06/08/2024

La Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Isabel Rubio, en LXVI Curso U. I. de Música en Compostela

Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela 


Concierto abierto al público dentro de las actividades de LXVI Curso U.I. de Música en Compostela con la OSG dirigida por Isabel Rubio-Auditorio de Galicia- día 9, a las 20´00 h-, con un programa netamente español y que nos reserva obras de Carles Baguer, Conrado del Campo, Manuel de Falla y Pedro Miquel Marques. Isabel Rubio pasó por la Jove O. de les illes Balears, y formaciones como la 430, de Vigo, la Xoven de la OSG, la ONE, la O.S. de Granada y la JONDE- junto a Pablo  Rus Broseta-, en calidad de residente, ocupando plaza similar en la Berlin Philharmonia O., además de colaborar con Kirill Petrenko. Recibió galardones como el Concurso ASPE, de orquestas, el Ciudad de Villena, la especial consideración de los Encuentros de Bilbao, a los que se añaden el Guido Cantelli (Italia). Aspecto a destacar es su labor frente a Bandas de Música que la llevaron desde Valencia, Alicante o Galicia, dirigiendo zarzuelas como El Gato Montés, en el Teatro Campoamor de Oviedo

Carles Baguer (1768-1808), fue un compositor que destacó como organista en distintas capitales dejando como alumnos a maestros como Mateu i Ferrer o Ramón Carnicer, quienes acabarán haciéndole sombra de cara a la posteridad, pero la importancia del género sacro que ocuparía los años de gracia del músico, mantuvieron su interés por el género lírico, con trabajos como la ópera La princesa filósofa, estrenada en Barcelona en el otoño de 1797, en la temporada en la que igualmente Ferrán Sors seducía a las multitudes con Il Telemaco nell isola di Calipso. Baguer, en el ámbito de la música orquestal, dará lustre a la composición que hoy se pone en atriles, la Sinfonía nº 12, en Mi b M., espacio en el que tendrán cabida casi una veintena de trabajos. En principio, se apreciaría su Concierto para fagot y orquesta  y una sentida Pastorela, que se añadirá a piezas sinfónicas inacabadas e incluso de  dudosa autoría. Baguer se manejaba entre dudas que ofuscaban a su creación, siendo su trabajo orquestal un ejercicio de tanteos voluntariosos. Una orquestación que se expresaba estilísticamente en su distribución: una sección de cuerda y un cuarteto de vientos formado por dos trompas y dos maderas, que generalmente son oboes y excepcionalmente flautas. El fagot sólo se explicita en la obra en la que aparece como solista y en una de las sinfonías. No todas las sinfonías presentan una parte de viola, e incluso, en algunas de las que la tienen, ésta no aparece en todas las copias conservadas. La separación de violonchelo y contrabajo es excepcional. Más frecuente es el tacet de este último en algunos pasajes o movimientos. Baguer tiende a primar especialmente algunas de las combinaciones instrumentales posibles en dicha plantilla. Utiliza en gran medida los tutti así como la cuerda sola, mientras que los pasajes a cuerdas con oboes o con trompas, generalmente constituyen únicamente nexos de unión entre los anteriores, a excepción del tratamiento que les da en los tríos de los minuetos o en los segundos grupos temáticos de movimientos en forma sonata. Son verdaderamente excepcionales los fragmentos en madera y trompas.

La textura orquestal tiende generalmente a la simplicidad, que, en ocasiones se hace extrema. El discurso es  monofónico, salvo breves y tímidas imitaciones entre los violines, que rápidamente se convierten en melodías por terceras o sextas paralelas. La escritura es a menudo a tres partes reales gracias a los frecuentes doblajes por octavas entre la viola y bajo e incluso a  dos partes. Desde todos los puntos de vista, la viola tiende a ser tratada como un instrumento grave; los violines, a menudo doblados, por los oboes, generalmente proceden por movimiento paralelo, por terceras, sextas u octavas, e incluso al unísono. En las partes internas de la cuerda y en el bajo, abundan las figuraciones de notas cortas, consistentes en arpegios, dobles cuerdas síncopas, etc., cuya misión principal es de simple relleno del bloque sonoro. Por lo que respecta a la estructura formal de estas composiciones, Baguer se basa sobre todo  en los dos prototipos en los que, según parece, introduce algunos cambios. Estos son la Sinfonía en cuatro movimientos y la forma en un solo movimiento rápido, precedido de un breve movimiento de carácter breve.

En las resueltas en cuatro tiempos, el primero de ellos adopta invariablemente el esquema formal de sonata bitemática, con doble aparición de los temas en el centro. Ambos grupos temáticos, están fuertemente contrastados, no solo melódicamente, sino también desde otros puntos de vista, como el ritmo armónico o la textura orquestal. Los desarrollos son cortos, a menudo exclusivamente basados en modulaciones y variaciones de elementos del primer grupo temático y reexposiciones incompletas afectando sobre todo a los segundos grupos temáticos. Hay un notable predomino del compás ternario. Los segundos movimientos oscilan entre el Adagio y el Andante, siempre con sordina en la cuerda y escritos en alguna tonalidad vecina que generalmente es la dominante, con menor frecuencia la subdominante  y aún más raramente el relativo o la tónica con cambio de modo. En casi todos los casos adopta la estructura de variaciones sobre un tema compuesto por dos frases de ocho compases, modulante la primera de ellas. Las técnicas para la variación son las habituales: ornamentación melódica, cambio de protagonismo melódico  (de los violines a la madera o el bajo), cambio de modo, etc...El minuetto, es siempre anacrúsico con una notable fragmentación y receptividad de la melodía. El trío está escrito casi siempre en la tónica, a menudo requiere la participación melódica de la madera y presenta una segmentación melódica mucho menor. En el conjunto de las sinfonías del autor, este tiempo aparece en segundo lugar, al que sigue el movimiento Lento, y el Finale, oscila entre el esquema de sonata y el de Rondó, siendo el ritmo adoptado a menudo, el de Contradanza. En los Rondós, los estribillos son considerablemente largos, en relación con los episodios, y en las sonatas los desarrollos se hacen algo más cortos. No podrá descartarse la posibilidad de que algunas de estas sinfonías, en su estado original, hubieran tenido una configuración distinta según las versiones que se han conservado

