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23/11/2023

Katharina Kang y Andrew Lytton, una estimable concordia

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Palacio de la Ópera, A Coruña - 23/11/2023


El  Concierto para viola de William Walton, con Katharina Kang, como solista  y la Segunda Sinfonía, en Mi m. Op. 27, de Sergei Rachmaninov, fueron las obras para las dos jornadas volviendo para la dirección, Andrew Litton, pareja de la solista, maestro con formación en la Fieldston School y que ampliaría en la Juilliard School neoyorquina, recibiendo la Medal Sanford de la Yale University (2003), y en calidad de batuta, ha mostrado una ostensible fidelidad durante años a dos formaciones, la Bournemouth S. O. y la O. S. de Dallas, además de cobrar un protagonismo personal en los  Sommerfest Concerts de la O. S. de Minesota. Fue titular de la Bergen Philharmonik Orchester y recibió la invitación para integrarse en el New York City Ballet. Entre sus galardones, un Grammy por The Belshazzar´s Fest, con Bryn Terfel y la Bournemouth S. O.; también merecieron consideración parecida sus labores por los dos  registros de los conciertos de Rachmaninov, con Stephan Hough y la New York P.O.; el ballet Romeo y Julietta, de Sergei Prokofiev, con la O. de Bremen y los trabajos dedicados a uno de sus compositores de cabecera, G. Gershwin.

Su compañera Khatarina Kang, destaca igualmente como intérprete de violín, y en su trayectoria será apreciada por sus años de formación entre los Estados Unidos y Europa, a repartir entre la Manhattan School of Music, con Pinchas Zukerman y Patinka Kopec, y la Robert Schumann Musikhochschule Düsseldorf, con Rosa Fain; entre sus especialidades, además de obras fundamentales de repertorio, destaca su interés por estrenos de compositores actuales, como Niko Muhly, Dennis Bell o Ambroise Algin Musire. Es frecuente escuchar a dúo en repertorios camerísticos, con la pareja Andrew Litton.

William Walton con el Concierto para viola y orquesta, obra de este creador de trabajos orquestales de reconocible patente como la Suite The Wise Virgins; las Variaciones sobre un tema de Paul Hindemith o el Capriccio burlesco, fue autor de obras incidentales refrendas en el cine o el teatro, como Escape me never; Macbeth; Hamleth o ballets como The Quest. Testigo y conciencia de años confusos, debería mucho en su evolución a Hugh Allen, Busoni, Gossens y Ansermet, pero no menos importante serán sus inquietudes viajeras  con colegas de travesía como Osbert y Sacheverell Sitvell, siendo parte irrenunciable de una vida que dejará manifiestos estéticos como Façade- sobre la poética de Edith Sitwell-, Portsmouth Point o este Concierto para viola (1929), en un estilo cercado a Paul Hindemith y J.Sibelius. El sinfonismo coral, magnificará su prestigio y respeto con trabajos como Balthassar Fest- texto de Osbert Sitwell-, un compromiso con la BBC, para el Festival de Leeds, obra a la par con El Sueño de Geroncio, de Edward Elgar o A Child of our Time,  de Michael Tippett.

Un flujo de confluencias que recorrerá sus obras en los géneros más distintos y que alcanza a este Concierto para viola y orquesta, dedicado en especial a Paul Hindemith, para estrenarse en los Proms de Londres, y que con posterioridad, el autor revisará en 1961, una obra en la que se aprecian pasajes sonoros que para sus entusiastas serán reconocible en otras obras suyas, tanto concertantes como en esos modelos de géneros incidentales, con ostensibles concesiones a otros instrumentos de cuerda como el chelo, acentuando con ello esas tendencias de tensiones llevadas a mayor altura. En su resultado, una obra en tres tiempos convencionales: Andante comodo; Scherzo y trio y Allegro moderato, en los que se hacen ostensibles esas patentes de su estilo, gracias a un melodismo incisivo, una tensión poética y un evidente entramado de las texturas sonoras, ricas y complejas por necesidad expresiva, aspecto reconocido por Hindemith por su virtuosismo que no conseguirá repetir en el Concierto para violín. El Andante comodo encabezaba la obra en una especie de volátil scherzo que se enfrenta a los siguientes en cuanto a recreación  de ambientes sonoros, que bastante se acercan a esos estilos tan apreciados por el autor, en los matices pretendidamente sombríos y que permitían  a la solista ofrecer un estilo de danza de notable expresividad, con el beneficio de la respuesta de un fagot, que refrendaría los dos tiempos en clara oposición, el Scherzo y trio,  preparando el Allegro moderato Final que rescataba elementos del comienzo. Para el bis, un apunte electrizante con procedencia del mundo del cine, con firma de John Corigliano y del filme Te red violin, y que ha tenido entusiastas seguidores como Philippe Quint, pieza perfecta para seducir al aficionado, en reconocimiento a la interpretación ofrecida por Katharina Kang.

