21/09/2023

El saxofonista Miguel Ángel Pacheco Maicas con la pianista Blanca González Peris, en el Museo de Bellas Artes, de A Coruña

 Museo de Bellas Artes, de A Coruña

Concierto en el Museo de Bellas Artes de A Coruña- septiembre día 22, a las 20´00 h-, con el saxofonista valenciano Miguel Ángel Pacheco Maicas y que estará acompañado por la pianista Blancas González Peris, para ofrecernos obras de Paul Creston, Robert Muszynski, T. Yoshimatsu, Victor Herbiet, D. Salleras, un Ravel, por la transcripción de la vocalise Pieza en forma de habanera y del maestro Pedro Iturralde, la Suite helénica y La pequeña czarda. El joven valenciano Miguel A. Pacheco Maicas estudió en el Conservatorio Profesional Mossen Frances Peñarroja de La Vall d´Uxó, para ampliar en la ESMAR e integrarse en agrupaciones que le permitieron profesionalizarse paso a paso como la Moonwind O.; se le recibe como ganador del Mejor Premio de solistas de Música contemporánea de Intercentros Melómano y presenta su programa bajo el título Contrastes.  En cartel, el maestro de maestros, el navarro Pedro Iturralde, quien convirtió sus primeras experiencias lejanas del mítico Whisky Jazz Club madrileño en auténtico epicentro en los años sesenta con Donald Byrd, Lee Konitz, Gerry Mulligan o Hampton Hawes y Don Ellis, pero distinto será el Iturralde que pruebe en las confluencias con el flamenco junto a Paco de Lucía. Excelente acogida habían tenido sus registros para Hispavox. Su paso por Boston, ampliará perspectivas, completando estudios en el Berklee College of Music, marcando un dato de referencia con su experiencia Like Coltrane, logrando un primer premio del Certamen de Mónaco. Será a partir de los ochenta cuando consiga reunir importantes combos y orquestas que combinen estilos en boga, entre el bop y las formas autóctonas que ya coqueteaban con el jazz por obvias necesidades expresivas, confirmadas en una gran cita en el Festival de Maastricht, con un gran elenco que llevaba como bandera el mítico Old Friends mientras intercambiaba pareceres con la Orquesta de Víctor Martín y los encuentros a dúo con el polifacético Agustín Serrano o las colaboraciones con la O. de RTVE, dirigida por el rumano Sergiu Celibidache. Memorables fueron sus registros en familia con sus colegas Carlos Carli y Horacio Icasto, con largas giras internacionales. La herencia ibérica tendrá en el músico un depurado tratamiento de asimilación en variadas confluencias dentro del jazz.

Valenciano es Pacheco Maicas y el jazz en su CC.AA.,  comenzaría a tener rasgos reconocibles a mediados de los setenta con el guitarrista Carlos González y su hermano Ignacio, quienes entrarían en contacto con el pianista Donato Marot. La primera ola sería abanderada por el pianista Miguel Benet, y el Trío Triple Zero, con el contrabajista Lluis Llario y el percusionista Paco Aranda, que acompañaban al cantante Juan Camacho. Carlos Gonzálbez, será el jazzman por excelencia hasta la llegada de Perico Sambeat quien había seguido la estela de grandes como Jimmy Raney, Joe Pass o Barney Kessel y Wes Montgomery. Una segunda ola, será propiciada con la apertura del Club de Jazz, Perdido, por el que pasaron Mal Waldron, Cedar Walton, Billy Higgings,Don Pullen o Randy Weston. En el espacio de los saxofonistas valencianos, nos encontraremos con artistas como Perico Sambeat, Ramón Cardo, Eladio Reinón que probaron experiencias en el Taller de Musics de Barcelona, colaborando con saxo tenor Dave Schnitter y la vocalista afroamericana Marti Mabin. El aspecto que definía a esta generación de maestros, en calidad de colectivo, sería la adscripción generalizada al be-bop y a las corrientes modernas enriquecidas por la herencia de John Coltrane y Miles Davis, de aquellos sesenta, quedando ligeramente marginadas otras fusiones de las que se hará cabeza visible Tébar y en ciertos modismos las ideas que retome Perico Sambeat procedentes del flamenco. Derivaciones a partir de las new-age o el pop, tendrán distintos acólitos con resultados artísticos de otros enfoques. Algunos de los citados en esa generación de los ochenta llegaron a formar la Big Band de Bellaterra, con la que grabaron Teté Montoliú o Bebo Valdés, y el grupo de vanguardia A- Free-K, mientras cuidaban sus labores docentes.     