Conrado del Campo (1878-1953), con uno de sus poemas sinfónicos, El Infierno, de La Divina Comedia, a partir de Dante, obra de 1910 y que tendrá modelos similares en la Obertura madrileña (1920); la Fantasía castellana- para piano y orquesta-; En la pradera  (Acción bailada); la Obertura asturiana  o la Evocación y nostalgia de los molinos de viento  (1952). El maestro Conrado del Campo, había tenido como preceptores a Jesús de Monasterio- violín- y a José de Hierro y a  Ruperto Chapí, en el espacio de la composición quienes le ayudarán a romper fronteras sin renegar de su confianza a un imaginario y libre autodidactismo. Bebió a fondo de la inmensa cultura de quienes fueron sus maestros, siempre sujeto a una vida entregada a las tentaciones que le ofrecía su Madrid natal, llegando a realizar tan solo dos viajes al extranjero, algo difícil de entender, una vez analizada su trayectoria musical. Fue Tomás Marco, quien atinó a ubicarle en un justo contexto, comenzando por las tenebrosas circunstancias que nuestro músico habría de soportar, más allá de la Guerra Civil y que le someterían a la condición nada apetecible de un obrero de la música, simultaneando las obligaciones de instrumentista con las puramente docentes. Dotado violinista, le veríamos entregado a los duros oficios como miembro y promotor del muy apreciado Cuarteto Francés (1903), en el que tocará la viola de manera permanente, hasta convertirse en el Quinteto de Madrid (1919), con la incorporación de Joaquín Turina y la posibilidad de divulgación en la Agrupación de Unión Radio. Un grupo de formaban en principio Julio Francés e Ignacio Tomé (violines), Luis Villa y Conrado del Campo (viola),  Juan Ruiz Casux (chelo) Lucio González (contrabajo) y el pianista José Mª Franco.  Conrado del Campo actuó como director en veces contadas después de los años amargos de la Guerra Civil, tomando la plaza de Arbós en la Orquesta Sinfónica y en la que permanecerá hasta 1947, fecha en la que creará la primera orquesta de Radio Nacional de España, abandonándola definitivamente por problemas de salud, manteniendo, con todo, los compromisos como Académico de Bellas Artes, respondiendo a las solicitudes de conferencias y otras iniciativas. Hombre afable e ingenuo, carente de toda malicia, había dejado su impronta en sus años de juventud, en formaciones como la Orquesta del Teatro Circo, o las de los Teatros Príncipe Alfonso y Apolo, antes de probar en el Teatro Real.

Obra la suya más extensa de lo que podría pensarse y con un marcado perfil nacionalista que como la de Manuel de Falla, se orientará hacia una ambición internacionalista, sabiendo marcar libremente el folklore sobre el que indagaría con gran perspicacia y dominio de estilos, pero que no será precisamente su preocupación cotidiana. Un aspecto permanente será la forma en cómo supo acuñar las propias raíces asimiladas con las corrientes imperantes de procedencia germana. Posiblemente, un grado artístico de colonización inevitable, pero bastará con seguir su legado para aceptar la pertinencia de los resultados obtenidos y muy especialmente en la reconocible vena de Richard Strauss. Quizás un casticista que no tuvo reparos e inconveniencias en amalgamar las influencias reconocibles que hallaremos en el Cuarteto Carlos III o En la pradera.

Quiso abordar la ópera española a la que pretendió dar una dimensión especial tras pasar años en los fosos de los teatros capitalinos, admirando a los grandes por excelencia, desde Wagner a R. Strauss. De sus intentos líricos, una inauguración con El final de Don Álvaro (1910), con libreto de Carlos Fernández Shaw o la ópera en un acto del mismo libretista La tragedia del beso, una ópera que reproduce en pequeño la aventura de la de Falla- Premio Nacional de Bellas Artes  (1912), aunque no llegase a subir a escena por variados problemas técnicos. Mejores avatares tendrán El Avapiés  (1918),con texto de Tomás Borrás que reproduce el  ambiente madrileño de 1800 y ,muy especialmente, Fantochines,(1922), ópera de cámara con libreto de Borrás, recuperada por la Fundación Juan March, en la primavera de 2015, en su proyecto el Teatro Musical de Cámara, con dirección musical de J. Antonio Montaño y escénica de Tomás Muñoz, destacando como solistas la soprano Sonia de Munck (Doneta); el barítono Borja Quiza (Lindísimo); el barítono Fabio Barrutia (El títere y Doña Tía), con la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Mérito merece también Lola la Piconera, libreto de J.Mª Pemán, estrenada en el Teatre del Liceu (Barcelona). En óperas como El Avapies participó también el compositor Ángel Barrios. Obras que quedaron para el olvido como imposibles, fueron La malquerida (1925), sobre el drama de Jacinto Benavente o la conversión en ópera de la zarzuela de Amadeu Vives, Bohemios, para su recuperación en el Teatro Real (1920). Difícil tuvo que ser mantener una opinión halagüeña sobre estas obras, montadas en su mayoría en condiciones precarias y sin apenas ensayos, ante las troupes italianas que vagaban a sus aires y que dominaban en el Teatro Real, con decorados y vestuarios tomados de las producciones de repertorio y sin que nadie y menos la orquesta y coros, se supiesen los papeles.

Se ha dicho a menudo que la tendencia wagneriana y straussiana (o en general germánica) de Conrado del Campo, chocaba con  la fuerte influencia francesa que dominaba a los compositores españoles desde principio de siglo, y que ese conflicto restó siempre audiencia a la popularidad de su obra. Hoy, que podemos considerar las cosas con mayor perspectiva y que valoramos aquella influencia francesa simplemente como un episodio más, la producción de nuestro músico puede tener un valor especial cara al futuro. Puede ante todo mostrar, con un buen ejemplo, cómo la música española de aquellos años, incluía variedades en mayor medida de lo que se creía; y también que algunos de los caminos transitados, habrían de ser tiempo adelante los preferidos. Por otra parte, los aspectos popularistas de Conrado del Campo, son en cierta manera, comunes con los que presentaban los compositores francófilos de la época: así, cuando se estudie en profundidad todo el internacionalismo nacional tardío español, habrá de tenerse en cuenta la formación que de estos materiales hizo Conrado del Campo. De su obra propiamente sinfónica, destaca su orientación hacia estilo del poema sinfónico sobre los demás géneros y es aquí donde nos encontramos con La Divina Comedia (1908), con coro y orquesta. Se trata de una composición de calidad indudable que, por su temprana fecha resulta muy importante dentro del repertorio sinfónico español. Pero, al margen de esa calidad intrínseca que más allá de las influencias mentadas le confiere una gran personalidad, posee una muy buena altura de realización. Es casi su única obra sinfónica y que se mantendrá en el panorama de la música española, especialmente en la parte dedicada al Infierno que resulta, sin duda, la mejor. Junto a obras ya citadas, no dejaremos al margen La danza de Amboto o la serie de sus Cuartetos de cuerda, incluidos en un ciclo divulgado por la Fundación Juan March y que abarcaba desde el Primero (Oriental), estrenado precisamente por el Cuarteto Francés, en  marzo de 1903, al Cuarteto nº 12, en Si b M. de 1948, estrenado por el Cuarteto Beethoven, en el Conservatorio Profesional de Música madrileño, al año siguiente.

