Catedral de Santiago de Compostela
Concierto en la Catedral de Santiago con entrada libre, hasta completar aforo- viernes, día 20, a las 20´45 h.-, con la Camerata de la Escuela Superior Reina Sofía, dirigida por Giovanni Guzzo, para un programa que destacará obras de J.S. Bach, C. Willibald Gluck y W.A. Mozart y que se anuncian como solistas las sopranos Carla de Pulgar y Marlin González Zúñiga, y el trompetista Marco Ferrando. Concierto englobado en la gira que les lleva a distintas capitales desde la Mezquita- Catedral de Córdoba a la Plaza del Ayuntamiento de Toledo, la Catedral Vieja, de Salamanca, la Casa las Flores o el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso. Para comenzar, G. W. Gluck, con la danza degli spiritu beati, pieza instrumental modelo del estilo del compositor y reformador de la ópera y que nos traslada a los Campos Elíseos, en el que danzan los espíritus, mientras Euridice canta el elogio del lugar con su aria Quest´a silo ameno, a la espera de la llegada inmediata de Orfeo. Pasaje instrumental cálido, en el que cobran protagonismo los adornos de la flauta Gluck, en esta ópera, manifestará las pretensiones requeridas en cuanto a su innovación estilística, reduciendo los aspectos musicales a su genuina función, secundando la importancia de la poesía en lo relativo a la expresión de los sentimientos y de las fábulas sobre las que se inspira. En Orfeo ed Euridice, por los personajes que son: Orfeo, Euridice, Amor y los complementarios de acompañamiento: furias, demonios, pastores o espíritus benditos, que resumirán la ópera en tres tiempos, a partir de un libreto de R. de Calzabigi, y que conocerá una segunda versión en francés, en agosto de 1774. Una primera versión, que resultaría precedente a la reforma que caracterizará su impronta. Detalles como el ballet sin coro, las unidades dramáticas que resumen un auténtico continuum o la arieta de Orfeo y las réplicas de las furias, que crean un todo indivisible.
Johann Sebastian Bach, por la Cantata Jauchzett Gott in allen Landen! BWV 51, en concreto por el aria Jauchzett Gott in allen Landen, obra con destino al Decimoquinto domingo después de Trinidad et in ogni tempo y compuesta posiblemente en 1730, para soprano, trompeta, cuerdas y b.c., sobre texto de autor anónimo. Desde los primeros intentos biográficos, se nos trasmite el dato de que el autor ordenó gran parte de sus cantatas en ciclo de cinco, cada de los cuales cubría todas las fiestas solemnizables con música durante un año litúrgico. Aunque algunas han sido compuestas anteriormente, es en Leipzig donde emprende esta organización cíclica, revisando unas y componiendo otras. El tercero de los ciclos de cantatas, los sitúan los especialistas entre 1725/7. El año 1726, el domingo 15, de la Trinidad, coincidió con el 29 de septiembre, por ser fiesta más solemne, la de San Miguel, se imponía y dejaba vacante el texto de que disponía para dicho domingo. Es en 1730, probablemente, y un ningún caso antes, cuando vuelve Bach sobre este texto y lo pone en música en dicho domingo, que en dicho año cayó en el 17 de septiembre. Es la más tardía, tras la BWV 138 y BWV 99, de las conservadas para este domingo.
Presenta una disposición singular entre las obras de Bach. Su protagonista único es la voz de soprano y no hace oír el coral final a cargo del coro. La tesitura de soprano, al que hace alcanzar en el Allelujah, el Do sobreagudo, además de otros virtuosismos, ha introducido a pensar que su destinatario era una mujer; pero la intervención de cantantes femeninas, estaba estrictamente prohibida en las iglesias luteranas. Solamente de forma excepcional se había introducido su actuación en algunas iglesias (Hamburgo, por ejemplo), pero nunca sería esto posible en la tradición de Leipzig. También la trompeta tiene un papel muy personal y virtuosistico. Posiblemente estaba pensado para Gottfried Reiche, el intérprete que menciona Bach en su escrito al Consistorio de la ciudad de 23 de agosto, de 1730, y por entonces, todavía activo, a pesar de contar con sesenta y siete años (fallecería cuatro años más tarde). De él se conserva un retrato con su trompeta natural, de tubo enrollado a modo de trompa. El hijo mayor de Bach, añadió otra parte de trompeta y timbal, a fin de potenciar la brillantez.
W. A. Mozart acaparará el resto del programa. El motete Exultate, Jubilate, en Fa M. K. 165 , obra juvenil y compuesta en Milán, durante la creación de la ópera Lucio Silla, K. 135, en su camino a esa visita italiana- tercer viaje-, momentos de reposo y durante las pausas de los ensayos teatrales, en los que compone esta delicia para lucimiento de soprano, aunque primigeniamente estaba destinado al castrato Venanzio Rauzzini, considerado por Leopold Mozart como un virtuoso de voz angelical, en parte el compositor sabría traicionar en lo estético las exigencias rigurosas del Padre Martini entregándose a esas concesiones de gran imaginación que pesaría sobre los condicionantes de género propiamente sacro, necesitando para el Exultate un castrato de seguras exigencias. Una página que cumple con las pretendidas ambiciones de un regalo exquisito y agradecido, en lo que serán ejemplo tantas de sus piezas de un compositor que apuntaba formas, aunque sólo tuviese 17 años. Actualmente, y como sabemos, se ha convertido en capricho de sopranos con ansias de cumplir por su brillantez con los más entusiastas aficionados. En carta dirigida a su hermana, el 16 de enero de 1773, confesaría que era una atención para il Primo uomo de la ópera en curso, mientras perfilaba este motete Exultate, Jubilate K. 165, obra que consta de dos arias, con recitativo central y un deslumbrante Allelujah final, célebre por su luminosidad.
La Sinfonía en Sol m. K. 550, compuesta cuando tenía 32 años, es obra cumbre en el capítulo de su sinfonismo, al lado de la K. 543 y la K. 551, que entre ellas mantienen un criterio unitario y una tensión espiritual, siendo esta obra la que ofrece una perspectiva de espíritu de lucha, de conciencia creativa y de clara expresividad, ya desde el primer tiempo en típica forma de sonata, según un patrón caracterizado por una melodía amplia y cantábile de un primer tema presto, elaborado gracias a un juego de contrastes dramáticos plenos de visible inquietud y tensión, para llevarnos a un Andante, con reluctante ritmo de siciliana; un minué, rudo y severo, a la que da colorido el trío en Sol M., y un Final acorde y denso, que completa el planteamiento de esta sinfonía. Obra que calará entre los aficionados conservando como bien sabemos, su permanente vigencia. Quizás la expresión más obvia de un profundo fatalismo y no sólo de un claro impulso interior.
Ramón García Balado
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