14/11/2023

Charles Chaplin: The inmigrant, con banda sonora de Timothy Brock

Cineuropa. Auditorio de Galicia 


Chaplin de nuevo en Cineuropa tras haberle tenido hace un par de temporadas con El peregrino, con aportación musical de Timothy Brock, que esta vez aportará su oficio para The Immigrant, con la RFG en el Auditorio de Galicia- día 16 a las 20´30 h.-, en un programa abiertamente fílmico, por el programa elegido, Nino Nota-con un tiempo en forma de danza de Il Gattopardo (Ballabili) y la Serenara Húngara Op. 25 (1945), de Miklós Rózsa. Timothy Brock, es maestro en la composición para bandas sonoras para filmes como La nueva Babilonia (D.Shostakovich); Entreacto (Erik Satie); El ballet mecánico (G. Antheil) o Cabiria Manilo Mazza), mientras descubría el mundo de Chaplin- Luces en la ciudad; La fiebre del oro  o El circo. Destaca su compromiso por la recuperación de las llamadas Entartetemusik (Músicas degeneras), por autores como Erwin Schulhoff (sinfonía nº 2); Viktor Ulmann (El emperador de La Atlántida); Hanns Eisler Niemandslied y Kuhle Wampe) y otros de aquella amarga generación desde Franz Schreker, Alexander von Zemlisky, Hans Krása, Gideon Klein o Pavel Haas. Es autor de óperas: Billy; Mudhoney y obras orquestales o piezas para la voz destinadas a la soprano Cyndia Sieden, destacando en otras iniciativas como las dedicadas al cine mudo de Buster Keaton.

Chaplin en The Immigrant, bien descrito por Román Gubern, la trascendencia del vagabundo romántico de sombrero hongo y grandes zapatos, radica en la incorporación de una cálida dimensión humana al mundo de los estrafalarios muñecos creados por Sennett. En su visión de la sociedad conserva Chaplin el feroz sentido satírico de su maestro, que le hace dinamitar sistemáticamente las llamadas instituciones respetables, pero añade además una apremiante llamada al amor y a la fraternidad humana, Por eso, sus películas son siempre polémicas, acusadoras: el policía de la esquina, enemigo perseguidor de Charlot en The adventurer; el funcionario, que a la vista de la estatua de la Libertad, coloca una cadena en torno a los emigrantes, en The Immigrant; la absurda crueldad de la guerra y la sinrazón del heroísmo en Shoulder Arms o la mojigatería religiosa, puritana e hipócrita en The Pilgrim,

Nino Rota, con Ballabili, un tiempo de Il Gattopardo (1962), breve página instrumental del memorable creador de bandas sonoras en una etapa memorable en la que también encaraba Otto e mezzo, en un oficio en el que dejará trabajos desde los años 50, a partir de Il bidone;  Notte di Cabiria; Italia piccola o Le notti bianche. Llegará la gloria y el reconocimiento universal con Giulietta degli spiriti; Satyricon; la serie de The Godfather; Amarcord; Il Casanova y otras serie televisivas. En la cumbre y desde la cumbre, el compositor reclamado pues, por el destino, desde los años de estudio en el Conservatorio de Milán, con Delachi, Orefice y Bas, que dejará como tentativa el oratorio L´infanzia di San Giovanni Battiste y la comedia musical Il príncipe Porcaro. Fue también alumno de Alfredo Casella y en una primera aventura americana, con Rosario Scalero y Fritz Reiner. El neorrealismo será un espacio de referencia en sus labores, del que quedan ejemplos en importantes filmes.

La trilogía de The Godfather, arrastrará ríos de tinta, ya desde la primera en la que sabrá pinzar el ingenio preciso y en la que recurre a una tonada popular, ya usada en su obra Fortunella (1957), y que en consecuencia le impediría la posibilidad de acceder al Oscar, tema que sí se confirmará en la segunda serie, gracias a que la mayoría de la banda cuenta con música propia y una breve parte de adaptaciones cuidadosamente engarzadas. En Rota, fueron determinantes en su desarrollo artístico Ildebrando Pizzetti y Malipiero, quienes le animaron al uso de las raíces del folkore nativo, en particular en la incorporación y tratamiento de los instrumentos. Tendremos que imaginar al Rota abordando óperas como Ariodante; comedias como Il capello di paglia di Firenza o música para ballet, La rappresentazione di Adamo ed Eva. Colaboradores suyos, fueron Carlo Savina (director de orquesta), para filmes Roma y Giulietta degli spiriti; Franco Ferrara, director en La Strada; Marcus Dods; Ennio Morricone; Anton Karas; Anna Melato, en repertorio vocal o Italie Coppolla, como letrista.

Miklós Rozsa, aporta la Serenata Húngara Op. 25 (1945), composición el forma de ampliación de la Serenata Op. 10 (1932), en una orquestación procedente de piezas para piano, también, como es sabido, un creador que dejó un abundante legado de bandas sonoras para el cine, artista con sólida formación, gracias a una familia musical y que se inició de joven con Hermann Grabner, en Leipzig. Se doctoró en París, en donde conocerá a Arthur Honneger, quien precisamente estimulará su apreciación por el cine, probando en estos comienzos, con el ballet Hungaria, en Inglaterra, para la compañía de  Alicia Markova y Anton Dolin, colaborando al tiempo con los hermanos Korda, antes de trasladarse a los Estados Unidos, en donde se asentará definitivamente. Un detalle metidos ya en el mundo del cine, será la incorporación del theremin- peculiar instrumento por su sorprendente sonoridad- y que descubrimos en las películas Días sin huella y Recuerda.

 Habrá aspectos en el planteamiento de sus bandas sonoras, que nos trasladen al magisterio de Gustav Mahler y Richard Strauss y puestos en el ámbito de las formas instrumentales como esta Serenata Húngara Op. 25, que no disimula sus trazos estéticos abiertamente reconocibles por su convencionalismo, estamos en medio de otras labores no menos apetecibles dentro de este contexto, como son el Trio Serenade, para cuerdas (1927); las Seis bagatelas, para piano (1932); las Dos canciones para contralto y piano (1940); el Concierto para orquesta de cuerda (1943); el Concierto para violín y orquesta (1953)-del que saldrán ideas para La vida privada de Sherlock Holmes- o la serie de sonatas para piano.  Dejó para los años finales, un compromiso con Europa cuyo resultado será bandas para Providence (1977), ganadora de un Premio Cesar, antes de la vuelta a su país de adopción, para que tras su muerte en el verano de 1995 (Los Ángeles), parte de sus obras en registro fonográfico, comiencen a divulgarse, bastantes de ellas inéditas

Ramón García Balado

 

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