Dos pasajes de La vida breve, de Manuel de Falla: Intermedio y Danza, un drama lírico en  dos actos y cuatro escenas sobre libreto de C. Fernández Shaw. Obra de 1904 y que tendrá puesta escénica en el Casino Municipal (Niza), con dirección de J. Miranne, para vestir galas de mayor prestancia en la Opéra Comique, dirigida entonces por Franz Ruhlmann. Una orquestación acorde para el espectáculo por sus demandas escénicas y argumentales, al servicio de un cuadro de intérpretes destacando los roles de Salud, la Abuela, Carmela, Tío Salvaor, Paco, Manuel, un cantaor, una voz en la fragua, otra voz lejana para completar con un coro muy en la línea de conocida tradición. Por su cuenta, el cuadro segundo en su primera escena, pone en juego a personajes de trapío como Tío Salvaor, Carmela, un cantaor flamenco y un guitarrista que se resuelve por soleares, al  que sigue una danza orquestal con ritmo de jota, famosa sus transcripciones. Trabajo ímprobo en el gaditano que como sabemos, se desvivía por esta calidad de espectáculos que le calaban hasta lo más profundo de su sensibilidad. Un período el suyo carente de grandes proyectos escénicos, por lo cual un concurso de la Academia de Bellas Artes de San Fernando le incitará a él y a otros aspirantes a probar con una ópera en un acto (así como obras sinfónicas pues la música para orquesta también se encontraba en un bajo nivel) que debía ser entregada como fecha límite al atardecer del 31 de marzo de 1905. La ópera ganadora iba a ser representada en el Teatro Real de Madrid.  Para Falla significaba la oportunidad de ir a París y nuestro músico quedó impresionado por el libreto de Fernández Shaw, autor sumamente prolífico de libretos para zarzuela, publicados en la revista Blanco y Negro, por lo que aceptó la posibilidad de abordar el proyecto. Un Falla en París que se llevará el manuscrito en la maleta y un encuentro afortunado con Paul Dukas quien la animará a estrenar esta operita en la Opéra Comique.

Hubo de soportar considerables retrasos, aceptando que Dukas revisase la partitura, contratando igualmente a Paul Milliet, tesorero de la Sociéte des Auteurs  y recomendado por Isaac Albéniz, para que tradujese el libreto al idioma francés. Albert Carré, director de la Opéra Comique, estaba predispuesto a estrenarla pero se negó a fijar una fecha concreta.  Una  visita a Ricordi (Milán), produjo otro veredicto favorable, pero en lugar de la puesta en escena de la obra, le ofrecieron un contrato para que compusiera una nueva. Falla rechazó la oferta y de nuevo en París aceptaría la propuesta del Casino de Niza, fue allí donde definitivamente se estrenó, con gran éxito y aceptación. La presentación en la Opéra Comique, en diciembre de 1913- el año de la Consagración de la Primavera, de Stravinski-, el éxito fue mayor. Mme Carré, se puso en la piel de Salud, mientras que Lillian Grenville, que lo había hecho en Niza, fue compensada con algunas producciones de la Tosca pucciniana. Luisa Vela, garante para ese rol en la referencia histórica, acabaría siendo la primera gran diva en el Teatro de La Zarzuela, dejándonos buena memoria por su interpretación de las Siete canciones populares españolas. Una apoteosis en la que el autor sería trasladado a hombros, dejando en evidencia el excelente instinto como libretista de Fernández-Shaw, en lo relativo a la escritura de libretos de zarzuela. La vida breve es una mezcla de verismo y simbolismo, con una heroína proveniente de los mundos de Massenet y Puccini, endurecida y reforzada por el llamado orgullo español- cada cual lo entenderá según le aprieten las urgencias patrias-, usando en lo primordial pintoresquismos granaínos como posible telón de fondo, llevado hasta los desengaños en liza. En el extenso interludio que forman la segunda escena del primer acto, las flautas en al  estilo de Bizet, colocan un guiño en situaciones de Mme Butterfly y que sin llevarnos a engaño, nos descubren al Falla tanteado en el mundo disperso de la zarzuela -pensemos en el gaditano en su visita a Granada, Cádiz o Sevilla-. Otro de los puntos fuertes de La vida breve, es la impregnación de la música popular, que tantas veces observamos en obras suyas, a pesar de contribuir en menor medida a la tensión dramática de la operita, por ponerle posibles atributos. Las soleares y las dos danzas, en el último cuadro, el primero con su familiar tema pivotando sobre el dominante y el segundo (añadido o por lo menos ampliado en París, siguiendo el consejo de Messager), sabiamente, sin intentar rivalizar con el primero sino utilizando unos coros sin palabras y algunos sofisticados colores armónicos incluyendo una bocanada de bitonalidad. En el transcurso de la revisión, La vida breve fue dividida en dos cuadros, con el objeto de facilitar el cambio de escenario. Falla insistió en que esto último y otras pequeñas mejoras no producirían ninguna diferencia fundamental. En esencia, permanece como si fuera uno solo, aunque en ese período de su carrera Falla era tan pródigo en intervenciones que la ópera contiene suficientes ideas como para durarle una velada  completa a una mano bien ejercitada como era la de Massenet. Para el estreno en el Teatro de La Zarzuela madrileño, el 14 de noviembre de 1914, contaría con un reparto de postín según las demandas del espectáculo: Luisa Vela (Salud);  Rafael López (Paco); Teresa Telaeche  (la Abuela); Francisco Meana (Tío Salvaor); Rafael López  (Voz en la fragua); Emilio Sagi-Barba, haciendo un polivalente doblete como Manuel y Cantaor, contando con la dirección del aragonés Pablo Luna, mientras que el apartado escénico corría de cuenta de Francisco Meana. En lo musical, débitos admitidos con la vigente corriente del alhambrismo, un asomo a las modas del momento con modismos debussystas o virtuosismos tomados libremente de Ferenz Liszt, y otros detalles de la tradición española.

Pedro Miquel Marqués, con la Sinfonía nº 5, en Do m., músico bregado en los teatros y que se formó con Masaart en violín, y en armonía con Bazin, llegando a tener excelente trato con Berlioz y G. Rossini, quienes pronto reconocerían su sagacidad y desenvoltura durante su etapa parisina, en la que superaría las limitaciones y urgencias como músico de atril en coliseos como el Teatro Lírico y la Grand Opéra o la Salle Vanlentino, bajo la dirección de Arban, colaborando en estrenos como Faust o Mireille de Gounod. Entre sus maestros también figura Jesús de Monasterio y Galiana en armonía. Ingresó en la Orquesta de la Sociedad de Conciertos (1867) como violinista permaneciendo en ella hasta 1884, Fue violinista del Teatro de La Zarzuela y del Teatro Real y aunque reconocido autor de zarzuelas desde la primeriza Los hijos de la costa a la más conocida El anillo de hierro, la posteridad sabrá apreciarle por sus obras sinfónicas, en concreto por la que ocupa el programa , la Sinfonía nº 5, en Do m, quizás la más apreciada de sus composiciones de este género, obra estrenada el 29 de febrero de 1880, año fecundo de actividades y proyectos llevados a buen puerto, con aspectos reseñables que se ratificarán en otra obra de signo personal, el Segundo concierto dentro de la Serie de Primavera, bajo la atenta observación de Mariano Vázquez. Escrita en la tonalidad de Do m., su lenguaje musical regresa a un estilo próximo al de la Sinfonía Fantástica de Héctor Berlioz, uno de los santones en los que se veía reflejado, quizás porque los recursos orquestales y los modelos formales de esta obra que Marqués había utilizado en sus sinfonías anteriores, aunque no en la Cuarta en Mi M., estrenada dos años antes, en la misma serie de Conciertos de Primavera, marcaban ya una evolución creativa que redundará en los patrones a seguir. Las garantías de éxito parecían estar aseguradas y el tratamiento de esta sinfonía se encuentra en las cercanías de su Tercera  Sinfonía. Citábamos de pasada su Cuarta Sinfonía, obra que para expertos analistas parece condicionada por una actitud de mirada al pasado, con un lenguaje más clásico y asequible al aficionado común.