Rachmaninov con la Sinfonía nº 2, en Mi m. Op. 27, obra con estreno en Hamburgo el 20 de enero de 1908, bajo su propia dirección, aunque su grandeza no fuese tan valorada como su talento como pianista, pero la batuta no dejará de tentarle y un maestro como Nikolai Medtner, le recordará dirigiendo la Quinta sinfonía de Tchaikovski, cuando sólo se tenía memoria de la realizada por Nikisch y sus imitadores, salvándola de un fracaso seguro a consecuencia del movimiento Lento patéticamente resuelto. Bajo Rachmaninov, esa pesante tradición desapareció. Tras la huida de su país, Rachmaninov recibirá la invitación para dirigir orquestas norteamericanas como la Sinfónica de Boston o la de Philhadelphia, pero sus preferencias seguirían manteniéndose dentro de la composición.

El Largo-Allegro moderato, extenso y locuaz, abundaría  en detalles en estilo de esbozo sugerente, tratados por los violines, para contagiar al resto de la orquesta, marcada por un acentuado contrapuntismo que prepara el ostentoso Allegro moderato, muy animado por tresillos y acordes transparentes que ayudan a la expansión de una melodía adornada, realzada gracias a un cuidado desarrollo, potenciado por el conjunto orquestal.  El Allegro molto, no menos resolutivo, se propuso como una especie de scherzo en tres partes de una arrolladora vitalidad y en la que la trompa no deja de remarcar apuntes de contraste enfrentados a las cuerdas, una posible idea que se relacionará con recursos propuestos por compositores afines en su generación. El pasajes pianissimo, observa arabescos encadenados para mayor enjundia gracias también a una serie de arpegios quebrados repartidos entre clarinete y oboes.

El Adagio, firme en su evolución, signo de su buen oficio en esta forma, destacó por un pronunciado melodismo, como no podía ser menos y en el que los dos temas que lo enmarcan, se dejan llevar por un aire de popular romanza perfectamente pensada para la orquesta, en una especie de transición cíclica permanente destacando un motivo central remarcado por entonaciones de semitonos en el oboe merced a una escritura sumamente trabajada.    El Allegro vivace, confirmación de la obra, se resolvió por su intenso colorido en cuanto a la paleta orquestal, en toda su gama de argumentos y que se permitió  un breve apunte en forma de Adagio en caída rebuscada hacia un final en staccattos, repartidos con un sentido pretendido entre la flauta y el oboe.

Ramón García Balado

 

Katharina Kang

Orquesta Sinfónica de Galicia / Andrew Litton      

Obras de William Walton y Sergei Rachmaninov

Palacio de la Ópera, A Coruña

 

 

 

24/10/2023

La flauta omnipresente de André Cebrián

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Teatro Afundación, Vigo 18/10/2023

Auditorio de Galicia Santiago de Compostela - 19/10/2023

Círculo das Artes , Lugo 20/10/2023

André Cebrián

Sesión triple de la Real Filharmonía de Galicia dirigida por Joana Carneiro en el que el ruso-polaco Moisey S. Weinberg aportó también  su Concierto nº1, para flauta y orquesta de cuerda Op. 75, junto al estreno de el Viaje para flauta y cuerda, de John Corigliano, y dos obras del clásico-romántico Felix Mendelssohn.

André Cebrián, protagonista de estas jornadas, es miembro de la Scottich C.O., tras forjarse en la JONDE, y seguir con la Britten-Pears O.; la Gustav Mahler Jugendorchester, en una carrera que le permitió colaborar con formaciones como la OSG, la RFG, la  O. de Cadaqués, la Staats Kapelle Dresden, la Nacional do Porto y otras de primer rango. Es parte de grupos camerísticos como Azahar Ensemble, Natalia Ensemble, y sus fundamentos artísticos le llevan a músicos como Luis Soto, Laurent Blaiteau, Pablo Sagredo, János Balint- en la Hochschule für Music Detmolt- o Jacques Zoon, en la Haute École de Musique (Géneve). También tiene parte activa en la Fundación Baremboim- Said. Solista y directora se conocía desde hacía tiempo, por lo que el resultado prometía. Las obras elegidas por André Cebrián, querían salirse del común repertorio, probando de cierto con el factor sorpresa.

