor Brujo). Conjunto destacado de piezas que llegarán tras Las veladas de Nazelles, evocación de una entrañable viña cerca de Amboise, que poseía Mme Liénard, que visitaba con frecuencia. Del propio Viñes, había heredado un estilo claro, pleno de color, con arte sutil, enriquecido por el medido uso del pedal. De Poulenc, también Pastoral, Hymne et Toccata, dos de cuyas piezas habían sido publicadas en París, por la casa Heugel, en 1928, siendo la Pastoral dedicada a Viñes, en previsión de ampliarla con otras tres, tema que le animará a responder a A.Casella, por esa renuncia, rehaciendo la primera para incorporarla a una Toccata-muy conocida gracias a Horowitz-, y un Himno, especie de página lírica, cercana al Concierto campestre y que observa detalles stravinskianos.
Astor Piazzolla con una obra precisa, Picasso, marcada por los años parisinos del bandoneonista de director de legendarias formaciones camerísticas y orquestales. Piazzolla en su segunda etapa de transición hasta llegar al Octeto de Buenos Aires. Aquel París que le supondrá afortunados resultados tras estudiar con Nadia Boulanger, quien supo reorientar su carrera profesional, animándole a reorquestar muchos de sus tangos, aportando planteamientos originales. Bastantes de ellos, en el breve espacio de una semana, con resultados visibles en registros para tres firmas francesas-(Barclay, Festival y Vogue). La Boulanger, fue pertinaz en su empeño de que conservase sus preferencias por el bandoneón, dentro de esa escritura con arraigo popular, un planteamiento que se aprecia en renovadas actitudes en composiciones como esta especie de homenaje-Picasso-, ya a las puertas de su regreso a Buenos Aires, a partir de 1955, y con la experiencia añadida de ese período tan productivo, del que también nacerán compromisos de bandas sonoras para el cine.
Ramón García Balado
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