Quizás, la posteridad no termine de encontrarle acomodo frente a sus compañeros de generación pera este músico se mantiene en las  variadas opciones del género lírico. Estamos en ese año de 1880, en verdad un período afortunado para el compositor mallorquín, ya que el Teatro de La Zarzuela le guardará un espacio para la puesta en escena de su drama lírico-histórico, de Jiménez Delgado, Florinda, ópera en tres actos cuya acción se situaba en el Medievo con argumento de un historicismo aventurado, cercano a los modismos de la Ópera Grande, la misma que soportará mal el paso del tiempo, por lo que Marqués quedará sometido a la criba de la que también serán víctimas muchos de sus colegas de generación, bastará con remitirse al modelo francés de la Grand Ópera, siempre de la mano en cuanto a infortunios.  Para la apertura de temporada de 1880/1, en el Teatro Apolo, Marqués entregará la Gran Sinfonía de pot- pourri, sobre motivos de zarzuelas modernas, para orquesta y banda sinfónica,  siguiendo los dictados y sugerencias de pluma del maestro Barbieri, visto el maestro, fácil será imaginar el resultado de un trabajo de circunstancias, oficio que dominaba con creces, lo que no desmerecerá junto a otras obras de parecidos recursos, la habitual presencia en las programaciones de temporada, especialmente para Bandas Populares, otra obra de aquel año, será la Polonesa nº 4; también La canción del marinero, incluida en los logrados Conciertos de Verano. El Teatro Apolo, centro de reclamo para obras escénicas con menos enjundia, dio cabida a obras desechadas por el Teatro de La Zarzuela, y será allí en donde podrían asistir a estas obras que lucían menos galones: La Sinfonía sobre motivos de zarzuelas modernas, respaldada con éxito a tenor de la opinión conservada en la Crónica de la Música Moderna, aprovechando el acontecimiento  que supuso la visita de Camille Saint-Saëns a Madrid, en octubre de 1880, motivo por el que se celebraron conciertos extraordinarios, en los que tuvo parte activa la poderosa Sociedad de Conciertos. Poco faltará para que Marqués, sea reclamado para formar parte del jurado encargado de dictaminar sobre la compañía formada en el Teatro Real, junto a Arrieta, Inzenga, Espín y Guillén y Saldoni. Preparando su salto cual hombre público que era, a una reunión convocada por Arderius, nuevo empresario del Teatro de la Zarzuela junto a compositores y autores dramáticos, para demandar la creación de un nuevo repertorio lírico, iniciándose la temporada con Marina y El  anillo de hierro. A petición de Arderius, volvería a repetir en el género zarzuelístico con La cruz de fuego, sobre libreto de Estremera, pero tras intentos fallidos acabaría renunciando por decisión del empresario pese a estar anunciada, todavía quedaban los beneficios del reconocimiento de los aficionados y el estreno previsto para el Teatro de La Zarzuela, que deberá trasladarse al Teatro Apolo, entonces arrendado por la Sociedad Lírico- Dramática de Autores Españoles, que respaldó obras de Marqués o de Arrieta y de  Chapí, como La bruja. La última obra orquestal de la Sociedad de Conciertos, sería la Polonesa de Concierto, ofrecida en el Teatro del Príncipe Alfonso, el 6 de marzo de 1887, en el Segundo Concierto de la conocida Serie de Primavera. Obra aplaudida y aclamada por los aficionados que le obligó a salir a responder al entusiasmo mostrado por un público generoso. Todavía quedará tiempo para algún que otro  fracaso como fue el sainete lírico en un acto y en prosa de Ernesto Sánchez Pastor, El centinela, estrenado en el Teatro Apolo el 20 de enero de 1892, con un libreto ciertamente desafortunado  por la inverisimilitud de los personajes.

Ramón García Balado

 

05/08/2024

Concierto de profesores del XLVI del Curso U.I. de Música en Compostela

 Capilla del Hostal de los RR. CC., Santiago de Compostela

Concierto en la Capilla del Hostal de los RR.CC- día 8, a las 20´00 h-, a cargo de cuatro profesores del Curso U. I. de Música en Compostela con obras de Enric Granados, David del Puerto y Joaquín Turina.  Cuatro profesores pues, en esta ocasión para un encuentro abierto con la ciudad. Stephan Picard- violín-, formado con Saschko Gawriloff, Wolfgang Marschner, Rami Shevelov y Roman Nodel, ganador de concursos como el Deutscher Musikwettberb y el María Canales  (Barcelona), además del Rodolfo Lipizer (Goritzia), colaborando con agrupaciones como la Beethovenhalle Bonn, la Bremen Philharmonie y la O.C. de Munich.   Stephan Forck-chelo-, nacido en un ambiente netamente musical, tuvo como maestro a Josef Schwab, y fue miembro del Cuarteto Vogler desde su fundación en 1985, produciendo registros para la RCA, NIMBUS, SONY y CPO, ofreciendo recitales a nivel internacional. El chelista fue profesor en la Hochschule für Musik Hanns Eisler (Berlin, 1999), tras estudiar con Bernard  Greenhouse.  Ashan Pillai- viola- estudió en la Merchant Taylors School (Londres), y en la Royal Accademy of Music, de la capital inglesa. Amplió en la South of California University (Los Ángeles) y en el Banff Center (Ontario), disfrutando del magisterio de John White, Donald McInnes y Karen Tuttle. Sus hijas, a las que vimos crecer como acompañantes en nuestro Curso, Amalia y Priyanka, tocan la viola en el Conservatorio de Badalona.  Andrei Banciu- piano- procedente de Timisoara (Rumanía), comenzó sus estudios en su ciudad natal  con Maria Bodo, para seguir en Berlín en la Udk (Universidad de las Artes), con Klause Hellwig y en la Hochschule für Musik Hanns Eisler, con el profesor Fabio Bidini.

Enric Granados, del que tuvimos una muestra en el concierto del Cuarteto Lucent & Riccardo Guella, con la Romanza, para cuarteto de cuerdas, estará por el Quinteto para dos violines, viola, chelo y piano Op.49, el Granados más genuino en el espacio cameristico por esta página que escuchamos con relativa frecuencia, un capítulo de sus obras pensadas para ser interpretadas preferentemente en su ámbito más cercano, del que el autor sería el primer interesado en cultivar. De la serie de composiciones, la que abandera el catálogo es precisamente esta obra Op. 49, a la que sigue muy de cerca el Trío Op. 50 o la Sonata para violín y piano. Una etapa imaginativa e intensa sin aparentes y grandes ambiciones que traería como ejemplos la Escena religiosa, los Intermedios de la Misa  de boda de Dionisio Conde; la citada Pequeña Romanza, para cuarteto de cuerda. Las Op. 49 y Op. 50, recibieron un buen trato en su estreno ofrecido en el  Salón Romero, de Madrid, quizás por su espíritu reconocidamente deudor de la tradición romántica, todavía pujante en aquellos años. Será en el trío donde la parte del teclado se eleve a las alturas por su virtuosismo que enlaza con el Allegro de concierto, a pesar de caer en el olvido durante años. Una clara impregnación de estilismos  románticos-modernistas, serán una seña de identidad de se confirmará en el resto de las obras camerístas, una necesidad expresiva para la búsqueda del encuentro entre las tendencias estéticas del momento, la posteridad dejará una serie de obras que permanecerán en un incomprendido olvido, quizás por voluntad expresa del autor.

