Hostal de los RR.CC, Santiago de Compostela
Concierto en el Salón de Arte del Hostal de los RR.CC-día 30, a las 20´00 h.-, con la pianista Stefania Passamonte, en una sesión dedicada a la memoria de quien fuera profesor del Curso, Manuel Carra y en el que interpretará páginas de la Suite Iberia de Albéniz y algunas de las Danzas españolas de E. Granados. Stefania es Presidenta y profesora del Conservatorio de la Performing Ac.of Music y miembro del Consejo de la BPI British Phonographie Industriy, y de la BRIT AWARD Ac. en el Reino Unido. Se graduó en la Ac. Sta Cecilia (Italia), en la Royal Ac. of Music (ILondres) y en la École Normande (París), realizando conciertos en salas de prestigio como el Royal Albert Hall, St. Martin in y the Fields, la Filarmónica de Varsovia la Sala Puccini (Milán), la Sibelius de Finlandia o la Ópera de Varna. Fue Premio Ghilardina otorgado por su ciudad natal (Módena) y recibió el Artist Vision Award (2020), otorgado por su talento y originalidad.
Manuel Carra, maestro homenajeado, fue recordado por quien fuera director del Curso, el pianista Antonio Iglesias con motivo a su incorporación al mismo en el año 1984: El día 27 de noviembre de 1983, fue una fecha aciaga para la música de modo muy particular para la música española y concretamente para Música en Compostela: falleció en accidente de aviación nuestra gran pianista y amiga fraterna Rosa Sabater, se dirigía a Bogotá, desde la ciudad alemana de Freiburg im Breisgau- donde residía ocupando una plaza de piano en su Escuela Superior de Música-, para realizar una gira de conciertos; me llamó el día anterior diciéndomelo desde el aeropuerto, llena de miedo pues era auténtico terror el que le causaban los viajes aéreos…Con su trágica desaparición que, claro está, conmovió a nuestro mundo, un hueco de contagiosa simpatía, de alegría y felicidad, sigue sin llenar en nuestro diario deambular por el Hostal de los RR.CC. y en no pocos sitios en los que solíamos coincidir; viajaba en aquel Jumbo de Avianca que se estrelló en Mejorada del Campo, cuando se aproximaba al aeropuerto de Barajas…Rosa Sabater quedó para siempre muy unida en el corazón de cuantos tuvimos la dicha de tratarla; era una excelente persona, aún muy por encima de su inmensa valía artística. Nuestro Curso de 1984, su convocatoria XXVII, fue instituido luctuosamente Rosa Sabater In memoriam y recordándola, nos dispusimos a celebrar alguna sesión conmemorativa de su desaparición: el correspondiente folleto-convocatoria, ya hubo de sustituir su nombre, con el de Manuel Carra, que quiso honrarnos sucediéndola en el cuadro docente, con su trayectoria excelente que llega hasta hoy. Carra había seguido la escuela de José Cubiles- del que fue asistente-, ampliada posteriormente con la de Lazar Levy (París); O. Messiaen, en análisis y en Darmstadt o Siena , con Ruggiero Gerlín. Sus Cursos ganaron prestigio desde Saint Hubert de Ardennes (Bélgica), el Internacional de Granada, con historial similar al nuestro, recibiendo el 1998 el reconocimiento como numerario de la Real Academia de San Fernando y en el capítulo de sus obras, merecían mención La suite sobre antiguos temas españoles- para orquesta-; Transformaciones sobre una estructura de Cristóbal Halffter, para dos pianos o recopilación de canciones a partir de poéticas populares o de Alberti como El alba del alhelí.
Para Stefania, en su concierto, piezas de la Suite Iberia de Isaac Albéniz. El Corpus en Sevilla, tercera del Primer Cuaderno. Uno de los fragmentos más brillantes y difíciles de interpretar. El autor pinta y refleja esa popular fiesta para la que se sirve de dos motivos de nítido origen popular que organiza en una muy libre forma de sonata. En el comienzo realza la sobrecogedora introducción con el Tantum ergo, del himno Pange lingoa de la liturgia hispana. Una plasmación ambiental que va desde la saeta a la algazara de un día soleado. Almería, segundo número del Segundo Cuaderno, es junto a Evocación y El Puerto, un modelo de tratamiento técnico con parentescos con la Rondeña, por su uso de métricas binarias y ternarias, que la acercan a la guajira a través de unos acentos suaves y cadenciosos y con detalles procedentes de la barcarola. Rica en su escritura por la reclamación de un ambiente ensoñador. El Álbaicín, primera pieza del Tercer cuaderno, una vez más la presencia de Granada marcada por su ritmo de bulerías, las sonoridades punteadas y los constantes choques de apretados acordes de segunda o el carácter casi percutido de los compases iniciales parecen anunciar la ya inminente Fantasía Bética, la obra maestra de Falla. Málaga, primera del Cuarto cuaderno, expresivamente ensoñadora e idea de un profundo quehacer pianístico, está aureolada por un ritmo fluido y vivaz de malagueña. El autor ralentiza su ritmo para dar cauce a un lirismo de plena exaltación romántica gracias a un desarrollo apasionado. Tiempo que es en realidad una jota malagueña de enorme belleza, como descubrimos en todas las piezas de esta suite, en Cuatro cuaderno que han suscitado la admiración, de Olivier Messiaen, entre otros grandes del piano.
Enrique Granados, para mantenerse en este ideario estético, con algunas de las Danzas españolas: Galantea; Oriental; Fandango; Danza triste o Melancólica; Arabesca y Bolero. Para Walter Aaron Clark, en su monografía dedicada al autor, en el trabajo Poeta del piano, las Danzas españolas son la primera composición importante de Granados, en este contexto de doce piezas para piano con ese título. La obra está dividida en cuatro libros de tres danzas cada uno. Probablemente inició su composición en 1888, durante su estancia en París. No está claro cuándo terminó la obra, pero sabemos que la tocó por primera vez en Barcelona el 20 de abril de 1890, en el Teatre Liric y que poco después la llevó a Dositeo, para su publicación ese mismo año. Poco después enviaría copias a C. Saint- Saëns, Jules Massenet, E. Grieg y César Cui, quien alabaría su armonización y originalidad, a esa relación de entusiastas, se añadirá Amadeu Vives o Bériot, junto al insigne Joan Lamote de Grignon, quien tuvo a bien orquestar la obra, al igual que otros como Rafael Ferrer. Las Danzas de Granados exhiben franqueza sin complicaciones y un encanto rítmico a la par que melódico, casi todas en forma ternaria y con codas breves y superficiales. El lenguaje armónico es diatónico y el romanticismo solo aparece como ornamento colorístico. En estas obras, en vez de desarrollar los temas, el autor recurre a la repetición, lo que constituye a la vez una debilidad y una fortaleza.
Ramón García Balado
Ningún comentario:
Publicar un comentario