Otras obras en programa: el II movimiento de la sonata de Paul Creston, (1906/ 85), músico que ejerció como organista de cine mudo y en la iglesia de S. Malaquías neoyorquina y que compaginó oficios de profesor en la Cumingston School of Arts Massachusetts y como compositor destacaría en las formas clásicas cercanas al impresionismo con aproximación a G. Gershwin y S. Barber. El ritmo siempre estuvo presente en sus obras y entre ellas, aparecen conciertos para marimba, acordeón, saxo alto, una Fantasía para trombón o la Sonata para saxo alto, dedicada a Cecil Leeson.  Victor Herbiet y la obra Les quatre elements, de la que se toman dos tiempos: tierra y agua, músico que tuvo como maestros a Peter Smith y a Noël Samyn, y en composición a Steven Gellman, en la Ottawa University. Fue miembro de la Canadian Forces y entre 1999-2011, se dedicó preferentemente a la docencia, en la propia Ottawa University. De sus trabajos, The Road to Ethereal Gate, conseguirá una éxito notable.  David Salleras con Mi bailaora, una idea entre el tango y el flamenco de un concierto para saxo con soporte en forma de cortometraje dirigido por Quim Paredes, con el actor Eduardo Paredes, un saxofonista que se maneja con instrumentos de las firmas Salmer Artist y Vandoren Artits. El japonés Takashi Yoshimatsu, con Fuzzy Bird Sonata, especializado en temáticas de remake desde sus labores como autodidacta que se desarrolló como teclista en agrupaciones de estilos más ligeros, como los que promueven las tendencias electrónicas. Su aventura más destacada, había sido Threnody for Toki, que probaba en las exigencias del serialismo, que no tendría continuidad.

Ramón García Balado

 

 

El acordeonista Iñaki Alberdi en Sta Crisitina de Rivas do Sil, para Pórtico do Paraíso

Monasterio de Sta Cristina de Rivas do Sil

Actividad de Pórtico no Paraíso con el acordeonista Iñaki Alberdi, en representación de Euzkadi y que tendremos en Sta Crisitina Rivas do Sil- 23 de septiembre, 19´00 h.-, bajo el título Suite diacrónica, con obras de Astor Piazzolla, Antonio Soler y J.S. Bach. Iñaki Alberdi es un intérprete con ambiciones renovadoras que ha dejado constancia de su presencia en teatros de prestigio, desde el Musikverein (Viena) a la Duke Hall (Londres); el Teatro Colón (Buenos Aires); el Hermitage (San Petersburgo) o la Sala Arsenal, de Metz. Colaboró con orquestal de primera categoría bajo la dirección de batutas como V.Petrenko, Adrian Leaper, C. Halffter, Alexei Artmiev, Pablo González, Yoav Talmi, Melanie Thiebaut, Baldur Brönnimann, Nacho de Paz, Bojan Sudjic, J. Pons o Juanjo Mena, estrenando obras de K.H. Stockhausen, Luís de Pablo, J.Mª Sánchez-Verdú, Alberto Posadas, S.Gubaidulina, Joan Guinjoan, Ramón Lazcano o Gabriel Erkoreka. El monográfico dedicado a S. Gubaidulina, dirigido por J.R. Encinar, y acompañado por el chelista Asier Polo, con la Euzkadiko Orquestra, recibió el Grammophon Editor´s Choice Award.

Primacía cobran la serie de sonatas para el teclado de Antonio Soler, en la necesaria transcripción del intérprete y que se entremezclan con las piezas del renovador del tango, Astor Piazzolla- Contrastes, Contrabajísimo, Picasso, Ave María, o Pedro y Pablo- este última tratada por David Sainz, y el resto también obra del acordeonista. Detalle será la Chaconne de la Partita nº 2, en Re m.  BWV 1004, de Johann Sebastian Bach, quinto tiempo y de dimensiones mayores que el resto, pieza compleja y ambiciosa en el contexto de la serie de sonatas y partitas, obras que el autor presentaría emparentadas, respondiendo las partitas al modelo de la suite de danzas tradicionales del período histórico. Esta Chaconne ofrece un conjunto de variaciones relacionadas entre ellas, a través de un bajo simple de cuatro compases y las pertinentes derivaciones, transformando cada variación el tema principal.