John Corigliano y el Viaje para flauta y cuerda, compositor italo-americano, miembro de la Juilliard School neoyorquina, y que recibió encargos como el Cuarteto de cuerdas para el Cleveland Quartet, en el Lincoln Center (1995), comienzo de una carrera afortunada sin entregarse a las vanguardias más exigentes, como mostrará en su éxito por excelencia, la ópera The Gosts of Versailles, estrenada en el Metropolitan Opera House neoyorquino-1991- dirigida por James Levine, a partir de un libreto de W.M. Hoffman, con argumentos tomados de La madre culpable de Beaumarchais, en la que destacaron Teresa Stratas; Marilyn Horne; Gino Quilico y Hakan Hagegard. Polémico a su manera, cuenta con un par de registros a camino de estéticas encontradas: Mr. Tambourine Man. Three Hallucinations y A Dylan Thomas Trilogy. Fueron sus preceptores Otto Luening, Vittorio Gianini y Paul Creston, entre la Columbia Univ. y la Manhattan School of Music, llegando a ser asistente de Leonard Bernstein.

En 1970, ganó el Premio del Festival de Spoleto y en colaboración con David Hess, arriesgó en una recreación bajo el título de The Naked Carmen mientras recibía la invitación  para incorporarse como miembro de la Guggenheim Fellowship. Llegarán los trabajos para el cine desde el documental A Williamsburgh Sampler, faceta que mantendrá desde entonces, mientras ejercía como músico en Residencia de la Chicago S.O., y ese catálogo amplio de obras exitosas, llegarán consideraciones de reconocimiento: Grammy Awards- en varias convocatorias-; University of Louiseville o el Pulitzer Prize, dejando alumnos como David Sampson; Elliot Goldenthal; Nico Muhly; Michael Bacon; Rogers Bergs o Dinuk Wijeratne.

La obra anunciada, nacería en etapas distintas entre 1971-8, la primera en forma de pieza para coro antes de su transformación en obra instrumental para cuerdas. El origen está en la poética de Baudelaire-Les fleurs du mal- (1857), en L´invitation au voyage- que igualmente tentaría a Henry Duparc-, y que en esta ocasión sería una adaptación de Richard Wilburg- colaborador de Bernstein en Candide-, y que musicalmente resulta una composición refinada y sensual.

Moisey S.Weinberg, en su Concierto para flauta y cuerdas Op. 74, de mediados de los sesenta con una vida ciertamente compleja y cuyo legado se recuperó en parte gracias a Irina Shostakovitch y especialistas como Skans o David Fannig. Su labor correrá pareja a la de otros colegas de travesía: Miaskovski, Mosolov, Shebalin, Popov o el propio Shostakovich, con el que tendrá una profunda amistad. Fueron sus comienzos en Varsovia, como alumno de Józef Turcynski, pero avatares de la vida, le obligarán a trasladarle a Minsk, en donde seguirá los dictados de Vasily Zolotayoy. Un corpus considerable de obras en todos los géneros, facilitarán esta recuperación del autor, cuyo reflejo de la tradición yiddish asoma con asiduidad, con referencias al folklore klezmer.

Obras como Las canciones infantiles; Las rapsodias sobre temas moldavos y eslavos y los Cuentos polacos. Mayor incidencia tendrá su relación con Shostakovich, por mutuas influencias compartidas, como es el caso del Décimo cuarteto de Shostakovich, que le fue dedicado o las citas que nuestro músico usará en reconocimiento, como las utilizadas en la Sinfonía nº 12, actividad que mantendrá con la asistencia a los estrenos de obras sinfónicas además de participar como solista de piano en las 7 romanzas sobre poemas de Alexandre Blok, con Galina Vishneskaia, David Oistrakh y Mstislav Rostropovich y la Sonata para chelo y piano con Oistrakh.  Este Concierto para flauta Op. 75, era precisamente una obra que le acercaba a aquellos compañeros de generación, con visos de guiños humorísticos y procaces de acentuada resolución.

Dos obras de Felix Mendelssohn-Bartholdy, prevista estaba  Meeresstille und glückliche Fahr Op. 27, en Re M. (Mar en calma y próspero viaje) pero definitivamente, Joana Carneiro se decidió por la obertura Las Hébridas Op. 26, fogosa por su ideario descriptivo y acorde con sus desenvueltos recursos de la directora, obra producto de un viaje a aquellas tierras altas escocesas y que como consecuencia dejará una composición entre descriptiva y programática producto de una impresión no tan grata como hubiese deseado. Viento y mar que musicalmente nos traslada a la gruta de Fingal, y que en su título inicial se conocería como Die einsame Insel, antes de su revisión posterior que la dejará tal cual se conoce. Dos temas en clara oposición de las que se acentuaría los imaginarios paisajes descriptivos.

