Santiago de Compostela - 21/11/2024
Cada convocatoria de Cineuropa nos viene ofreciendo desde hace temporadas una adaptación sonora de filmes mudos, desde la óptica de Timothy Brock, y que en esta ocasión nos acercaba al increíble Cara de palo, Buster Keaton, con la película Steamboat Bill, Jr (El héroe del río), por esas licencias ligeramente gratuitas, a causa de las urgencias de la época (1928). El propio Timothy Brock dirigió, para regocijo de entusiastas cinéfilos del cine de años dorados. Buster Keaton era actor cómico que se enfrentaba a un sórdido mundo hostil sin mostrar la menor emoción, superando las dificultades físicas con una exhibición de acrobacias deslumbrantes pero fríamente calculadas. Esa negativa (o incapacidad) para reflejar emociones, nacía quizás de la creencia en que el triunfo y la tragedia, se suceden inevitablemente, y que ni una cosa, ni la otra, merecen la más mínima excitación. Lo más destacado de sus filmes es la energía de su personaje así como la impasibilidad de su rostro, que hizo que fuese bautizado como Cara de palo. Mientras que otros actores cómicos recurrían a la mímica, Keaton se expresaba mediante acrobacias para las que, por lo general, no recurría a dobles o especialistas, y que realizaba en planos largos y sin interrupción. No existe el menor truco en la escena del tronco que rebota de El maquinista de la General, ni en la del salto al agua desde gran altura en El navegante. Las proezas en Steamboat Bill, Jr., fueron realizadas todas ellas por él mismo.
En El comparsa, se le ve en un solo plano luchar desesperadamente con el malo desde un extremo de un lujoso yate hasta el otro, caerse al mar desde una gran altura, verse arrastrado por la corriente y trepar por una cuerda para reanudar la pelea. En The Paleface (1921), había saltado desde 24 metros de altura sobre una red y en The Hospitality, casi se ahogó filmando la escena de la cascada. En su denodada lucha contra las fuerzas del Mal, su resistencia a la adversidad, su estoicismo frente a las desgracias y catástrofes, su enigmático rostro, no parecen reflejar la menor emoción, pero al mismo tiempo, posee una asombrosa habilidad para adaptar la tecnología a sus propias necesidades, como el detalle de usar una caldera en El navegante, como dormitorio.
Su asistencia al Festival de Cine de Venecia (1965), cuando se presentó Film, sobre texto de Samuel Beckett, dirigida por Alan Schneider e interpretada por él, recibió el aplauso del público mientras que nuestro hombre, figura diminuta, en estado de mal aspecto de salud, era conducido por el pasillo por el exhibidor de Los Ángeles Raymond Rohauer. En la gran pantalla, su rostro, que solo se mostraba al final de la película, llevaba la impronta de una terrible desesperación, sensación que se veía confirmada cuando se le contemplaba en persona. ¿Qué pasaba acerca de la película, que, aparentemente, en contradicción con el resto de su filmografía, no tenía nada de cómica? Quizás el hombre se sentiría alejado y ajeno de todo el mundo, pero no de sí mismo. Cinco meses después, a la edad de 70 años, Buster Keaton le daría carpetazo a este mundo que ya sobrepasaba su interés.
Timothy Brock, que en la convocatoria pasada nos ofreció su tratamiento de The Immigrant (1917), de Charles Chaplin, es maestro centrado de lleno en estos compromisos desde La nueva Babilonia, de D. Sostakovich, la épica de Cabiria (Manilo Mazza); Entreacto (Eric Satie); Ballet mecánico (Antheil) o El asesinato del Duque de Guisa (C. Saint-Saëns) y la Sinfonía del fuego (I. Pizzetti), pero no menor arraigo será su apuesta con recuperar las obras de los músicos calificados como Degenerados en los años negros del fascismo: Erwin Schulhoff- su segunda sinfonía-; Hanns Eisler-Niemanslied o Kuhle Wamp-; la ópera El Emperador de La Atlántida (Viktor Ulmann), escrita desde el gueto de Terezin y otros trabajos rescatados con verdadero empeño de músicos arrastrados por la ignominia como Hans Krása (1899/1944); Gideon Klein (1919/1944); Pavel Haas (1899/1944) o Alexander von Zemlinski, (1871/1942), puede que el más afortunado cara a la historia.
Brock es autor, al margen de estos trabajos que han cimentado su carrera, de obras también para concierto: tres sinfonías, otros tantos conciertos para solista; óperas- Billy (1995), sobre libreto de Bryan Willis; Mudhoney (1998), una adaptación de Friday Locke. Divertimento (Cinco imágenes postales), recibiendo el encargo de componer un ciclo de canciones para orquesta, para la soprano Cyndia Sieden, con textos del poeta Rupert Brook. Para primeras orquestas del ámbito internacional, realizó precisamente esas adaptaciones que fueron divulgadas con fortuna, algunas de ellas ofrecidas en los ciclos de Cineuropa.
Filmes que se incorporaron a los programas estables de formaciones como la Orchestre Nationale, de Lyon; la O. S. de Berna; la O. F. de Bruselas/BMG; la O.C. de Los Ángeles o la Parodia de Carmen, para el Teatro de La Zarzuela (Madrid). La Filmoteca de Bolonia, a través de una intensa relación profesional, fue motivo de siete partituras, incluyendo Nosferatu (1922); El abanico de Lady Windermere (1925); El difunto Matias Pascal (1926), dirigiendo en 2017, el esperado estreno de su partitura para la épica de ciencia ficción de Fritz Lang Frau im Mond (La mujer en la Luna) (1929), un encargo del Konzerthaus Wien, estrenado por la Rundfunk Wien O. Otras aventuras quizás distantes de esta línea, la encontraremos en proyectos de producciones sobre clásicos del musical: West Side Story, para el Teatro Communale de Bolonia o Lady Be Good- George Gershwin, para el Teatro San Carlo, de Nápoles y hasta My Fair Lady, destinado al Teatro Regio, de Turín.
Ramón García Balado
Real Filharmonía de Galicia / Timothy Brock
Cineuropa. Steamboat Bill, Jr. Música de Timothy Brock
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela