Paraninfo da Universidade, Facultade de Historia. Santiago de Compostela
Concierto de la EAEM, de las sesiones de Fin de Curso en el Paraninfo da Universidade- día 4, a las 19´30 h-, comenzando por Xiana Baliñas Vieites, alumna de Natalia Madison, y acompañada por la pianista Eriko Ishimoto, que ofrece dos obras en su sesión comenzando por los Märchenbilder, Op. 113, de Robert Schumann, una de sus obras postreras que pretendía buscar la inspiración en el universo de los Märchen (Cuentos de hadas) de ancestrales leyendas alemanas, producto de su acercamiento sensible a esos mundos imaginarios y que recibirá por sugerencia del viola J. von Wasielewski, antiguo alumno de Leipzig y que le motivará a apuntar en su diario un escueto reclamo Violageschichten (Historias para viola) a comienzos de marzo de 1851. Clara había consultado con Wasielewski para abordar ciertos recortes previos al estreno en Bonn, el 12 de noviembre de 1853, en una sesión ofrecida en el Hotel Estrella de Oro, preparado lo que será la edición definitiva dedicada al virtuoso para una composición que se convertirá en referencia del mundo camerístico, gracias al encanto de sus cuatro tiempos. Nicht schnell (No deprisa), en Re m. en 3/4, muestra una forma de Lied, merced a su talante melancólico sobre un motivo descendente en semicorcheas a cargo del piano que nos lleva al Fa M. Lebhaft (Vivo), en Fa M., 2/4, resulta un rondó pleno de energía con ritmo de puntillo, en dobles cuerdas de la viola, alternando episodios intercalados: el primero en Re m., que enfrenta fluidas semicorcheas del teclado hacia un motivo en torbellino junto a la viola y el segundo, en Si b, recibe un tratamiento de canon. Rasch (Rápido), en Re m., 2/4, se ofrece en estilo de balada en un movimiento perpetuo de tresillos de semicorcheas staccato en la viola, perfilando algunos acordes pronunciados del piano y un intermedio curioso en Si M., a modo de pequeña tregua. Langsam, mit melancholischem Ausdruck (Lento, con expresión melancólica), en Re M. en 3/8, resulta la conclusión de una pieza que descubre el mundo interior tan personal de su autor y que logra el culmen en este estilo de obras, una especie de canción de cuna emotiva y ensoñadora además de recogida, cantada a la sexta por viola y piano que evocarán futuras obras de su muy apreciado Johannes Brahms, todo ello resuelto en aproximadamente un cuarto de hora.
De Johann Nepomuk Hummel, la Fantasía para viola y orquesta, en Sol m. Op. 94, obra en dos tiempos: Andante grave y Andante con moto, especie de entrenamiento en estilo de potpurrí, y que toma como argumento de libre tratamiento el aria mozartiana Il mio tesoro intanto, de la ópera mozartiana Don Giovanni. Era Hummel un músico nacido en Bratislava-entonces Poszony-, cuya obra irá ocupando un segundo plano con el paso del tiempo, aunque su aportación al mundo de la música será fundamental, ya que entre sus alumnos destacarán S. Thalberg, rival de Liszt; Hiller quien dejará testimonios de la vida de Hummel; A. Hensselt, Czerny (profesor a su vez de Liszt); K. Eduard Hartnocht, K. Georg Mangold, Giuseppe Unia y Mendelssohn. Un espíritu artístico que en el conjunto de sus obras, le encuadran dentro del llamado estilo Biedermeier, que floreció en gran medida en la Viena imperial en la primera mitad del siglo XIX, el que corresponde a Schubert, al pintor L. Richter o a los poetas Mayhofer, Gillparzer y Bauernfelds, quienes marcarán tendencias artísticas en el Romanticismo. Previamente había quedado impregnado por el mundo mozartiano, de quien recibió un poderoso influjo o del propio F.J. Haydn, en órgano, detalle que compartirá con Salieri y con Albrechtsberger en acompañamiento y armonía, además de contrapunto, para destacar posteriormente por sus giras europeas en calidad de virtuoso, convirtiendo al piano en su principal destinatario, cuyas materias tratadas desde cualquier punto de vista están ilustradas con multitud de ejemplos en forma de figuras de mecanismo, hasta paulatinamente adentrarse a través de preludios o pequeños estudios explicados de manera clara y con una estudiada digitación, más racional, lo que ayudará a engrandecer su personalidad.