La Sinfonía nº 3, en la m. (Escocesa), no deja de evocar otro viaje ensoñado que conocerá su estreno en la Gewandhouse de Leipzig, en 1842. Brumas en el recuerdo desde la Introducción-Allegro, en La m., remarcado con pinceladas solemnes y que se resuelve como  un Andante, en el que clarinetes, fagotes y trompas, toman el preciso protagonismo a partir de un estilo de balada, permitiendo  un Allegro agitato más denso a cargo de las cuerdas que derivan en un pianissimo, una variante ornamentada hacia otro tema en legato efusivo expresado en un desarrollo que reconduce al tema inicial. 

El Vivace, especie de Scherzo, en dos partes, resultaba un popular pibroch-estilo de gaita sobre un tema pentatónico-, y que protagonizaba  el clarinete acompañado por la cuerda en staccato  enmarcado entre graciosos arabescos de las maderas. El Adagio, tiempo recogido e íntimo, es si cabe el más atractivo, con un personal sentido de marcha fúnebre en la que en su inicio, destaca por la armonización de trompas y chelos.   El Allegro Finale, completó  un balanceo expresado por violines, trompas y fagotes, que condujeron a un aire efusivo, una forma de Allegro guerriero, dejando espacio al Allegro maestoso definido por la sonoridad de las trompas en una apoteosis triunfal, ciertamente sorprendente.

Ramón García Balado

 

André Cebrián. Real Filharmonía de Galicia / Joana Carneiro

Obras de John Corigliano, Moisey S. Weinberg y F. Mendelssohn


Fotografía cortesía del Gabinete de Comunicación de la RFG 

11/10/2023

Clara Jumi-Kang:Sibelius entre las cuatro cuerdas

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Palacio de la Ópera, A Coruña - 11/10/2023

Comienzo de la temporada de la O. Sinfónica de Galicia en un programa en el que la violinista coreana Clara Jumi-Kang, fue solista del Concierto para violín en Re m. Op. 47, de J.Sibelius, junto a una obra en presentación del sueco Anders Hillborg- Eleven Gates-, y la Sinfonía nº 9, en Mi m. OP. 95 (Del Nuevo Mundo), de Antonin Dvorak, bajo la dirección de Roberto González-Monjas. Jornada en dedicatoria al chelista Vladimir Litvikh, quien había sido miembro de la orquesta y al que la ciudad recordaba por sus veladas amistosas en la Calle Real, compartidas con sus conciudadanos. La solista se maneja con un Ex.Strauss (Stradivarius 1708), cesión de la Samsum Cultura Foundation of Korea (2015), y ha sido dirigida por batutas de élite: C.Poppen, V.Spivakov, Y. Temirkanov, G. Kremer, Muyng-Wung Chung o V. Gergiev. Sus primeras experiencias las tuvo con formaciones como la Gewandhaus O.; la Rotterdam P.O. y la Suisse Romande. Un obligado período de reposo, la mantuvo apartada hasta recuperar estudios con  Kakher Brown, en la Lübeck University, y con  Nam-Yun Kim, en la Korean Univ.; con la OSG, se  presentó en febrero de 2022, para interpretar el Doble Concierto de Brahms, con  el chelista Asier Polo y la dirección de Juanjo Mena.

Novedad en programa por Eleven Gates (2006), de Anders Hillborg, compromiso con Los Angeles Philharmonic Association, estrenado en la Walt Disney Concert  House, y la dirección de Esa Pekka- Salonen, compositor que junto a esas labores, probó en el espacio de la composición. Hillborg, pronto demostró interés en lo creativo por músicos como Ferneyhough y Ligeti, una fascinación forjada en los aspectos más sutiles de los recursos armónicos y tímbricos, en cuanto a las posibilidades del sonido que se reflejará en obras de personal atractivo: Peacock Tales, destinada al clarinetista  Martin Fröst; Mouyayoum, para 16 voces a capella, rítmica en sus complejidades elaboradas a partir de sobreagudos que condicionan el tratamiento de la poética elegida; Cold Heat, destinada a la Berliner P.O., precisamente con Salonen, quien también colaboró en obras como Sirens o Dreaming River. El Royal Stockholm Philarmonic´s Composers, le incorporó a dos de sus citas (1999 y 2014) y fue músico en Residencia en Soundstream (Toronto); Avanti; Aspen y Hamburgo, en distintas convocatorias. Compuso para René Fleming The Strand Setting (DECCA). Por esa afinidad con Esa-Pekka Salonen, destacarán aspectos comunes en el ámbito creativo: un concepto más libre distanciado de un serialismo inicial, con aproximaciones a culturas ajenas que llevarán a los países africanos o Mongolia, resultando más modal que atonal en un encuentro con tradiciones populares, dentro de una ambición de síntesis.

