05/06/2024

Pablo Fernández: chelista para el Concierto en Mi b. Op. 85, de Edward Elgar

 Palacio de la Ópera, A Coruña


Concierto de la OSG  dirigido por Roberto Fernández- Monjas en el Palacio de la Ópera de A Coruña- 20´00 h., días 7 y 8-, contando como solista con Pablo Fernández para la interpretación del Concierto para chelo, en Mi m. Op. 85, de Edward Elgar, en un programa que añade la raveliana Pavana para una infanta difunta  el Concierto para orquesta, de Witold Lutoslawski. Pablo Fernández, chelista que volverá a ofrecernos otra de sus dimensiones artísticas, ya le tuvimos hace unas temporadas en los comienzos de su carrera, ofreciéndonos el Concierto para chelo, en Si m. Op. 104, de A. Dvorak, añadiendo su Sinfonía nº 7, en  Re m. Op. 70, dirigido por Antoni Ros Marbà. Intérprete afortunado, fue pronto galardonado en con el Premio Tchaikovski, de Moscú, convirtiéndose en artista del sello Sony. Ayudó con creces el ambiente familiar tanto por parte de padre y madre, siendo ella quien veló por su evolución con el método The tunning Fork Wizard. Sus referentes mayores fueron Yo-Yo-Ma y Dmtri Rostropovich y sus fundamentos los encontramos en la Escuela Superior Reina Sofía (Madrid), disfrutando del asesoramiento y confianza de Paloma O´Oshea, teniendo como maestra a Natalia Shakhovskaia. Continuó en la Krönberg Akademie, realizando masters de ampliación, con Frans Helmmerson. Una consolidada trayectoria que le permitió colaborar con primeras orquestas y directores, partiendo de los inicios con la ONE,  interpretando las Variaciones rococó de  P.I. Tchaikovski. De su mano, un Stradivarius histórico, el Lord Aylesford (1696), concedido por la Nippon Music-Foundation. Chelistas que colaboraron en su evolución, fueron también David Geringas, Philipp Müller, Gary Hoffmann, Arto Noras e Ivan Monighetti.

Maurice Ravel- Pavana para una infanta difunta-, nacida a partir de piano y que no dudará en tratar  con severidad, merced a quedar destinada a obra típica de salón, con devoción para las jóvenes que tocan medianamente. No tenía empacho en hablar de ella tildándola de antañona, percibiendo vagamente las influencias menos gratas de Chabrier- por un decir-, dentro de una forma hasta pobre. Imitaciones de Chabrier y Fauré, no consigue el relumbrón mostrado en otras piezas, en su sumarísimo juicio, sentenciando que no había nada menos raveliano que la escritura de esta pavana, cuya gracia un poco monótona, es puesta en manifiesto precisamente por su orquestación hábil, tomando aquellas ensoñaciones que atrajeron a sus dedicatarias primeras. Regusto por ciertos arcaísmos corregidos por el prisma del pasado, con la mente puesta en Ricard Viñes, recibirá la aceptación sin reproche en la dedicatoria a Mme de Polignac en los Conciertos Hasselmans parisinos a finales de 1991, tras la orquestación de 1902, dirigiendo Alfredo Casella, dotándola de esa inspiración que tan bien conocemos ya desde los primeros compases ondulantes y seductores, de una ternura que realza los aspectos más conseguidos en la creación para el piano. Para el autor, pesaban sobremanera los tintes sombríos y fallidos, aspectos  que, como sabemos, la historia desmintió.

El Concierto para chelo en Mi m. Op. 85, de Edward Elgar, será obra que reciba los parabienes de sus obras concertantes, entre las muy queridas Variaciones Enigma o las ostentosas marchas de pompa y circunstancia, santo y seña del Imperio, encontramos al autor inmerso en la veneración pública que no ha perdido prestancia, llevada a su mejor dimensión en obras testimoniales en forma de oratorio como El sueño de Geroncio; Los Apóstoles o la serie de cantatas profanas de exaltación colectiva. Inmenso director de orquesta, había indagado en las profundas herencias de la tradición purcelliana y las posibilidades de un germanismo de no menor significado. El Concierto para chelo  y orquesta, en Mi m. Op. 85, será obra que entrará en las apetencias de los grandes solistas después de su estreno ofrecido en Londres en el otoño de 1919, año en el que abordaba sus  principales trabajos camerísticos, y que fue confiado a Félix Salmond, con  el autor en el podio. En lo esencial, una plantilla más ligera y condensada de lo que muestra en obras de esta factura. Un breve pasaje del chelo en la entrada en Adagio pausado, nos traslada a un tiempo propuesto en tempo  moderato,  que  se aboca a un tema en 9/8, en manos de violas a las que responderá el solista, crecido de argumentos en forma de lied ABA, repartido de forma notable por distintos instrumentos de la orquesta. Destaca el Allegro molto por su libertad de expresión gracias a la orquestación puntillista y un corto Adagio, una generosa amplia melodía que permite la ascensión de recursos sonoros que se convierten en el Allegro ma non troppo, pirueta que supone un genuino Rondó humorístico mezclado con un episodio que recuerda detalles del Adagio.

Witold Lutoslawski- Concierto para orquesta-, obra de un período de transición en el que no deja de mostrar su admiración por Béla Bartók, en su Música fúnebre para orquesta aunque era verdad que en su evolución será determinante la dependencia de Szymamowski, a la que se unirá la recién citada y la de otros compositores centroeuropeos y franceses, alejándose a conciencia de la insalvable Segunda Escuela Vienesa de Schönberg, Alban Berg y Anton Weber. El Concierto para orquesta, estrenado en Varsovia, bajo la dirección de Witold Rowicki, recibió un galardón estatal al lado de las sinfonías, siendo su trabajo orquestal de mayores dimensiones. La Intrada ABA muestra un considerable desarrollo mantenido desde el comienzo por una profusa exhibición de timbales a los que responden las cuerdas y las maderas. Un pasaje en pianisssimo, claramente idiomático, prepara una segunda idea con apuntes en staccati secos a la par que ligeros en las maderas, con un detalle de trompa que ayudan a concentrar la tensión del tiempo.

El Capriccio notturno, casi un scherzo, resulta ostensiblemente dinámico en su extensión ya desde la invitación de los violines en sordina y con escalas de los instrumentos de maderas remarcados en staccati. Prosigue en intensidad gracias a un movimiento fluido acentuado un detalle central en forma de trío.Las  trompas remarcan un pronunciado aire de inspiración popular que nos lleva a  la Passacaglia, toccata, choral e finale, propuesto por el arpa y el pizzicato de contrabajos, estimulados por arpegios del piano, dando pie a una serie de jugosas variaciones a cargo de distintos instrumentos de la orquesta. La Toccata, aprovecha ideas de la Passacaglia , con un ritmo sostenido enlazando con el Choral, con  una transición en diminuendo, entre disputas de maderas, metales y cuerdas divididas.

Ramón García Balado  

 

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