David del Puerto, titular de la Cátedra de Composición, con el Trío de Trasmiera (2018), para violín, chelo y piano, género  en el que dejó excelentes frutos, algunos por personal urgencia y otros como encargo, obras como La encina de Jade, para Pedro Bonet y Belén González; La luz del agua (2013), recreación a partir del melólogo de igual título; Boreal (2015), relectura para fagot, trombón y guitarra, procedente del de viola, flauta y guitarra. Este Trío de Trasmiera, como reclamo de un concurso de aquella localidad cántabra, el Ecoparque de Trasmiera de Arnuero; Fantasía y Mito, solicitud de la Fundación Orfeo, para J. Arias y Stoyan Paskov o El Mirlo en la Corte de los Omeyas. Obra de gran reclamo, había sido la operita a medias con Mónica Maffia, Lilith, luna negra, en el libreto, un trabajo de hace un par de años para la Fundación Juan March, en la que destacaron como solistas Joana Thomé da Silva, mezzo, como Lilith; Ruth González, soprano, como Eva y el barítono Enrique Sánchez Ramos, como Adán, bajo la dirección de Alexis Soriano. David del Puerto fue alumno de Francisco Guerrero y se preocupa de la composición desde una mixtura de gestos y acciones provenientes de la historia. Del clasicismo toma el pulso motórico y el sentido de la unidireccionalidad del discurso y su impulso hacia adelante. Del modernismo, retiene el trabajo sobre su proliferación  polifónica y el gusto por su movilidad del material.

Joaquín Turina- Cuarteto para piano, violín, viola y chelo en La m. Op. 67, obra  dedicada a José María Guervós y que fue estrenada en la Sociedad Filarmónica de Madrid, en mayo de 1932, por la insigne Pilar Bayona y miembros del Cuarteto Rafael. La partitura está fechada el 12 de agosto, y el primer tiempo tiene forma de lied, en cinco secciones con una introducción. Hay un motivo fundamental de cuatro grados conjuntos ascendentes con terminación andaluza; en la cuarta sección destaca un hermoso canto del violonchelo. El segundo tiempo es de carácter vivo, dentro del estilo de un scherzo: en el trío (Lento), remite a elementos del Primer movimiento, finalizando con un tiempo el forma sonata  muy  libre, cuyas secciones de desarrollo y reexposición parecen fundirse acogiendo además, alusiones a temas previos, destacando una melodía del chelo.

Ramón García Balado     

02/08/2024

Alumnos del LXVI Curso U.I. de Música en Compostela: A la luz de los candelabros

 Museo de Pontevedra


Concierto en el Edificio Castelao del Museo de Pontevedra, protagonizado por alumnos del LXVI Curso U.I. de Música en Compostela- día 3, a las 19´00 h-, con un programa actualizado y que como cada año se cita bajo el título conocido A la luz de los candelabros, reunión familiar y como gesto de confraternización, atendiendo a intérpretes elegidos de las Cátedras correspondientes. Del aula de J.Mª Gallardo del Rey-guitarra-, estarán Viacheslav Shugaev, con Elogios a la guitarra, de Joaquín Rodrigo, de quien disfrutamos de la charla impartida por el musicólogo Ernesto Monsalve: Joaquín Rodrigo,  en el centenario de su primera obra, ilustrada detalladamente con detalles gráficos y sonoros. La guitarra a solo del saguntino, reconocible en obras como Trois petites pieces; Tríptico para guitarra; Invocation et dance (Homenaje a Falla) o Pájaros  de primavera.  De Isaac Albéniz, Asturias, en manos de Conor White, pieza que editada en 1893, mostrando ese ambiente climático y popular gracias a su ritmo  inequívocos acentos andaluces.

De la cátedra de chelo de María de Macedo y Stephan Forck, dos piezas de Gaspar Cassadó, tan afecto a este curso desde sus comienzos y que estará representado por el chelista Esteban Barlow y el pianista del curso Ángel Huidobro, para la Sonata en estilo antiguo español e Introduzione e Allegro tempo/Grave/ Danza con variazioni (Allegretto-Stesso- Risoluto-calmo-Tempo I Piu Mosso). Cassadó, compañero en tiempos de Pau Casals, Iturbi, Szigeti  o Harold Bauer y que llegó a formar un trío con  Menuhin y Ketner, cultivaría con notable prestigio la docencia en centros como la Ac. Chigiana, de Siena, antes de establecerse  en Florencia. J.Turina le había dedicado una transcrpción de El Jueves Santo a medianoche y el maestro J. Rodrigo el Concierto Galante.

De las Cátedras de Música de Cámara y de Composición, un par de estrenos firmados por los profesores Ashan Pillai y David del Puerto. Primicias pues a descubrir por las peculiaridades ostensibles de cada uno de ellos. Ejemplos de obras de encargo, lo habíamos tenido con el Quinteto para guitarra, obra del año 1975 y que la tarde del jueves nos ofrecieron Riccardo Guella y el Cuarteto Lucent. Esta sesión, nos dejará Corrientes (for String Quartet), precisamente con ese Cuarteto  Lucent: Takamori Okamoto y Julya Sozanska-violines-, Pol Altimira, viola y la chelista Yena Gook. Soberbios en su sesión con obras de Granados, Manuel Castillo (con el guitarrista Riccardo Guella) y Ruperto Chapí. Otra obra en estreno El canto del Cisne, es obra de José Antonio Tolosa (1996) y que se confía a Tabea Heinze (violín); Eduardo Moya (viola) y Gabriel Serrano (chelo).

De la Cátedra de violín, de Stephan Picard, un par de detalles de sello inconfundible, partiendo de Pedro Budiño, que elige la Habanera del violinista infortunado que fue Manuel Quiroga (1892/ 1961), querido y admirado en su natal Pontevedra, bien tratado en la monografía escrita por Carlos Cambeiro: Manuel Quiroga Losada: o gran violinista galego do século XX, editado por O Consello da Cultura Galega, en 2011 y al que el propio Museo de Pontevedra dedicó un excelente memorial ilustrativo: Manuel Quiroga. Da gloria ó esquecemento. Un trabajo que nos recuerda que su obra no ha sido reeditada a excepción de la publicación del VI Cuaderno del Curso de Música en Compostela, que recoge quince fuentes manuscritas, en edición facsímil, precedidas de un breve comentario analítico realizado por el musicólogo Antonio Iglesias. De reciente aparición, había sido el Concierto en estío Antico, editado por Dos Acordes.   Abraham Parra Amante, tendrá el Primer movimiento de la Segunda Sonata española OP. 82, de Joaquín Turina, fechada en 1934, y dedicada a Pedro Sanjuán. Ese primer tiempo utiliza un tema con variaciones, precedido y rematado por un pasaje lento. El tema es muy elaborado por el violín, alcanzando como principal virtud una cierta indefinición tonal, partiendo en sus primeros aspectos con aire de petenera, hacia un detalle de intensidad expresiva. Tuvo su presentación en Londres con Ángel Grande y María Lavinskaia.

