15/10/2023

Hölderlin: Das Schicksalslied Op. 54, Brahms, sombrío y fatalista

 Palacio de la Ópera, A Coruña

Palacio de la Ópera















 Brahms en dos de sus obras Das Schicksalslied (El canto del destino) y la Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 73, para el concierto que Lucas Macías dirigió a la OSG en obras que tuvieron como entrante dos páginas de la ópera perdida de F.Schubert, Rosamunda, en concreto la obertura y el tercer entracto.
Para la obra coral de Brahms contamos con la dirección de Javier Fajardo, que comparte labores con Carlos Mena, ya con experiencia en formaciones como el Kammerchor Stuttgart y el Rundfuck Berlin, y que con el coro grabó Orfeo et Euridice de Gluck, en la versión francesa.  Rosamunda compuesta a partir de un libreto romántico de Helmina von Chézy y que se perderá en el recuerdo de lo irrecuperable, servirá a  Schubert, en esas experiencias, confirmadas por obras como la cantata Lázaro y óperas de menor ambición: Alfonso y Estrella; Las conjuradas o Fierabrás. La obertura de esta aventura había sido destinada a Alfonso y Estrella pero quedaría en medio también la de El arpa mágica, publicada en una versión para piano a cuatro manos. Mejores garantías ofrecerán en cuanto a orquestación obras como la Sinfonía en Si m., y en resumen, nuestro músico sabrá plasmar en el conjunto de las piezas que conservamos, una apreciable unidad estética, por lo que no resulta extraño que se nos ofrezca con regularidad por su brevedad y soltura. Un par de breves páginas pues, que no dejan de recordarnos al vienés en sus patrones románticos y serenos, idóneos para adentrarnos en el Brahms de sus dos obras tan dispares.

Das Schicksalslied (Canto del destino) Op. 54 de J.Brahms, remite a la poética de F.Höldellin, obra que podrá ser considerada como un fresco más extenso entre Nänie Op. 82 y El canto de las  Parcas Op. 89, todas ellas marcadas con la impronta del Destino y con inspiración en temas mitológicos. Las estrofas del texto, como en la Rapsodia para contralto, resultarán episodios corales. La primera parte Adagio, recrea una atmósfera misteriosa y entusiasta a la vez, remarcando una sutil sencillez por sus soluciones tímbricas y coloristas. Mención merece al comienzo de su parte media, la entrada de trombones que contribuyen a la acentuación del clima dramático.  El Allegro en Do m., nos muestra el peso determinante del Destino con el canto del coro al unísono, una exaltación desesperada que parece condenada a no encontrar salida y que nos lleva a la tercera parte Posludio, movimiento orquestal carente del protagonismo coral que nos aboca en lo sensible a un reconocible Adagio instrumental  que recupera el motivo de introducción en un estado de contemplación estática.

Das Schicksalslied Op. 54, para coro y orquesta, es posiblemente la más lograda composición en este género junto a la precedente, en la que nos ofrece sus personales problemas y que para Bruyr, resulta un tríptico que nos lleva desde la felicidad del Empireo a la miseria de los mortales y un tercer cuadro en el que la música pura, expresa lo que las palabras no pueden contar. Dieters acentuará que el contraste entre la vida de los dioses y la existencia inquieta de los hombres queda  perfectamente reflejado en los coros, muy bien caracterizados. En esta obra se expresa sobre todo la esperanza de una vida pura e ideal a través de una sonoridad en verdadera magia e inusual, en especial en la introducción y en el Finale orquestal. ¿Por qué Hölderlin? Teniendo en cuenta que fue acusado de excesiva obsequiosidad  con respecto al clasicismo cuando en realidad su interés en modelos del pasado-Paestrina, Händel o Bach-, resultaba cuando menos vivo y progresivo. El propio Hölderlin había sufrido una suerte parecida puesto que se debatía entre dos dimensiones espirituales  opuestas, la clásica y la romántica caracterizada por enfáticos excesos de imaginación. Para el coro y su director, el beneficio interpretativo que ayudarnos a comprender esa profunda meditación sobre la condición humana enfrentada a lo divino, modo de balada coral con impronta del destino como meditación sobre el misterio del destino humano.

Brahms con la Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 73, obra de 1877 y en la que para Karl Geiringer, aparece un contraste similar al existente entre las sinfonías V y VI de L.v. Beethoven. Tras haber trabajado durante años en la poderosa Sinfonía en Do m., Beethoven sintió al parecer el deseo de crear algo ligero, despreocupado y de la misma categoría y en consecuencia, dará plazo en pocos meses a la Sinfonía Pastoral, que con su serena e idílica atmósfera, contrasta con el heroico pathos de la Quinta. Del mismo modo, la Segunda Sinfonía en Do M, de Brahms, se inspira en el profundo sentimiento de la Naturaleza, detalle que acentuaría Lucas Macías, en el desarrollo de sus cuatro tiempos.  En consecuencia y con respecto a la Sinfonía en Do m., toda la obra refleja una instrumentación más delicada y transparente, más luminosa y brillante; las bucólicas flautas así como los pastoriles oboes y clarinetes, tienen encomendadas partes especialmente protagonistas, aunque sin renunciar al poderío de trombones y tubas en los movimientos extremos con efectos opacos y espectrales. El Allegro no troppo, presentaba una idea en el primer compás a modo de lema marcado por un aire meridional de impronta romántica con un desarrollo confiado a las maderas de talante apacible. El Adagio non troppo, grave y  equilibrado, virtud brahmsiana por excelencia,  nos dejó aspectos de una actitud resignada, en los que fagot y chelo cobraban necesaria relevancia. El Allegretto grazioso, quasi andantino, atrevido y contrastante, se afirmó precisamente gracias a los dos fragmentos y los dos ritornelos ligados entre ellos, que sugieren la prevista entrada de una especie de Ländler tradicional. El Allegro con spirito constató el fluido Rondó, que evitaba cualquier posible conclusión agresiva, únicamente resuelta en la abreviada y poderosa coda que se decidía por ofrecernos un tipo de éxtasis dionisíaco.

Ramón García Balado        

Orquesta y Coro Orquesta de la Orquesta  Sinfónica de Galicia/ Lucas Macías y Javier Fajardo

Obras de Schubert y Brahms

Palacio de la Ópera, A Coruña

 

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