Sibelius en este Concierto para violín y orquesta en Re m. Op. 47, obra que tuvo revisión en el año siguiente y que se presentó bajo la dirección de R. Strauss, en Berlín con Karl Halir, tras su estreno previo con dedicatoria para Willy Burmester con el violinista Viktor Novacek. Sibelius, apreciable violinista, buscaba la consecución de recursos al límite, teniendo en mente a otro talento como Franz von Vecsey y los resultados confirmarán las ambiciones pretendidas desde el Allegro moderato, elaborado a partir de tres temas antes de la aparición de la solista a través de un trémolo de cuerdas, hasta una cadenza sorprendente y brillante. Los chelos toman el segundo tema a  medias con los fagotes y el tercero apunta a una pureza de líneas, con el protagonismo de la solista en puro registro agudo. Destacaba en especial un cuidado desarrollo en el que la cadenza es centro de atención por su libre escritura. Un concierto para encontrarnos ante una intérprete Clara Jumi-Kang en plenitud de un virtuosismo sobresaliente que ampliaría en los tiempos siguientes.

El Adagio di molto, puramente tradicional, se definía  por su transparente lirismo gracias a una curiosa introducción de las maderas y la ostentosa melodía del violín y que para especialistas versados, mostraba  una vena de inspiración mediterránea (quizás reflejo de una visita a aquel país). Por su tonalidad, Si b, en 4/4, la solista se entregó a una seductora cantinela que dejó paso a un diálogo pretendido con el grupo orquestal. El Finale (Allegro ma non tanto), resumió como una danza contagiosa, un perfecto estilo de rondó, remarcado por el ritmo mientras la solista divagaba hasta un detalle de ostinato, en pugna incisiva con la orquesta. Una coda en disputa ente menor y mayor, se resolvía en un fortissimo a modo de disputa entre la solista y la orquesta.

La Sinfonía nº 9, en Mi m. Op. 95 (Del Nuevo Mundo), de Antonin Dvorak, una consecuencia de su debilidad por encontrarse con una cultura que la atraía y que tuvo arraigos conocidos en las inspiraciones moravas con ratificación en el país que descubría, a través de las aportaciones del compositor negro Harry T. Burleigh, quien le puso al día de las fuentes aportadas por los spirituals, y que se confirmarán en esta obra universal. El músico que tan profundamente ha calado entre nuestros aficionados, es el que consigue esa sublime amalgama de culturas posiblemente ajenas, en esta sinfonía perfecta en su conformación y que recuperamos en cada nueva puesta en atriles. De propia firma, dejará escrito un comentario aparecido en el New Herald, del 21 de mayo de 1893, titulado Real Value of Negro Melodies,  año del estreno de esta obra en el Carnegie Hall, dirigida por Anton  Seidl. Obra plena de registros imaginables desde el Adagio-Allegro molto, marcado por compases de cuerdas y respuesta de maderas, dejando espacio a la llamada de trompa. Para este tiempo, el ideario cíclico manejado por trompa, clarinete y oboes, logrando un persistente sello heroico-legendario muy de su estilo y el asomo de una especie de polka, con parecida resolución respecto a obras de colegas suyos.

El Largo, célebre por excelencia, y ciertamente americano, remite a un poema de Longfellow Canto de Hiawarha, permitiendo un coral estremecedor de metales que recrean estados nostálgicos.  El director González-Monjas, elevaría un grado de exaltación en esta obra de intenciones testimoniales. De ahí saldrá la popular melodía Going home, en el centro del Un poco più mosso, que describían flautas y oboes. En el final, el corno inglés aportó una melodía que invitaba a violines, metales en forma de coda, para completar el tiempo.  El Scherzo-Molto vivace, anclado en Longfellow, describía el conocido festejo colectivo en el bosque, para acentuar el ánimo de la obra, destacando pronunciados saltos y stacatti. En lo posible, una danza popular de tradición europea, para entregarnos al Allegro con fuoco, vigoroso y persistente en el que pesa un ostensible modalismo definido por la tonalidad, tiempo en el que la trompa se reafirma con una cita atmosférica que anuncia otra a cargo de flauta y clarinete tomada del Largo.

Ramón García Balado

 

Clara Jumi-Kang.

Orquesta Sinfónica de Galicia / Roberto González-Monjas

Obras de Anders Hillborg, J. Sibelius y A. Dvorak

Palacio de la Ópera


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