De la Cátedra de piano de Josep Colom, un par de ejemplos de los que dejarán memoria Oriana Kemelmajer, con la Sonata en Do M. K. 514, de Domenico Scarlatti, el italiano asimilado y profundamente dotado para indagar en nuestras raíces. Sus piezas para el teclado, primarán la forma binaria. No se ceñía al mero uso de danzas estilizadas de la llamada suite barroca, sino a personales intuiciones completamente nuevas. Cada sonata era un ensayo de coordinación y control de problemas inhabituales, como los que surgían de un problema de gesto excéntrico, su peculiaridad armónica se manifiesta en la progresión de acordes, una frase o un grupo de frases irregulares, un tipo extraño de desarrollo motívico, un color tonal solo posible en el clave español o un fortepiano florentino.

Antón García Abril, siempre añorado maestro de la Cátedra de Composición del Curso, con Lotanzas, grupo de piezas para el piano, en la interpretación de Eric Manero. Un piano el suyo bien tratado por Guillermo González, Leonel Morales o nuestra apreciada Ilona Timchenko. Las obras  para piano de García Abril comenzarán a vislumbrarse con la Sonatina (1955), dedicada a Esteban Sánchez, para confirmarse en Preludio y tocata; la Sonatina del Guadalquivir, encargo  del Ministerio de Cultura con motivo del centenario de J.Turina; Los Preludios de Mirambel, un ansia de enraizar con Granados, Albéniz o su admirado Manuel de Falla, grupo de piezas con distintos dedicatarios en mente.

De la Cátedra de Canto de Mª José Montiel, épocas y autores en la distancia estética y estilística desde el Padre Donostia, indagador de ancestrales tradiciones en su pretensión recuperadora y divulgadora, y para ejemplo Oñásez, en la visión de Goretti Eizagirre. Por su parte, Mariam Gómez, se aproxima a  Miquel Ortega  (1963), compositor en la estela de una sentida fidelidad lorquiana por el Romance de la luna, y Canción del jinete, de El romancero gitano, del que tomó dos de sus poemas que no descubre esa afinidad profundamente sentida.  Leila Rodríguez, elige Dos cantares populares, de Ferrán Obradors (1897/ 1945), una lectura de preferencia fue la realizada por Raquel Lojendio, acompañada al piano por un gran especialista en música española como Aurelio Viribay.  Tomoko Satoh, desde la distancia cultural, se apunta a Joaquín Nin Culmell (1908/ 2004), con Viva Sevilla!, músico de larga tradición familiar por su padre Joaquín Nin  y su célebre hermana Anaïs, músico con formación en la Schola Cantorum parisina, con Alfred Cortot y Ricard Viñes y en nuestro país con Conxita Badía, fundadora del cuadro de profesorado desde el primer año en Música en Compostela.

Ramón García Balado

30/07/2024

XVIII Música no Claustro de Tui

Tui, diversas localizaciones

El Festival de Música no Claustro Tui, en su décimo octava edición, que durante estos días sirve de intercambio de muestras y talleres creativos que encuentran su punto en lo musical en el Claustro de Catedral de Tui, y espacios aledaños, servirá para compartir como  cada año una serie de iniciativas colectivas y de carácter abierto, especialmente en la propuesta musical.  Laura Pena- día 1, a las 21´00 h-, alterna la tradición del fado en sus diversas tradiciones a la búsqueda del enraizamiento con otras propuestas actuales, sirviendo en lo posible como un homenaje a la recién fallecida Misia, que algo conservaba de los modismos parecidos o la más reconocida Amalia Rodrígues, a quien pudimos escuchar en un recital en el Auditorio de Galicia, acompañada por Carlos Paredes. Nativa del Argarve, conserva el testimonio de ese fado de procura renovarse sin renunciar a sus patrones, con trabajos como Archivo Pintoresco.  Para el día 2, a la misma hora, la cantante Laura Marchal  con Víctor Franc  (guitarra) y Jesús Campos (percusión), una voz que viene avalada por su registro Aceitunitas negras, una evocación de del Concurso de Cante Jondo (Granada, 1922), hito decisivo de la vida musical de aquel tiempo, testimoniado en personales como J. Brande Trend, de la Cambrige University, en participar en la divulgación de los hechos artísticos, tema que será clave en las propuestas de Música no Claustro de esta vez y como autor de una obra de investigación fundamental; The Music of Spanish Histori (1926) que colaboró en divulgar nuestro patrimonio, preparando la visita al día siguiente de Faia Diaz, con la arpista de la OSG, Bleuenn Le Friec, siempre dispuesta a colaborar con proyectos innovadores, en un programa anunciado como Maternidade, Arrolos e Cantigas y que se acerca en confluencia con las formas de tradiciones autóctonas. A  partir del día 5, una serie de actividades lúdicas y talleres creativos, encuadradas en Artesanías en Familia, en la Praza da Catedral.

El Trío da Malí, presentan disco el día 3, grupo integrado por Hawa Kasse Mady Diabeté; Fodre Lasana Diabeté y Madau Kouyaté, una inmersión en las músicas de los griots que en más de una ocasión pudimos conocer en certámenes de Músicas Emergentes. Músicas que trascienden fronteras desde Zambia a Senegal. El subconsciente negro expresado en los griots o jalís, son la casta canora que daba forma musical a la historia de un vasto imperio que acaparaba distintas culturas, expresadas a través de un estilo de juglares que heredaban tradiciones de tiempos inmemoriales y que pretenderán recuperar artistas actuales como este trío, que se añaden nombres que han logrado cierta divulgación popular, hablaríamos de Mory Kante, Salif Keita, como personajes más significativos, a los que se añadirá el guineano Bembeya, que se confirmó gracias a la creación de un grupo propio o los senegaleses Ismael Lô, Toure Kunda, Yousson N´Dour y Baaba Maal. Algunas de las canciones del Trío de  Malí, resultarán claramente significativas: Orponillage; Nana Tribau- hermana del fundador de la estirpe de Sunjata Kerte (1235) o Deme (Ayuda!)