Antonio Soler, en la relación de las cinco sonatas elegidas dentro del apartado para obras para tecla, siempre con vigencia actual según las perspectivas más diversas, como las de tantos creadores del XVIII, y que para el estudioso Samuel Rubio, permanece la duda del instrumento al que estaban dedicadas, admitiendo así el título de Sonatas para instrumentos de tecla, aspecto al que Santiago Kastner, complementará con el de Sonatas para instrumentos de teclado (piano, órgano, clave o clavicordio. La mayoría fueron realizadas para el clave, algunas para órgano y las finales, quizás disfrutaron la atención del piano en sus comienzos, que el autor llegó a tener en cuenta. Merced a las copias que el músico enviaba al Monasterio de Montserrat, en calidad de agradecimiento a la educación recibida, su conservación resulta un testimonio esclarecedor, partiendo de la sonata bipartita monotemática que alcanzará ese lenguaje instrumental propio y que incluye la adaptación de temas y motivos populares. Para Katsner, el Padre Soler cultivaba una traza muy personal en la  estructura de los períodos sumamente cortos, ensartando en fila grupos de motivos con sus respectivas repeticiones. A diferencia de Alessando Scarlatti y las influencias italianizantes, nuestro maestro apuesta por los motivos concisos dotados de cierta gracia impregnada por los elementos de las danzas ibéricas, con un talante castizo. Fueron las sonatas de los primeros años, la que se escribieron en un único tiempo, un estilo que patrocinarían en su estilo, Albero, Ferrer y Blasco de Nebra. Soler no hace innovaciones en la construcción, aceptando aquella forma en un movimiento, la misma que se descubre en Alessando Scarlatti.

Astor Piazzolla, en piezas características de su ingenio, músico que durante un tiempo había sido calificado como el asesino del tango pero que, con motivo de su  centenario será homenajeado con una ostentosa exposición en Buenos Aires, gracias a la iniciativa de la responsable de la Fundación que lleva su nombre Laura Escalada. Piazzolla, común como vemos en las programaciones de nuestras orquestas, dinamizó con preferencia medianas agrupaciones: cuartetos, quintetos, octetos…, y que según nuestro apreciado Arturo Reverter, es un músico inclasificable en perpetua trashumancia, tras medirse a fondo con Nadia Boulanger, clave en su transformación parisina en cuanto al lenguaje de su música. Tras la vuelta parisina, en 1955, se integraría en el Octeto de Buenos Aires, con la pretensión de encandilar la mecha de un escándalo nacional, y romper con los obligados moldes de lo rutinario, incorporando inevitables esquemas en fraseos que le acercarán al jazz y en particular al swing. Un irresistible punto de pretensiones irrenunciables, nos dejarán al Piazzolla que admiramos: el de Adiós Nonino; Balada para un loco; la Historia del tango- a su parecer-; el Concierto para bandoneón- perfecto para Iñaki Salvador- o las Cinco Sensaciones Tango- con  el Grupo Kronos- y la curiosa operita María de Buenos Aires. Para el respetable Horacio Ferrer,  resulta la perfecta personificación del tango, basándose en un libreto surrealista dentro de lo posible: La más  bruja cantando y amando. En conjunto pues, un paisaje sonoro único de una ambigüedad instintiva, entre el placer y el dolor

Ramón García Balado

  

 

19/09/2023

Amancio Prada, con la RFG, en el Festival Maré

 Auditorio de Galicia, dia 20 de septiembre

Auditorio de Galicia

Amancio Prada recuperará los Seis poemas gallegos de  Federico García Lorca en orquestación del director de la Banda Municipal de Santiago David Fiuza Souto con la RFG, primera aportación del Festival Maré que se convoca en el Auditorio de Galicia- 20´30 h-, testimonio de uno de los cantautores de referencia en el ámbito ibérico y en particular en Galicia, y que tuvo el privilegio de participar en las actividades de reapertura del Teatro Principal en 1988, compartiendo efemérides con la O.S. de RTVE, la Compañía de Zarzuela de Joan Margall, el Teté Montoliú Trío, la Compañía de Teatro Orain-Antzerki Taldea y el John Tchicai Quartet. Su sesión ofrecida el 15 de enero de 1988, no pudo ser más representativa por el programa elegido: Piezas de los trovadores galego-portugueses; Leila Doura, de su propia autoría; Rosalía de Castro, cuatro canciones desde Campanas de Bastabales a Corre o vento o río pasa; Como chove miudiño y Adios ríos, adiós fontes, para seguir con Álvaro Cunqueiro, ocupando toda la segunda parte, en un estilo de cantigas de tradición de las que el berciano fue un maestro dotado, en una velada en la que estaría acompañado por el chelista Mariano Melguizo, el pianista Agustín Serrano y él mismo con guitarra y zanfoña.

