Palacio de la Ópera, A Coruña
Concierto de la pianista Varvara con el Concierto para la mano izquierda, en Re M. de Maurice Ravel, dirigido por Michael Sanderling, con la OSG, en el Palacio de la Ópera de A Coruña, incluyendo la Sinfonía nº 7, en Do M. (Leningrado) Op. 60, de Dmitri Shostakovich- día 16, a las 20´00 h-, pianista que ofreció una sesión dentro del ciclo El imaginario musical ruso, de la Fundación Juan March y a la que tuvimos en nuestra tierra hace una temporadas con la RFG, dirigida entonces por Clemens Schuldt. Una artista que cuida repertorios de todas épocas sin prescindir de colaboraciones con agrupaciones camerísticas, estudió en la Escuela Gnessin, para seguir en el Conservatorio Tchaikovski, de Moscú, la Hochschule für Musik und Theater (Hamburgo), con los maestros Mikhail Voskresenski y en Hamburgo, con Evgeni Koroliov, obteniendo galardones como el Concurso Bach (Hamburgo) o el Geza Anda (Zurich) y su carrera le permitió colaborar con primeras orquestas siendo dirigida por maestros como V. Gergiev, David Zinman o Cornelius Meister, en coliseos como el Teatro Mariinski, la Tonnhalle. Michael Sanderling, fue chelista antes que director, compaginando ambas actividades con una presencia habitual en Dresde y en la Gewandhaus (Leipzig), entre 1988/92 y la Rundfunck Sinfonie de Baviera, la Kammerakademie Postdam (2016), la Radio de Berlin, la Sachische Staatskapelle Dresden, la Chamber Orchester Berlin, la Orchestra Fhilhamonic de Los Ángeles, la O. S. de Boston, además de colaborar en dúo con Julia Fischer y Martin Helmchen
Maurice Ravel-Concierto para la mano izquierda- un compromiso personal con Paul Wittgenstein, hermano del auto del Tractatus lógico- philosoficus, Ludwig, eminencia de las élites del pensamiento de la Alemania de la República de Weimar, en la que se dieron cita las personalidades de la mejores escuela de la que mantenemos todavía lo más señalado de su legado. Paul había perdido la mano derecha por amargas consecuencias de la Primera Gran Guerra, viéndose conminado a perder una carrera profesional de gran futuro, pero su voluntad y capacidad de trabajo, le llevaron a intentar recuperar las posibilidades de encontrar una salida a su vida, y la encontró curiosamente con el encargo a esta obra a su estimado Maurice Ravel, viendo como a sus espaldas la Monarquía Imperial se hundía irremediablemente en los acontecimientos que la historia le reservaba. Este concierto en un tiempo único, supuso una enriquecedora experiencia en ese reto casi imposible, obra con abundantes cadencias y abundancia de notas dobles, pensando en sus limitaciones como obra para una sola mano, resuelta con un alto grado de pulsación pianística, que no concede elementos posibles de polifonía, quedándonos con espacios vacíos entre las líneas temáticas principales, sin un evidente diálogo con la orquesta, en la línea de la conocida tradición alemana e incorporando elementos tomados del jazz obra con un primer estreno el 5 de enero de 1932, en la Grosser Musikvereinsaal con Paul Wittgenstein y la Wien Sinfonie O., y un segundo, el 17 de marzo de 1937, con Jacques Février, con una orquesta parisina dirigida por Charles Munch, obra en dedicatoria a Paul Wittgenstein. No faltarán otras obras que surgirán como encargo del mismo, como fueron Parergon zu Symphonia domestica Op. 73, de Richard Strauss; el Cuarto concierto para piano, en Si b, de Benjamin Britten o Diversion for Piano and Orchestra, del propio Ravel. Breve composición de poco más de un cuarto de hora, hasta la fecha de 1937, será propiedad exclusiva para su ejecución del comandatario de la misma, en sus exclusivos derechos de ejecución, tras incluir algunas modificaciones.
Dmtri Shostakovich- Sinfonía nº 7, en Do M (Leningrado) op. 60-, obra que en principio, cada tiempo tendría un motivo alusivo: Guerra; Recuerdo; La inmensidad de la Patria y Victoria, con un lenguaje musical aparentemente simplificado y que estaba destinado a un auditorio predispuesto para su recepción, resultando en definitiva su obra más extensa, un manifiesto de un compendio de una personal actitud de compromiso en medio de una reconocible situación crítica en lo relativo a la lucha contra el fascismo, que daría argumento para leyendas cargadas de polémica dentro de ese período en el que compondrá, durante el asedio de la ciudad, casi unas doscientas obras, repartidas entre los creadores de aquel momento. Obra estrenada en Kuibychev, bajo la dirección de Samuel Samosud (1942), y que se ratificará en los Estados Unidos poco después con Arturo Toscanini, con aceptable divulgación a través del canal de la NBC. El autor participaba entonces como asistente musical de teatro, que ayudaría notablemente a la confirmación de la evolución de esta sinfonía.
El Allegretto, es una descripción sonora del enemigo invasor que pretende someter la vida apacible de una comunidad sin conflictos que musicalmente se ofrece a través de escalas ascendentes que ayuda a comprender la situación de un contraste lírico o un nocturno ensoñador, hasta la entrada de cuerdas densamente agudas, las respuestas de flauta y piccolo, cara un nuevo tema en pianissimo con apuntes de marcha. Un orgánico orquestal más recargado, anuncia un crescendo con matices destructores que alcanzar su apogeo, en una situación casi lúgubre y angustiosa, abocada a una rememoración de la situación amarga descrita con redobles de tambor. Moderato (Poco allegretto), quizás un interludio de buen talante que desdice al tiempo precedente y detalles de buen humor, un aspecto que el autor sabría destacar en muchas de sus obras, mostrando una forma de cantinela meditativa a cargo del oboe, el corno inglés, que tendrán respuesta en fanfarrias ostentosas de intención agresiva, emulando la situación de invasión que recalcan staccatos de madera con clarinete bajo que responde al oboe y una conclusión con el tema inicial de violines.
El Adagio, propuesto por las maderas, recordará estilemas de colegas contemporáneos suyos, en la Rusia efervescente del momento y que se reafirma en pasajes sugeridos por violines, en contracanto grave, antes de pasar a otro intermedio de cuerdas que responde con un aire meditativo y casi triste, que incorpora una actitud lírica de flautas, entre ritmos acentuados y un cambio perceptible hacia un Moderato risoluto, nueva evocación de ese mundo bélico y angustiado a través de martilleos y previsibles aullidos discordantes en un cruel discurso. Una frase final recupera la serenidad del comienzo, preparando el Allegretto non troppo, anunciado por sombríos temas breves a través de un ritmo descrito por la cuerda grave, alcanzando entonces una mayor animación gracias a un tema de cuerdas resuelto y manifiestamente desarrollado, en invitación clara al resto de la orquesta que describe el combate final, entre fortissimos y ráfagas de escalas en plenitud de toda la masa orquestal. Sinfonismo testimonial, que responde al ideario del autor, y que concluye en un Allegretto exultante tras las amarguras sufridas a consecuencia de la guerra y la invasión.
Ramón García Balado
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