Teatro Colón, A Coruña
Despedida del LXXII Festival de Amigos de la Ópera de A Coruña con la soprano Ewa Plonka, acompañada por la OSG, dirigida por Gianluca Martinenghi, en el Teatro Colón- día 29, a las 20´00 h-, para un programa especialmente pucciniano, y algunas páginas instrumentales del propio compositor, una sustitución anunciada ya hace tiempo, desde la renuncia por razones personales de Hui He. Ewa Plonka, realizó parte de su formación en la Juilliard School neoyorquina, tras estudiar en la Ac. Pozna y ampliar en los Estados Unidos en centros que la llevaron desde Utah a Oklahoma o Salt Lake, recibiendo galardones de importancia como el Deborah Voigt, del Concurso Marcello Giordani o el Gorde Lissner. Sus roles de relevancia más recientes, la llevaron a asumir papeles como Tosca, en distintos coliseos; Lady Mcbeth de Msensk (Shostakovich), Ópera de Zurich; Azucena (Il trovatore, de Verdi), en la Ópera de Frankfurt, en donde también tendrá un papel de Der Fliegede Holländer; Giovanna Seymur; Maddelene (Rigoletto), Abigail (Nabucco), en La Arena di Verona; Turandot (Deutsche Oper Berlin); Venus (Tannhauser), en el Royal Opera House Covent Garden, y que se enlazarán con géneros como el oratorio, el lied o el sinfonismo desde Gustav Mahler (tercera sinfonía); Mendelssohn (Eliah); Stabat Mather (K. Szymanowski); Wagner (Wessendock- lieder) o Las campanas (S. Rachmaninov). Gianluca Martinenghi, realizó sus primeros oficios directoriales en Macedonia y en el Teatro Reggio, de Turín, tras recibir su formación como pianista con Pietro Rattalino y Bruno Bettinelli, preparando su entrada en el medio orquestal con Giacomo Zani, Yuri Ahronovich y el maestro Gianandrea Gavazzeni. Una carrera que desde sus comienzos, le tentó a probar con óperas de Benjamin Britten y Hans Werner Henze, compositor que actualmente goza de gran predicamento en el entorno del ámbito germánico. Rigoletto de G.Verdi, en 2013, fue con seguridad su posible tarjeta de visita como prestigiado director, preparando su confirmación con Aida, en el Teatro Bellini, de Catania.
Un monográfico pues, pucciniano, comenzando con el Intermezzo de Manon Lescaut, para Ernst Krause: ¿gracioso rococó francés? ¿Opera con intensa pasione? ¿Ansia de vida, locura, de amor, lúgubres y ardientes lamentaciones de muerte, con fuertes pinceladas? ¿Un Puccini apasionado en impetuoso? A sus treinta y un años, el maestro era todavía un músico local, sabía ya muy bien lo que necesitaba para elaborar un drama histórico y meridional: situaciones llenas de emoción que le arrancar aquellas melodías sentimentales, dependientes de impulsos exteriores y de una óptica palpable. La manifestación de la italianità pucciniana, su ardiente forma apassionata. La forma della de la sua inspirazione, como afirmará Gino Romaglia: Puccini quiso escribir una Manon italiana. No le importaba que existiera ya una de Massenet, del mismo modo que la Manon de Massenet, estrenada diez años antes, es una ópera francesa, la suya iba a sentirse en cambio una ópera alla italiana, con passione disperata. De esta ópera, Sola, perduta, abbandonata, Manon en su desgarro final, aria descarnada ante la situación de desamparo en medio del desierto compartiendo amarguras con De Grieux, mientras éste la deja en búsqueda de agua.
La Bohème, una vez seguida la producción de esta temporada dirigida por José Miguel Pérez Sierra, en la que disfrutamos de las voces de Celso Albelo, Miren Urbieta-Vega, Massimo Cavalletti, Helena Abad, Manuel Mas, Simon Orfila o el Coro Gaos, de Fernando Briones, nos permite escuchar dos arias de la misma, fácilmente reconocibles entre los aficionados: D´onde lieta uscii, lamento de Mimi y el vals- aria, de Musseta, Quand men vo soletta per la via, estilo de canción ligera, a la que responderá Marcello. Amor de jóvenes bajo les toits de Paris, poesía de la vida cotidiana de aquellos artistas que han encantado al mundo. Una hojeada a la buhardilla cochambrosa de Montmartre, en medio de un trajín navideño de la Rue Saint Germain L´ Auxerrois, para que seamos testigos de sus pobrezas. El hambre, el frio, el humor o el amor que aparentan llevar una vida mejor. El ambiente que ya aparecía en el relato de Murger y que el músico reformuló gracias a su intuición sensitiva. Situación que corresponde a la época del Rey ciudadano, Luís Felipe, después de la Revolución de 1830 y de un proletariado artístico que está creciendo a la sombra de ella, apartada de la realidad social. No cabía duda que Giacosa e Illica, se ceñían al relato de Murger. La Bohème, servirá de ejemplo, por su dramaturgia, para otra serie de óperas, por su inclinación de fuertes contrastes tanto sentimentales como dramáticos, entre aquellos tiempos intensos y pausados.