Los sonetos del amor oscuro lorquianos, fueron preferencia en el cantautor, y que llegó a presentar con la compañía de Lluis Pasqual, en el Centro Dramático Nacional, tras su trabajo musical llevado a cabo sobre el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. La lectura de los sonetos lorquianos, serían determinantes para cumplir con una de sus ambiciones creativas. Un Amancio Prada, que en cierto modo, había recibido un estimulo creativo tomado de franceses como Leo Ferré, Jacques Brel o George Brassens,  en una estancia parisina compartida con artistas del exilio. Poemas lorquianos- La guitarra o Danza da lúa en Santiago-, habían sido incorporados en un trabajo precedente. Una relación de registros que habían sido encabezados por Vida e norte, cada uno con sello diferencial desde el monográfico dedicado a Rosalía de Castro; Caravel de caraveles; Canciones de amor y celda; Leiladoura; Canciones y soliloquios; De la mano del aire; Dulce vino del olvido; la cantata Emboscados o los mentados Sonetos del amor oscuro.

Su estimado compañero del mundo literario Manuel Vicent, de pluma aguda e ingeniosa, comentará que la voz de Amancio Prada, que emerge de un lirismo abrasador, te obliga a cerrar los ojos y muy pronto una lejana memoria de cariz renacentista puebla la luz interior de  álamos y vuelo de halcones, de doncellas bordadoras y rumor de monjes miniados, Una alondra canta en el ciprés de la abadía. Su voz, ligeramente quemada de mística en la  cresta, recita la música, hace manar la melodía de una forma silábica y cristalina. Existe en ella algo de códice, libro de horas o canto de palacio, curiosamente en este artista que en tiempos, había sido infantillo eclesiástico o cantante de orquestinas de pueblo. Otro agudo comentarista y apreciado contertulio, Ricardo Cantalapiedra, tras un recital dedicado a Trovadores, místicos y románticos, celebrado en el Círculo de Bellas Artes madrileño, y en el que ofrecería uno de sus programas emblemáticos con selección del Cantico Espiritual, poemas galaico-portugueses y canciones de Rosalía de Castro, Lorca, García Calvo y su amigo Manuel Vicent, dijo del artista: la voz de Amancio Prada tiene brumas de gregoriano, de fado y de melancolía. Pero sobre todo, provoca un sagrado recogimiento ante las dolencias del amor que no se curan.

El Salón Teatro compostelano, allá por la primavera de 2011, acogió otro de aquellos conciertos reseñables, Camelias para Cunqueiro, acompañado entonces por Hilary Fielding- chelo-; Josete Ordóñez- guitarra y mandolina-, con el artista en canto y guitarra. Poemas tratados musicalmente, desde A dama que ía no branco cabalo, a O cabaleiro da pruma na gorra; Hai unha illa loubada; No niño novo do vento o Amor de auga lixeira, en un total de catorce cantigas. Decía sobre el tema el cantautor: Un día, de 1976, asinado exemplares dos meus primeiros discos, Vida e morte y Rosalía de Castro, nunha tenda de Vigo, apareceu o meu amigo Carlos Casares, en compañía de Álvaro Cunqueiro. Presentuonos e estivemos a charlar un anaco. Dixome entón Cunqueiro que me ía a mandar un artigo que escribirá e publicara sobre as miñas cancións de Rosalía…A verdade é que nunca cheguei a ver aquel artigo; pero fiame ilusión pensar que existe o que existiú na miña imaxinación ainda que quede coas ganas de lelo. Foi a primeira vez que vin a Cunqueiro. A segunda e a última, sería anos mais tarde, no outono do 80; dera un recital en Vigo e, paseando pola cidade, descubrín nunha librería o primeiro tomo recentemente editado da súa obra en galego completa: Poesía e Teatro, merqueino e, coa de que me o asinase, chameino. Quedamos vernos na súa casa. Acompañoume Victor Freixanes. Ofreceunos un café, cunha copa de agardente de herbas. Un sol apoucado douraba as mazás estendidas nun canto da sala, Falamos de Lord Dunsany, dos primeiros trovadores e das novas cantigas do libro que me estaba a dedicar…Cando lle comentei os meus propósitos de poñerlles música alegrouselle a cara. Ao despedirnos, trataba de imaxinar a Cunqueiro mozo, que escribirá Dona do corpo delgado. O mesmo que agora, estará a vivir algún algún dos seus maravillosos mundos soñados, xunto a Merlín y familia, con Bernal de Bonaval e con Mendiño, roldando á princesita aquela da garganta de cristal, que se poñía colorada ao beber ribeiro tinto, sob os abelaneiros frolidos… Vaina estas cantigas como camelias para quen fixo que coa súa obra Galicia viva mil primaveiras mais.

Ramón García Balado

 

Aida entre su séquito de aduladores

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Palacio de la Ópera, A Coruña

Aida en la primera opción operística en la programación de Amigos de la Ópera de A Coruña, en el Palacio de la Ópera, en una coproducción de Amigos Canarios de la Ópera, con dirección artística de J. Miguel Pérez Sierra al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia, la colaboración del Coro Gaos con

Palacio de la Ópera

su orquesta, en escena y el ballet Druida, en un meritorio oficio propuesto por su coreógrafa Mercedes Suárez

Una puesta escénica de Daniele Piscopo, con diseño de Italo Grassi, en una recreación en los cánones de las dinastías faraóricas, con modismos  reconocibles en los planteamientos fílmicos de un Cecile B.Demille, ágil en cuanto a la alternancia de cuadros y escenas.   Destacaron en los roles primordiales la soprano Marigona Querkezi (Aida); la mezzo Nino Surguladze (Amneris); los tenores Jorge Puerta (Radamés) y Carlos Almaguer (Amonasro); el barítono Simón Orfila (Ramfis); el bajo Giacomo Prestia (Faraón) y los comprimarios,  la soprano Lucía Iglesias (una sacerdotisa) y el tenor  Francesco Pardo (un mensajero)

Un Verdi en los estilismos de la Grand Opéra francesa a lo Meyerbeer, pero que se aprecia  en sí misma sin que falte una densa orquestación y los preceptivos números de ballet,  abundando el uso de breves motivos temáticos que ayudan a perfilar la identidad de los personajes, gracias a la limitación abusiva de las caballette. Un espectáculo destinado a la Ópera de El Cairo a finales de  1871, antes de que confirme su trascendencia en el Teatro alla Scala milanés o la prevista en Parma, especialmente complicada. Ricordi, sabrá estimularle para que prepare una obertura diferente para Milán, y anécdotas a mayores, recordarán el intento de Toscanini de recuperar aquella versión milanesa. Verdi, había previsto también un ballet que titularía La figlia dil Faraoni, que no llegó a prosperar y en la presentación de El Cairo, quiso oponerse a la imposición de una presentación con invitación: ¡Qué placer para un artista, estudiar tanto tiempo, trabajar tan intensamente y luego que le aplaudan educadamente, como en una Academia!

Milán será acopio de dudas por la compañía asignada en donde, con todo, ejercerá un control medido en compañía con su compañero Faccio, logrando un éxito absoluto en febrero de 1872, ratificado por las abundantes salidas ante el público y la entrega del cetro de oro y marfil. Una trayectoria que ampliará recibimientos desde Parma a Nápoles, aunque en Parma, se vio forzado a reorganizar el Coro del Teatro Ducale y el director-inquieto por naturaleza-, se las vio con una plantilla de músicos inmaduros, y un promotor obsesivo por rendir resultados económicos, a lo largo de 16 representaciones, en más de un mes. En mucho había colaborado la puesta escénica de Girolamo Magnani, que garantizaría la posterior gira por los Estados Unidos. Quedaba entonces Stolz y Waldmann del elenco original de El Cairo.