Seguirá Francisco Javier Ruiz Rivas, alumno de Christina Dominik, y acompañado también por Eriko Ishimoto, se enfrenta a tres obras, la Segunda Fantasía para oboe solo, en Si b M., de J.F. Telemann, en tres tiempos: Grave, Allegro, Adagio Allegro, un compositor que debe su relevancia a su iniciativa como fundador del Collegium Musicum, de Leipzig, en 1702, y que destacó por su enfrentamiento con otro gran artista como Kuhnau, rica experiencia que a todos beneficiará en medio de un clima agitado y que se enmarcará en el período de grandeza de Johann Sebastian Bach, llegando a ser maestro de capilla del conde von Promnitz, en Sorau (Polonia), lo que le facilitaría conocer las tendencias emergentes de la música francesa en boga. Telemann, compositor galante, abrirá perspectivas y escuelas en los géneros más diversos, desde su instalación en Eisenach (1708) y tras su renuncia a un puesto en Gotha, acepará el que reciba de Hamburgo, que será primordial, como kantor en el Johaneum y director principal de importantes iglesias, permaneciendo allí hasta el final de su vida. En Hamburgo, dará a conocer obras como la elegida para esta sesión como los XII solos para violín y travesera, con bajo cifrado, seis Scherzi melodici per divertimenti di colore (para violín, viola y continuo o las seis Sonatas a lo Corelli (para dos violines y continuo), modelo de la segura asimilación de aquella manera francesa junto a las formas italianizantes, en esa mezcla de tres estilos bien descritos por el teórico alemán Christoph Daniel Ebeling.
W. A. Mozart- Concierto para oboe y orquesta, en Do M. K. 314-obra del período de Mannheim (1778), un encargo del potentado holandés De Jean (El Indiano), producto también de sus urgencias económicas, lo que le obligará a tomar en préstamo material precedente de los años de Salzburgo como el Concierto para oboe K. 271 k. (definitivamente perdido), arrastrando la leyenda de que el demandante conocía ya aquella obra, incumpliendo su palabra ya que sólo pagó la mitad de la cantidad pactada. Avatares de época que veremos reproducirse con mayor frecuencia de lo imaginable. Escucharemos el Allegro, tiempo que para Della Croce, por su ímpetu espontáneo, se abandona a la melodía que nos deparará el tiempo siguiente, hacia a un pintoresco y asimétrico trazado en el final, que puede acercarnos a los conciertos para violín, de 1775. Será un período en el que su padre Leopoldo, le estimule para que se traslade a París, en donde tendrá más posibilidades de resolver sus apuros económicos, cerrando así las supuestas comodidades recibidas por De Jean.
Richard Strauss- Concierto para oboe y orquesta op. 144, en sus tiempos Andante; Vivace y Allegro, año de vivencias en Suiza durante el otoño de 1945, período de amargas circunstancias de quien había engrandecido s imagen artística gracias a sus ópera s sublimes y en el espacio de la música instrumental por poemas sinfónicos como Ein Heldenleben Op. 40; Don Quijote, para chelo principal Op. 35; Also sprach Zarathrusta Op. 30 o Till Eulenspiegel Op. 28, auténtico capricho para las grandes orquestas. La obra que nos afecta fue estrenada por Volmar Andreas, con la prestigiosa orquesta de la Tonnhalle (Zürich), ambos dedicatarios de la misma, con ayuda del oboísta Marcel Saillet, y con la curiosa aceptación por parte del compositor de que era un trabajo ganz nett, por sus cualidades precisas en la propuesta gracias a su estilo aderezado que presume una recreación elaborada en su acercamiento a un depurado clasicismo, sabia ilustración para la que recurrió a un orgánico de dos flautas, un corno inglés, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas y cuerdas acordes con el equilibrio buscado, en detalles como el pretendido en el Vivace, rápido y rapsódico, marcado por todos los elementos temáticos o el libre Allegro de conclusión, tras una corta cadencia tratada brillantemente sobre un ritmo de siciliana.
Ramón García Balado