Le Villi, un Puccini quizás de menor fortuna y del que se ofrece el segundo intermezzo La tregenda (El espectro), ópera asentada en la mitología de Les Willis, capricho de otras creaciones como el ballet Giselle o la opereta Die Lustige Witwe, de Franz Lehar. La ópera en concreto, estuvo destinada al Teatro dal Verme, de Milán, contando con la dirección de Achille Panizza y los roles de importancia de Caponelli y Antonio d´Andrade, en su estreno en 1884, antes de probar con una revisión a finales de aquel año, que añadía dos intermezzos, siendo el otro L´Abbandono. Ópera de menor relieve en el catálogo de este compositor que realizará Le Villi, como un compromiso para un concurso de la editorial Sonzongo, para ópera en un acto y que presentó en condiciones precarias, aunque sería defendida por el maestro Arrigo Boito.
Crisantemi, para cuarteto de cuerdas, es pieza camerística de frecuente incorporación en programas que no dudan en incluirlo, obra que nacería como dedicatoria a Amadeo de Saboya Duque de Aosta, al que tenía en gran consideración, tras su fallecimiento. Pieza breve-siete minutos- e intensamente emocional por el talante que impregna en su actitud, y que alude a una serie de temas de los dúos entre Manon y Des Grieux, en los actos tercero y cuarto, posiblemente elaborado mientras escribía la ópera citada. Fue estrenado en Milán y Brescia por el Cuarteto Campari, con notable aceptación.
El Tríptico nos aportará dos de las páginas más estimables: Oh mio babbino caro, de Gianni Schichi y Senza mamma, de Suor Angelica, esas breves operitas en un acto a las que se añade Il tabarro, que para René Leibowitz, es imposible dar una idea, aunque sea meramente aproximada, de la riqueza de inspiración, la maestría de su composición y aún muchas otras cualidades contenidas en estas tres pequeñas obras maestras y que no podemos menos que lamentar que no se representasen más a menudo. Esto es tanto más inexplicable por cuanto se trata de una nueva concepción muy renovada de la música dramática. Gianni Schichi, la mejor de las tres, sorprende por el hecho de que casi todos los personajes de la obra (quince en total), están todo el tiempo en escena, por decirlo de alguna manera, la ópera es como un inmenso número de conjunto, la música consigue de un modo magistral crear un movimiento del drama y de la acción, basado en motivos muy cortos.
Mme Butterfly- intermezzo y Un bel di vedremo, del segundo acto y un aria en la voz de la enamoradiza e ingenua Butterfly, personaje tomado de Madame Chrysantème de Pierre Loty, para conocer su estreno en el Teatro alla Scala milanés el 17 de febrero de 1904. La protagonista es el verdadero eje radial de la ópera, merced a su ambiente de insinuación intimista y psicológico, que atraería irresistiblemente al compositor, al que sabría conceder una sobrecarga realista frente a los presumibles orientalismos muy en boga en aquellos tiempos, en particular en lo que respecta al tratamiento del lenguaje musical. Por lo que fuese, la ópera recibió un reconocimiento general por parte de los aficionados.
Para
completar, Vissi d´arte de Tosca, Floria Tosca, diva de gran relieve, prendada de Mario Cavaradossi, pintor de tendencias
liberales quien responde a sus requerimientos, un drama anclado en el
dramatismo de Victorien Sardou y
destinada al Teatro Costazi de Roma. Vissi d´arte, vissi d´amore, esplendor y magnificencia de la diva, en el segundo acto,
mientras se escucha un redoble de tambores y el barone Scarpia, pérfido jefe de la policía vaticana, en plena
desmesura contrarrevolucionaria, le recuerda a Tosca que le quedan pocas horas de vida a
Mario para consumar el suplicio. Ese
segundo acto que se desarrolla en el despacho de Scarpia, en el Palazzo
Farnese, en donde está detenido el pintor, mientras sufre tortura, ante la
sospecha de que conoce el refugio en el que se encuentra Angelotti.
Ramón García Balado
Ningún comentario:
Publicar un comentario