21/09/2023

El acordeonista Iñaki Alberdi en Sta Crisitina de Rivas do Sil, para Pórtico do Paraíso

Monasterio de Sta Cristina de Rivas do Sil

Actividad de Pórtico no Paraíso con el acordeonista Iñaki Alberdi, en representación de Euzkadi y que tendremos en Sta Crisitina Rivas do Sil- 23 de septiembre, 19´00 h.-, bajo el título Suite diacrónica, con obras de Astor Piazzolla, Antonio Soler y J.S. Bach. Iñaki Alberdi es un intérprete con ambiciones renovadoras que ha dejado constancia de su presencia en teatros de prestigio, desde el Musikverein (Viena) a la Duke Hall (Londres); el Teatro Colón (Buenos Aires); el Hermitage (San Petersburgo) o la Sala Arsenal, de Metz. Colaboró con orquestal de primera categoría bajo la dirección de batutas como V.Petrenko, Adrian Leaper, C. Halffter, Alexei Artmiev, Pablo González, Yoav Talmi, Melanie Thiebaut, Baldur Brönnimann, Nacho de Paz, Bojan Sudjic, J. Pons o Juanjo Mena, estrenando obras de K.H. Stockhausen, Luís de Pablo, J.Mª Sánchez-Verdú, Alberto Posadas, S.Gubaidulina, Joan Guinjoan, Ramón Lazcano o Gabriel Erkoreka. El monográfico dedicado a S. Gubaidulina, dirigido por J.R. Encinar, y acompañado por el chelista Asier Polo, con la Euzkadiko Orquestra, recibió el Grammophon Editor´s Choice Award.

Primacía cobran la serie de sonatas para el teclado de Antonio Soler, en la necesaria transcripción del intérprete y que se entremezclan con las piezas del renovador del tango, Astor Piazzolla- Contrastes, Contrabajísimo, Picasso, Ave María, o Pedro y Pablo- este última tratada por David Sainz, y el resto también obra del acordeonista. Detalle será la Chaconne de la Partita nº 2, en Re m.  BWV 1004, de Johann Sebastian Bach, quinto tiempo y de dimensiones mayores que el resto, pieza compleja y ambiciosa en el contexto de la serie de sonatas y partitas, obras que el autor presentaría emparentadas, respondiendo las partitas al modelo de la suite de danzas tradicionales del período histórico. Esta Chaconne ofrece un conjunto de variaciones relacionadas entre ellas, a través de un bajo simple de cuatro compases y las pertinentes derivaciones, transformando cada variación el tema principal.

Antonio Soler, en la relación de las cinco sonatas elegidas dentro del apartado para obras para tecla, siempre con vigencia actual según las perspectivas más diversas, como las de tantos creadores del XVIII, y que para el estudioso Samuel Rubio, permanece la duda del instrumento al que estaban dedicadas, admitiendo así el título de Sonatas para instrumentos de tecla, aspecto al que Santiago Kastner, complementará con el de Sonatas para instrumentos de teclado (piano, órgano, clave o clavicordio. La mayoría fueron realizadas para el clave, algunas para órgano y las finales, quizás disfrutaron la atención del piano en sus comienzos, que el autor llegó a tener en cuenta. Merced a las copias que el músico enviaba al Monasterio de Montserrat, en calidad de agradecimiento a la educación recibida, su conservación resulta un testimonio esclarecedor, partiendo de la sonata bipartita monotemática que alcanzará ese lenguaje instrumental propio y que incluye la adaptación de temas y motivos populares. Para Katsner, el Padre Soler cultivaba una traza muy personal en la  estructura de los períodos sumamente cortos, ensartando en fila grupos de motivos con sus respectivas repeticiones. A diferencia de Alessando Scarlatti y las influencias italianizantes, nuestro maestro apuesta por los motivos concisos dotados de cierta gracia impregnada por los elementos de las danzas ibéricas, con un talante castizo. Fueron las sonatas de los primeros años, la que se escribieron en un único tiempo, un estilo que patrocinarían en su estilo, Albero, Ferrer y Blasco de Nebra. Soler no hace innovaciones en la construcción, aceptando aquella forma en un movimiento, la misma que se descubre en Alessando Scarlatti.

Astor Piazzolla, en piezas características de su ingenio, músico que durante un tiempo había sido calificado como el asesino del tango pero que, con motivo de su  centenario será homenajeado con una ostentosa exposición en Buenos Aires, gracias a la iniciativa de la responsable de la Fundación que lleva su nombre Laura Escalada. Piazzolla, común como vemos en las programaciones de nuestras orquestas, dinamizó con preferencia medianas agrupaciones: cuartetos, quintetos, octetos…, y que según nuestro apreciado Arturo Reverter, es un músico inclasificable en perpetua trashumancia, tras medirse a fondo con Nadia Boulanger, clave en su transformación parisina en cuanto al lenguaje de su música. Tras la vuelta parisina, en 1955, se integraría en el Octeto de Buenos Aires, con la pretensión de encandilar la mecha de un escándalo nacional, y romper con los obligados moldes de lo rutinario, incorporando inevitables esquemas en fraseos que le acercarán al jazz y en particular al swing. Un irresistible punto de pretensiones irrenunciables, nos dejarán al Piazzolla que admiramos: el de Adiós Nonino; Balada para un loco; la Historia del tango- a su parecer-; el Concierto para bandoneón- perfecto para Iñaki Salvador- o las Cinco Sensaciones Tango- con  el Grupo Kronos- y la curiosa operita María de Buenos Aires. Para el respetable Horacio Ferrer,  resulta la perfecta personificación del tango, basándose en un libreto surrealista dentro de lo posible: La más  bruja cantando y amando. En conjunto pues, un paisaje sonoro único de una ambigüedad instintiva, entre el placer y el dolor

Ramón García Balado

  

 

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