Auditorio de Galicia, Sala Mozart. Santiago de Compostela
Concierto de la Banda Municipal dirigida por Casiano Mouriño Maquieira, arropando al grupo de títeres Fantoches Baj, fundado por Inacio Vilariño, en 2006, y con espectáculos de este estilo como Tío Miseria (2007), O Asombro o As pombas de Carboeiro, en el Auditorio de Galicia- día 1, a las 12´00 h,-, en una matinal dedicada preferentemente a los niños por la obra destinada a ellos, el cuento musical Pedro y el lobo Op. 67, en principio para narrador y gran orquesta sinfónica, de Sergei Prokofiev, y que tendría su estreno el 2 de mayo, de 1936, en Moscú. Un espectáculo en este ocasión destinado en especial a los niños por la puesta escénica que realizarán el grupo de títeres Fantoches Baj, que sorprenderán por el colorido y la recreación de estilos procedentes del teatro de marionetas del estilo bunraku, que será el que adopten esta compañía. El estilo bunraku, atendiendo a los cánones formales, pertenece al teatro de marionetas japonés, Ningyô Jôruri (Marionetas e historias contadas), caracterizado por la unión de tres artes escénicas distintas, las marionetas (ningyô); la recitación (Jôruri), a cargo del recitador (tayû) y la música del shamisen, El teatro de marionetas Ningyo Johruni Bunkaru fue originalmente proclamado en 2003, e inscrito en 2008, en la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, de la UNESCO.
El origen de las marionetas en Japón no se conoce con exactitud, la mayor parte de los estudios coinciden que las marionetas participaban de antiguos recitales religiosos sirviendo como vehículo para hacer llegar plegarias a los dioses, o bien, el manipulador actuando como médium, era poseído por un dios. Este tipo de uso, aún hoy en día es frecuente en zonas rurales, que conservan con celo tradiciones ancestrales profundamente arraigadas en el sentimiento popular compartido en su herencia irrenunciable, en el que estas marionetas servían para proteger a los niños de enfermedades o maleficios, especialmente en templos del noroeste japonés, reforzando la idea fomentada por el especialistas y augures. Las figuras humanas representadas como muñecos o marionetas, independientes si tienen movimiento o no, reciben en idioma japonés, el nombre de ningyô, cuyo significado real representa al humano en sus trazos.
La marioneta, como figura irrenunciable en este espectáculo, se nos representa como un títere de varilla japonesa sencilla y simple, de tamaño modesto, para facilitar su manejo con una sola mano, diferenciándose de las marionetas chinas que disponían de complejos mecanismos ya desde el siglo X. El interés por los mecanismos no despertaría hasta finales del siglo XVI, a pesar de la existencia de algunas marionetas importadas desde China, y que podrían haber influido en el posterior desarrollo de las pequeñas marionetas del siglo XVIII. En los inicios, las marionetas eran manipuladas por una sola persona y consistían en una cabeza y un vestido que el mismo manipulador construía. La evolución de las marionetas, alcanzaría su forma definitiva en 1740, gracias a la introducción de mejoras técnicas, que ampliaban las posibilidades de expresión y movimientos en escena. Las marionetas se clasificaban siguiendo los diferentes criterios, según el número de manipuladores necesarios para operar con ellas. Los más importantes necesitan tres personas, mientras que los papeles secundarios un solo operador basta para su manejo. Otras divisiones, distinguen entre personajes femeninos y masculinos, y por la edad, clase social, personalidad y papel de la obra. Personajes principales son: Danshicihi- caracteres fuertes-; Kenbishi-oficiales-; Komei-héroe-; Wakaotoko- joven adolescente y guapo-; Fukeoyma-madrastra- y Okusan, esposa, hermanas y ancianas.
Pedro y el lobo (Cuento musical para niños) Op. 67, de Sergei Prokofiev, surgió de una colaboración entre el compositor y Natalia Satz, la directora de 33 años, del Teatro Musical Infantil de Moscú, a la que había conocido el verano del año anterior a 1936, cuando llevó a Sviatoslav, Oleg y Lina a ver una producción de Natalia Satz. Ella estaba convencida de que le desagradaría su espectáculo pero Prokofiev reaccionó de forma espontanea en su favor. En febrero de 1936, unos seis meses después de que el compositor llegase a su teatro, ella y su compañía se habían trasladado a un nuevo local. Era el Teatro Nezlobin, ubicado en el centro de la ciudad, frente al Bolshoi, en diagonal. En ese famoso y antiguo salón de conciertos, Koussevitski y Rachmaninoff, entre otros, habían tocado antes de la Revolución de Octubre. Una nueva visita a Natalia Satz, dejará como resultado artístico este excelente espectáculo, uno de los grandes trabajos con tirón hasta nuestros días.
Afecto como era a los cuentos infantiles para niños, había decido en principio que el texto fuese escrito por Nina Saksónskaia, una joven poeta contratada por Satz, quien pondría su proposición sobre el cuento-escénico. Su sobrecarga de texto y el lenguaje de clichés, de la versión de Saksónskaia, no convencieron a Prokofiev, quien se decidió a escribir él mismo el texto en prosa. Apenas en unos días después, el 15 de abril había terminado el texto y toda la partitura para piano de Pedro y el lobo. La orquestación quedó concluida el 24 de abril, un día después de cumplir Prokofiev los cuarenta y cinco años. Cuando lo tocó para Satz, ésta quedó asombrada: el texto, lacónico pero evocativo; la música idónea a la vez como ilustración de las palabras y como composición por derecho propio. Pedro, el protagonista del cuento, va a pasear un día por el prado y ve diversos animales dedicados a sus ocupaciones. Un pájaro vuela y canta, un pato nada y grazna, un gato acecha al ave y al pato, arrastrándose entre las hierbas. Pero el abuelo de Pedro, arruina la diversión al insistir en que éste vuelva a entrar. ¿Qué haría si un lobo sale del bosque?, pregunta.
Ramón García Balado
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