30/11/2023

Alexander Kantorow, solista del Concierto para piano, en Si b. M. Op. 83, de Brahms

Palacio de la Ópera, A Coruña

Johannes Brahms, con presencia en las actividades de las programaciones de la OSG, en los comienzos de temporada, será elegido en esta ocasión por dos de sus obras, la Sinfonía nº 4, en Mi m. Op. 98 y el Concierto para piano nº 2, en Si b M. ,Op. 83, que tendrá como solista a Alexander Kantorow, bajo la dirección de su titular Roberto González-Monjas, en dos jornadas consecutivas- el viernes día 7 a las 20´00 y el sábado a la misma hora-, destacando este pianista que ha disfrutado en un ambiente musical por su padre, el director Jean Jacques Kantorow, con quien realizó su primer concierto en el Festival la Vézére, además de llevar a registro  conciertos de Saint-Saëns, el segundo ofrecido también con la RFG, dirigida por Jonathan Webb, en febrero de 2018,  y su madre, una reconocida violinista, entre sus méritos destacables, bastará con recordar el Premio Conseguido en el Concurso Internacional Tchaikovski, interpretando precisamente el concierto de Brahms que tendremos, un registro discográfico suyo, dedicado a Brahms, obtuvo el Diapason d´Or (2022), y sus estudios de formación, los había realizado en los Conservatorios de Clermont-Ferrand y Pontoise, ampliando con Igor Laszlo, en la Schola Cantorum de París, G. Pludermacher, F. Braley, o J. Rouvier ,manteniendo en la actualidad la docencia de la maestra Rena Sheresvskaia. En invitado a asistir a certámenes como La Folle- Journée, La Roque d´Antheron, Festival des Forest, Orchestre Pasdeloup y otros de primer rango.

Brahms en su Segundo concierto para piano, en Si b M. Op. 83, había realizado unos primeros esbozos en un período italiano en la primavera de 1878, antes de completarlo tres años después. Obra compleja y ambiciosa, quedará determinada por las exigencias requeridas por los acordes masivos, los amplios intervalos y la recurrencia a pasajes en octavas, terceras y sextas, a los que se añaden complicados ritmos, aspectos del autor, que requerirán al solista un planteamiento concentrado y profundamente analítico, en parte por su encaramiento a la propia orquesta en la extensión del mismo. En cualquier caso, no deja de concederle una perceptible libertad, poco frecuente en las obras brahmsinas. La atmósfera trágica del primero se ha desvanecido logrando en esta un equilibrio que podrá calificarse como de una serenidad helénica. A los tres tiempos acostumbrados, añadirá un cuarto, que le acercará al estilo de las sinfonías. El Allegro non troppo se manifiesta a partir de un pujante preludio en el que se avanzan dos temas claramente opuestos desde un primero sereno y gracioso y un segundo que asoma tras una cadencia, más incisivo y rítmico, preparando un desarrollo melódico y apasionado. El Allegro appassionato, poco tiene en común con la idea de un scherzo, resultando una página intempestiva y tumultuosa marcada con un espíritu de fantasía, con un destacado protagonismo ya en el tema inicial, un tiempo que al parecer, podría haber sido pensado para el Concierto para violín, de 1877.

El Andante valdrá como una especie de paréntesis expresivo y lírico, casi en forma de lied, que se reparte en tres partes en las que el solista quedará condicionado por la orquesta limitándose a conceder colorido al tiempo, con un importante apunte più adagio contemplativo que se concede el solista de piano. El Allegretto grazioso, un rondó-sonata, apuesta por un estado entre jovial y tierno, expuesto con libertad en sus tres episodios y una coda. En resumen, una instrumentación ligera para entregarse a un diálogo en el que se resalta la fluidez de la técnica del solista. Frente al concierto anterior, surgido en medio de una ostensible inquietud y estado de crisis, este resultará un modelo de autocontrol, todo lo que se consideraba como característico de su estilo, se concentra de manera natural en el Allegro non troppo. Marxsen, su antiguo maestro de piano, al que dedicó la obra, falleció en noviembre de 1887, en los días en los que el autor, se encontraba de gira para presentar el Doble concierto, para violín y chelo, en La m. Op. 102, que suscitó una opinión de rechazo en el siempre agudo Hanslick.

La Sinfonía nº 4, en Mi m. Op. 84, será la más densa y severa de las cuatro en la que se acepta una impresión de acercamiento al pasado, en el que hallará un permanente recurso de inspiración partiendo del imaginario preclasicismo que ayudó a potenciar sus propios recursos. Obra de madurez, destaca por el talante otoñal, como destaca Rostand, encaminándose a zonas más oscuras en cuanto a su sensibilidad, resulta viva por el tono de elegía  ya desde el primer tiempo. Por la obra, han pasado las fuerzas que convulsionaron el último siglo y las que aparecerán de inmediato. El Allegro non troppo, se despliega en forma sonata elaborada desde dos temas y cuatro ideas secundarias derivadas del tema principal, resaltando el motivo decisivamente expresivo propuesto a partir de una chacona, argumento clave para su desenvolvimiento, gracias a una idea que admite distintas posibilidades de notable riqueza, una atención de consideración para el desarrollo de soberbio trato contrapuntístico.  El Andante moderato, ofrece también dos ideas sobre temas que se alternan y que se reparten por un intermezzo. El planteamiento melancólico está presente en todo en tiempo por su nobleza resignada, tras una cantinela expuesta por su actitud solemne, entre misteriosa y legendaria, el lado en penumbra forzado por motivos entretejidos.

El Allegro giocoso, bascula en las proximidades de un scherzo en espacio y dimensión, y en el que una actitud de alegría bulliciosa, nos descubre al Brahms de recursos irónicos en su dimensión más ingeniosa, marcados por el argumento sobre el que se ofrece la obra, ese Do Mayor enérgico y robusto que facilita una trayectoria que se reafirma a partir del segundo episodio, frágil y gracioso. Un Brahms en sus plenas convicciones que repite de nuevo con una fantasía elaborada, antes de completar en el Allegro giocoso-Allegro energico e appassionato, de cargado temperamento preparado por graves acordes en los vientos, de nuevo el recurso de la idea de la chacona referencial en esa vuelta al pasado y que nos trasladará a una idea procedente del J.Sebastian Bach, en su cantata Meine Tage in den Leiden. Idea tratada por diversos instrumentos de la orquesta, en forma de variaciones que llevan al límite el potencial de recursos orquestales, un tiempo sublime en el conjunto de sus trabajos orquestales, con una coda de ímpetu arrollador. El tiempo final, no es en absoluto un ejercicio de estilo, sino una asimilación perfecta y natural de una técnica tradicional que sublima la inspiración de la sinfonía.

Ramón García Balado       

 

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