El jazz se lo reparten el trío formado por Tana Santana- contrabajo-; Roberto Nieva – saxos-; David Xirgu- batería-, en colaboración con el pianista Xan Campos y el guitarrista Virxilio da Silva, ocasión que aprovechan para presentar su trabajo discográfico Hiro- día 4, en el Claustro da Igrexa de Tui, en una línea que se acerca a la formas populares en los músicos jazzísticos de nuestro tiempo en intercambio con los estilos de las propuestas más jóvenes a la espera del día 6, con otra formación  que estará integrada por Pedro Lamas (saxofones y gaita; el zanfonista Germán Díaz; el contrabajista Romero Cienfuegos, dentro de un proyecto musical que centrado en las formas jazzísticas que cultivan, buscan el elemento de confluencia con el Medievo y los antiguos cancionero: El Códice de Ruiz de Azagra; los de Fernando I, y el Calixtino, Cantigas de Sta María de Alfonso X (El Sabio) y de los estudiosos Santiago Tafall y el Padre Feijóo. Lamas fue autor de trabajos de investigación como El método cardiopático o el trabajo dedicado a 13 canciones bonitas (Benxamín Otero). Para entendernos con este grupo, un detalle de aproximación a John Brande Trend (1887/1958) en cuanto a esa obra citada The Music of Spianish History (1926), en sus artículos dedicados a nuestro país, producto de un interés cimentado tras sus estudios en la University of Cambridge, convirtiéndole en una de las mayores autoridades en musicología, siendo la música española una de sus grandes especialidades, desde monografías de Manuel de Falla o Lluís Milán o indagaciones sobre el Mixteri d´Elx. Jornada la del día 5, que incluye un Foro de Resonancias, en el que destacarán en sus especialidades correspondientes Eva Moreda-artista en residencia-, Rosa Sánhez, Pablo Carpintero, Madou Kouyaté y Fodé Lassana Diabeté.  Para el día 7, en la conclusión el Moser  String Cuartet (Suiza), ofreciendo obras de Henry Purcell, Félix Mendelssohn, W. A, Mozart y María Teresa Prieto. Ganadoras del ProProyect Center  y del European Music of Music de Chambre (París), logrando también el Ambassador Ensemble (Osaka), del International Competition (2023). Son ellas las violinistas Kanon Miyashita y Patricia Muro; la viola Adriana Bataller (sustituta por Elise Hiron) y la chelista Lea Galasso. El Moser String Cuarteto destaca por sus estudios en la Hochschule für Music Bassel.

Ramón  García Balado

29/07/2024

Ernesto Monsalve: Joaquín Rodrigo, en el Centenario de su primera obra, para LXVI Curso U.I. de Música en Compostela.

 Capilla del  Hostal de los RR.CC., Santiago de Compostela

Vuelve a la ciudad de nuevo para participar en el LXVI Curso U. I. de Música en Compostela Ernesto Monsalve, en la Capilla del Hostal de los RR. CC.-día 31, a las 20´ 00 h., esta vez con un programa bajo el reclamo: Joaquín Rodrigo: En el Centenario de su primera obra, tras la visita anterior dedicada a Pau Casals, en el 50 Aniversario de su muerte. Pau Casals, voz y conciencia del exilio español y que entonces reverdeció memoria al recordar su visita protocolaria como representante de La Paz, ofreciendo un concierto en la Casa Blanca en 1961, ante la familia Kennedy, con el baluarte por excelencia que supondría la interpretación de El cant dels ocells. Un acto convocado por la presidenta de la Comisión de la Mujer- a la sazón Eleonor-, añadiendo en aquella fecha Cuatro canciones, de Tomás Bretón y obras del maestro Casals.

Ernesto Monsalve, es gestor cultural, director de orquesta y compositor; director del Área de Música de la Universidad Internacional de La Rioja y de la Joven Sinfónica de Valladolid. Colabora regularmente con RNE y la TV de Castilla y León. Director de Humanidades, Arte y Educación por la Universidad de Castilla-La Mancha, y licenciado en Derecho por la Universidad de Valladolid, realizando masters de Dirección Musical por ABRSM y Gestión Cultural por la Universidad de Alcalá de Henares, además de un posgrado de Dirección en Asuntos Públicos y Liderazgo por ICADE, con  master en Formación del Profesorado por la Universidad Int. de Valencia. Fue autor de obras y director artístico de amplios proyectos: O. Sinfónica de San Remo; O. Cantorum Coralina Exaudi; Lyceum Mozartiano; Vocal Leo y Matanzas (Cuba);  Coro de la Suisse Romande; Wien Accord Chor und Kammerensemble (Austria); Coro de la Ópera Rousse  (Bulgaria); Symphonisch Orkest  (Bélgica) o la Schola Argentina, en el espacio de sus colaboraciones con Latinoamérica.

Joaquin Rodrigo, maestro al que se prestó abundante atención en lo relativo a publicaciones sobre su obra y su vida, destacando la recién publicada a cargo de dos estimables conocedores como Javier Suárez Pajares y Walter-Aaron Clark, coincidiendo con el XV Aniversario de su muerte. Su título se anuncia como A Light in the Darkness: The Music and Life of Joaquín Rodrigo, trabajo que divulga la prestigiosa editorial estadounidense W.W. Norton & Company y el estudio más completo acerca de su vida y obra que arranca a comienzos del siglo XX. Pero bástenos con recurrir a la biografía escrita mano a mano entre el compositor y su compañera Victoria Kamhi, en una cuidada edición de Andrés Ruíz Tarazona. Tema a elegir para esta vez, el celebérrimo Concierto de Aranjuez en su historia y según los interesados. El Concierto de Aranjuez toma su título del famoso sitio real situado a cincuenta quilómetros de Madrid, camino de Andalucía, particularmente favorecido por los Borbones. Aunque este concierto es un trozo de música pura, sin programa alguno, su autor al situarlo, en un lugar, Aranjuez, ha querido señalarle un tiempo de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Cortes de Carlos IV y Fernando VII, ambiente sutilmente estilizado de majas y toreros, de sones españoles de vuelta de América. La  guitarra, con una audacia sin precedentes, se opone a toda una orquesta formada por flautín, flauta, oboe, corno inglés, dos clarinetes, dos fagotes, dos  trompas, dos trompetas y el cuarteto. En todo momento la guitarra es solista, pero la orquesta supone una verdadera delicia, siendo transparente, centelleante en un constante chisporroteo.

El primer tiempo Allegro andante con spirito, está todo él animado por la misma fuerza y alegría rítmica, sin que los temas de que consta interrumpan un solo momento su trepidante marcha. El Segundo, Adagio, supone un diálogo elegíaco entre la guitarra y los instrumentos solistas: el corno inglés, fagotes, oboe, trompas etc…en un hondo latir que mantiene todo el edificio sonoro de este tiempo. El  tercer tiempo, Allegro gentile, evoca una danza cortesana en la que la combinación de compases a dos  y tres tiempos, así como una escritura ligerísima, mantiene el tiempo alerta hasta la veloz fermata final. El estreno mundial tuvo lugar el 9 de noviembre de 1940, en Barcelona, por Regino Sáinz de la Maza y la Orquesta Filarmónica de Barcelona, bajo la dirección de César Mendoza Lasalle. Una mirada a poco antes nos trasladaría al final de los Cursos de Santander, aprovechando un previsto viaje a París, en donde se habían citado con Regino Sáinz de la Maza, viejo amigo de Joaquín e intérprete de algunas de sus primeras obras, como la Zarabanda lejana. El encuentro en San Sebastián, camino de paso, se vería con el Marqués de Bolarque gran aficionado a la  música y quien les invitó a un condumio en el restaurante Rompeolas. El tema inevitable de conversación sería el mundo de la guitarra, Bolarque echaría el pulso sugiriéndole a Rodrigo que compusiese un concierto para guitarra. Un concierto para guitarra y orquesta. Para Bolarque, el intérprete habría de ser Regino Sainz de la Maza, quien respondería entusiasmado a la propuesta. Lo demás llegaría rodado tras apurar unos cuantos vasos de bon vin: Te haré el concierto- confirma Rodrigo- y además te lo dedicaré. La guitarra en Rodrigo dejara obras señeras como las compuestas a solo: Entre olivares; Por tierras de Jerez (antología de la guitarra en tiento antiguo); Bajando de la meseta; Junto al Generalife; Trois petites pieces (Ya se van los pastores; Por el camino de Santiago o Pequeña sevillana); Pájaros de primavera o Tres piezas españolas: Fandango, Passacaglia y Zapateado. Mejor reconocimiento llegará por obras concertantes: La Fantasía para un gentilhombre (de la que hay versión para flauta); el Concierto madrigal (para dos guitarras y orquesta); el Concierto andaluz (para cuatro guitarras y orquesta o el Concierto para  una fiesta, de 1983. Añadiendo en el apartado la serie de concierto para otros instrumentos como el piano, el chelo, el arpa y los dos  ballets: Pavana Real y Juana y los Caldereros, inspirado en un sainete de Don Ramón de la Cruz y en adaptación de su compañera Victoria Kamhi.

