Escola Berenguela, Praza de Feijóo. Santiago de Compostela
Concierto en invitación abierta para la inauguración del curso en la Escola Berenguela- viernes día 20 a las 20´00 h., con un programa que tendrá como protagonista al pianista Iván Fernández, quien interpretará las Variaciones póstumas de Robert Schumann, obra pareja a los Estudios sinfónicos Op. 13, ambas nacidas en 1835, en concreto una de las más logradas de su trayectoria creativa. Mayor impacto lograron los Estudios Sinfónicos, aunque las Variaciones póstumas resulten mucho más íntimas y discretas, equivocadamente subestimadas. La Primera de ellas deja cantar intacto al tema, en la mano izquierda, bajo expresivas figuraciones de arpegios en fusas, en la mano derecha, que solamente recoge la melodía en acordes al comienzo de la segunda repetición. La Segunda variación, mucho más original y elaborada, adopta el insólito compas de 12/4 y se aleja considerablemente del tema, tocando en algunos momentos por batería de octavas quebradas, muy orquestales. La riqueza de las figuraciones, la sutileza de los ritmos, la libertad de la estructura periódica con relación al tema, todo ello subraya el carácter de excepción de esta página original. La Tercera variación, que renuncia a toda repetición, integra el dibujo de la melodía original en el movimiento de una lánguida siciliana en 12/8, con acentos contrarios y numerosas síncopas. La Cuarta variación, excepcionalmente en 3/4, es un capricho de una gracia desenfadada y soñadora, parecida a algunas páginas de Chopin o más aún a algunos episodios del Carnaval. La Quinta variación, en Re b M., es un estudio de expresión y de ensueño, de acariciadoras armonías románticas, última afirmación de la predilección de Schumann por la agógica en suspenso.
Músicas nocturnas, en apreciación de Michel Schneider, se aproxima en un primer capítulo intenso y emocional a la personalidad de nuestro artista. El piano es la lengua de Schumann. Ama piano, si se puede decir así. Todos sus amores fueron pianistas: Ernestine von Fricken, Meta Abegg, Clara Wieck- su adorada compañera en los momentos más amargos, que se convirtió además en la primera mujer profesional de su época-, todos sus amigos: Ludwig Schunke, Moritz Rascher, Julius Knorr, y al final de su vida y por mayores razones, quien fue su discípulo en la distancia Johannes Brahms. Escribe piano: su primera obra, Las variaciones Abegg, todas las de sus diez primeros años, la última, las Variaciones sobre el tema de los espíritus, están dedicadas a ese instrumento, y cuando se vuelve hacia el Lied, la Sinfonía, la música concertante o de cámara, el piano estará siempre presente. Sea como instrumento, sea como modo de escritura. Piensa piano, incluso cuando escribe música sinfónica y de cámara, desvaneciendo sus colores instrumentales, prefiriendo el blanco y el negro, a los tornasoles de los grandes compositores-orquestadores, como Gustav Mahler, que no dudará en volver a orquestar las sinfonías de Schumann, como hoy se colorean las viejas películas. Sin embargo, elude utilizar todos los recursos del piano: poco virtuosismo, nada de registros extremos, grave y agudo. Mientras que Chopin escucha su piano y parece con frecuencia improvisar, mientras que Ferenz Liszt se apodera del piano, y toma posesión del teclado y del auditorio, Schumann parece ser el piano, más que tocarlo.
Schumann no reza, como J. Sebastian Bach, habla. No canta, como Chopin, habla. No relata, como Liszt, habla. No dialoga, como Mozart, habla. No dice tampoco, como Franz Schubert, habla. ¿A quién? Recuperando a Michel Schneider: A decir verdad no lo sabía en absoluto, a pesar de los años que había pasado escuchando o tocando su música. Pero aunque prefiriese otras músicas, más grandiosas incluso, si cabe, más bellas, más escritas, tenía la certeza de que esta se dirigía singularmente a él. Permítaseme la expresión: Robert Schumann, me habla. En esta experiencia musical y psíquica se confunden lo extraño y lo familiar, lo próximo y lo extranjero, como en las Davidsbündlertänze, se reúnen el Innig y el Wie aus der ferne (lo íntimo y lo que parece llegar de muy lejos). Como ciertas miradas, ciertos cuadros, su música parece plantar cara y la partitura relajarse, el piano convertido en un espejo. ¿Y de qué habla? No de una historia, nunca un relato. Schumann no cuenta nada. Ni en la forma (la forma sonata, es una forma relato, que apenas emplea y domina mal), ni en el contenido temático (el desarrollo es una narración que él evita). Schumann se libera de la una y del otro, incluso si les dedica una fingida reverencia.
Ramón García Balado.
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