El San Carlo de Nápoles, fue punto de los enfrentamientos con el empresario Antonio Musella y allí se confirmarían los peores augurios: un teatro pobre, ante un público ausente, ajeno a lo que allí sucedía, que traería como consecuencia enfrentamientos con Ricordi, por la  imprevisión, la tozudez de la dirección, y la actitud del Municipio. En confesión a Arrivabene, todo fue una ruina, con el problema de cantantes indispuestos, la ignorancia de planificación, el desorden y una situación crítica, entre inercia y apatía. Su fe en Aida, y la obsesión para que triunfase en Nápoles, se repartía entre proyectos para Alemania y Austria. El éxito napolitano, disipará posibles fantasmas, y en carta a Clara Maffei, confesará: Aida fue éxito inmediato y decisivo, sin que hubiera ningún si…o pero…que lo deslustrara, sin expresiones crueles como wagnerismo, el futuro y el arte de la melodía , etc…Este Verdi de controversias, encontrará la culminación de sus ambiciones en un espectáculo de perfecta confluencia a partir del libreto de Antonio Ghislanzoni, quien se había inspirado en un relato de Auguste Mariette y que en aquel primer estreno, contará con otro ilustre en la dirección, Giovanni Bottesini. Milán tendría una Sinfonia-Obertura, que desplazaría al Preludio de El Cairo, que definitivamente quedó excluida, a pesar de estar preparada, hasta que Toscanini recupere el original, en los 40, para la presentación en Nueva York, con la O.S. de la N.B.C. y C.Abbado se permita labores parecidas para el Teatro alla Scala, en el otoño de 1977, que llevará a registro fonográfico.     

Aida, plagada de deslumbrantes arias, dúos, páginas concertantes realzadas por el coro, pasajes instrumentales o detalles de danza, es ópera que condensa las ambiciones del autor, impregnado hasta los aspectos más genuinos de la Grand Opéra, vigente en aquellos tiempos. Cuatro actos con sus estudiados cuadros efectistas, para mayor relumbrón en cuanto a los recursos de cada intérprete. Radamés- Jorge Puerta, con el recitativo y aria, voz robusta de técnica para un verdiano de estilo en su idónea composición del personaje: Se quel guerrier…Celeste Aida. O Patria mia, del tercer acto, en un añorado lamento y los dúos con Aida- Marigona Qerkezi, soberbia por su proyección con un metal sobrecogedor, Rivedrai le foreste; Pur ti riveggio el final en desesperada entrega con Aida, Morir! Si pura e bella; O terra addio…. Aida, en su arrebato encadenado de recitativo y aria Ritorna VincitorDunque scordar poss´io o los correspondientes del tercer acto Qui Ramadés verrà…O Patria mia. Ranfis-Simón Orfila por sus dominios entre bajo y barítono, tuvo su grado de poderío en extensión en la escena Possente, possente Pthà, quien por recursos, tuvo un oponente de cara en la voz de Giacomo  Prestia-El Rey de Egipto-, efectivamente un basso profondo, para un rol de prestancia de grandilocuencia ostentosa, razones para  Amneris-Nino Surguladze- para dar entidad a ese cuadro de solista de pura épica arrebatadora,  en el acto siguiente y en el Palacio Real, con el arioso L´aborrita rivale o la maldición Spirito del nume, precedido por el recitativo Ohimé! Su dúo con Radamés Forse l´arcano amore y el terceto de con Aida y Radamés: Trema, o rea schiava, en un allegro agitato.

La apabullante Marcha triunfal o los números corales: Su! del Nilo, en aclamación a Ptah; Gloria all´ Eggito o Chi mai fra…, para definitivo enlace de pasajes entrelazados. La escena de poderosa presencia Possente Fthà, danza de las sacerdotisas y la consecuente Nume, custode e vindice, a reivindicar entre Ramfis, Radamés y el coro. Para un perfecto acabado, una nutrida plantilla orquestal, entre metales, maderas, recursos percusivos y efectistas trompetas, rememorando sonidos vagamente ancestrales, precursores de los modernos recursos propuestos por etnomusicologías emergentes. Todo se andaría en breve espacio de años. El Coro Gaos quedó emplazado en forma de testimonial equilibrio y esta Aida, de la que Pérez Sierra, con una dirección de conocida solvencia, recibió el respeto de los aficionados en las dos funciones.

Ramón García Balado  

 

Amigos de la Ópera, A Coruña.

Producción Amigos Canarios de la Ópera

Aida, de Verdi.

Marigona Querkezi, Nino Surguladze, Jorge Puerta, Carlos Almaguer, Simón Orfila, Giacomo Prestia, Francisco Pardo y Lucía Iglesias.

Orquesta Sinfónica de Galicia / José Miguel Pérez Sierra

Orquesta y Coro Gaos, de Fernando Briones / Ballet Druida, de Mercedes Suárez


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Comienzo de curso en el CMUS, con la actuación de Isabel Rei Samartim, Carmen Ferreiro y Miguel Vizoso

  Conservatorio Profesional de Música de Santiago de Compostela Heitor Villa-Lobos   Actividad de apertura del curso en el CMUS, con un con...