Ramón García Balado

 

28/07/2024

Cuarteto Lucent & Riccardo Guella, concierto en el LXVI Curso U. I. de Música en Compostela

 Capilla del Hostal de los RR.CC., Santiago de Compostela


Concierto en la Capilla del Hostal de los RR.CC- día 1, a las 20`00 h-, con la actuación del Cuarteto Lucent y la participación del guitarrista Riccardo Guella, con obras de Enric Granados, Manuel Castillo y Ruperto Chapi,  un grupo formado por Takamori Okamoto y Yulia Sozanska- violines-; Paul Altimira- viola-y Yena Gook, chelo, acompañando al guitarrista Riccardo Guella, formado en el Conservatorio Giove di Genoa, integrando la Giovine Orchestra Genovese e Amici di Paganini. Fue Premio del Inst. Boccherini de Luca y del Concurso Alessadria. Grabó obras de Theodor Gaudo, con Gianluca Nicolini, y recientemente obras de Roberto Sierra. Asistió a masters de David  Russell, Pepe Romero, Ignacio Rodes, Serggio Assad y Barrueco. También pasó por la Accedemia Chigiana (Siena), en donde siguió clases de Óscar Chiglia, para ampliar perspectivas estilísticas con Gallardo del Rey en el Curso de Música en Compostela. Dispone de un instrumento factura del luthier Felix Müller (2023)    

Enric Granados con la Romanza (para cuarteto de cuerdas) en el  espacio de sus obras camerísticas entre las que se encuentra la más conocida, el Quinteto Op. 49, que en breve escucharemos a los profesores del Curso: Stephan Picard, Stephan Forck, Ashan Pillai y Andrei Banciu; también la Sonata para violín y piano o el Trío Op. 50 o los Tres preludios, obras estrenadas en el Salón Romero de Madrid. Noticias firmadas por Mac Mc Clure, nos hablan de un acontecimiento vivido en la Academia F. Marshall, epicentro de su legado, en el que se celebraba su primer centenario y como parte de las conmemoraciones se organizaron una serie de conciertos, solicitándose que se interpretase el Quinteto en Sol m. y el Trío en Do M., aparte de eso, otros intérpretes de la Marshall, como el violinista Ala Voronkov  y miembros del Glinka Quartet, tocaron varias obras de Granados. Para poder llevar a cabo la sesión, se tuvieron que reconstruir, materiales originales a partir de los manuscritos disponibles, ya fuera porque en parte se encontraban repartidos en varios fondos: La Biblioteca Nacional de Catalunya; la de la Música de Barcelona o la misma de la Ac. Marshall. La Romanza, para cuarteto de cuerda es una de esas sorpresas de cámara de la producción de Granados. Poco se sabe, salvo que la misma música nos puede sugerir: el lenguaje armónico es más complejo que el del Trío y el Quinteto, y se utiliza un material temático que, a partir de un motivo inicial, se va desarrollando contrapuntísticamente a lo largo de esta pieza. Todo esto parece indicar que la obra fuera seguramente posterior a las dos más conocidas. Por cómo continúa el manuscrito- donde aparecen los primeros compases de una marcha fúnebre-, podemos entender que esta Romanza podía ser el primer movimiento de un Cuarteto de cuerda que nunca vio la luz. Sin embargo, la obra tiene una solidez por sí misma y cuenta con un registro discográfico para Columna Música, realizado por el Cuarteto Glinka.

Manuel Castillo-Cuarteto con guitarra en sus tiempos, Allegreto, Adagio y Variaciones,- encargo precisamente del Curso Música en Compostela de 1975, cuando la cátedra del instrumento estaba ocupada por José Tomás entre un profesorado en el que destacaban Marçal Cervera, Conxita Badía, Enric Ribó, Montserrat Torrent o Antonio Iglesias y Rosa Sabater, destacando precisamente Andrés Segovia y Montserrat Caballé en una serie de clases magistrales. Manuel Castillo repartía entonces sus abundantes compromisos provenientes de varias ciudades españolas, a través de entes oficiales o eventos históricos: las Invenciones para cuarteto de cuerda, compuesto para el Festival de España y América (1967); Antífonas de Pasión, para la Semana de Música Religiosa de Cuenca (1970); los Cuatro cuadros de Murillo, para orquesta, con motivo del centenario del pintor y por encargo de la Diputación de Sevilla; el Concierto para dos pianos y orquesta por encargo del Ayuntamiento de Sevilla; las Kasidas del Alcázar, para dos guitarras, para la Bienal de Arte Flamenco (1984); el Trío, para la Universidad de Laramia (USA) o de nuestra ciudad, la obra coral Homenaje a Rosalía de Castro, a la que se añadiría la Sonata para guitarra, en el cincuentenario de la muerte de Federico García Lorca. Castillo se había formado con Conrado del Campo, en composición, y Lucas Montero, antes de perfeccionarse en París con Lazar Levy y Nadia Boulanger, preparando su ingreso como profesor de Historia y Estética de la Música, en 1954, obteniendo la Cátedra del Conservatorio de Sevilla.

Ruperto Chapí- Cuarteto nº 2, en Fa: Allegro moderato; Allegretto; Allegretto. Molto vivace y Cuasi Presto-, obra nacida conjuntamente con obras de Bartolomé Pérez Casas, entre una importante muestra de cuartetos españoles, una obra de proporciones notables con sólida libertad de factura. La composición se estrenó interpretada por el Cuarteto Checo (1904), aquella formación de soberbio prestigio internacional, para dar mejores argumentos y con gran éxito, hecho que mereció una crítica respetuosa publicada en La Época: Volverán en la próxima a deleitarnos con un arte tan exquisito y tan perfecto. Una serie de seis conciertos incluía también obras de Karl P. Emmanuel Bach, culminando con maestros de las escuelas nacionales. El mentado Cuarteto Checo- conocido también como Bohemio-, estaba integrado por ilustres como Karel Hoffman, Josef Suk, Oskar Nebdal y Hanus Wilhan (sustituto de Otto Berger, en 1889, como chelista) y que había sido profesor de música  de cámara de los demás. Los años que conocieron al Cuarteto Checo, vieron también el nacimiento de la gran tradición en la música de cámara checa.

Ramón García Balado  

Dolce Rima: Saffo Novella, Barbara Strozzi, en Ateneo Barroco

  Teatro Principal, Santiago de Compostela Dentro del VI Ateneo B arroco, turno para Dolce Rima , en el Teatro Principal - día   7, a las 21...